Informe político a la Conferencia Nacional Electoral del PRT



Las elecciones presidenciales:

La necesidad y la dificultad de un cambio de régimen.

Edgard Sánchez por el CP del PRT.

 

 

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos;

era la edad de la sabiduría y de la estupidez; la época de la fe

y de la incredulidad; la estación de la luz, la estación de la oscuridad;

era la primavera de la esperanza y el invierno de la

desesperación. Teníamos todo ante nosotros, teníamos nada

ante nosotros; todos íbamos directamente al cielo, todos íbamos

directamente en el camino opuesto. En suma, aquel periodo

era tan semejante al actual que las autoridades de más

renombre insistían en que la comparación se hiciera

solamente en el grado superlativo, tanto en lo bueno

como en lo malo

Charles Dickens: Historia de dos ciudades

 

En el XII Congreso Nacional del PRT, celebrado en agosto del 2010, previmos la posibilidad de que, en el contexto de la elección presidencial del 2012, se diera un choque político que cuestionara la continuidad del régimen actual, el de la oligarquía neoliberal. Por las posibilidades que la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) encarnara la dinámica y fuerza popular que cuestionara al régimen es que planteamos la necesidad de apoyar esa candidatura y ser parte de ese movimiento, sin diluirnos y sin abandonar nuestra perspectiva programática y definición ideológica (ver: “Caminos en la ruta hacia la reorganización de un partido revolucionario”, Boletín interno del PRT, número 5 del 2010. Resolución del XII Congreso Nacional del PRT).

En el pleno del Comité Central del PRT del 18 y 19 de febrero de 2012 continuamos la precisión del análisis que explica el fin del periodo histórico del régimen bonapartista representado por el PRI durante varias décadas en el siglo pasado y su sustitución por un nuevo bloque de dominación, un bloque oligárquico neoliberal constituido en medio de métodos mafiosos como la rapiña, la violencia y las privatizaciones de empresas nacionales en favor del nuevo grupo oligárquico especialmente desde el fraudulento gobierno salinista, así como la confirmación de que en torno a la candidatura de AMLO se va agrupando un nuevo bloque social opositor alternativo a la pandilla neoliberal representada tanto por el PRI como por el PAN, ya que usa a estos dos partidos a su conveniencia pues ambos defienden en lo fundamental sus intereses. El CC del PRT, sin embargo, también examinó las dificultades y obstáculos en el camino de la candidatura de AMLO que ponen en riesgo la posibilidad de que efectivamente encabece un movimiento cuya dinámica sea el cuestionamiento del régimen actual. (ver “Informe al CC sobre la situación política y perspectivas”, en cuatro apartados, de febrero del 2012). El contexto general de ese informe al CC lo obviamos ahora pero teniéndolo como necesaria referencia, tanto en el aspecto internacional, la crisis económica, la expresión en Europa con el tema de la deuda, la recesión, como las respuestas a la actual situación desde las revoluciones en los países árabes del Norte de África como del movimiento de los indignados en Europa y del Occupy Wall Street en Estados Unidos, hasta la expresión muy importante de los trabajadores europeos con formas de lucha como la huelga general y su reflejo aunque contradictorio o distorsionado en los procesos electorales en aquellos países. Por un lado con la derrota y rechazo al PSOE en el Estado Español y por el otro, con el triunfo del Partido Socialista en Francia. Ambos fenómenos expresando en forma paradójica y contradictoria el rechazo a la antipopular y antiobrera política neoliberal. Asumimos también aquí, aunque no los reproduzcamos en extenso los amplios y detallados análisis sobre la violencia y militarización del país resultado de la “guerra contra la delincuencia organizada” de Calderón y su origen y utilización políticas. Elemento central del análisis sobre la descomposición social, política e incluso institucional a que ha conducido Calderón y su “guerra”, un elemento que ha sido constante en los análisis de las diversas sesiones del CC del PRT desde el XII Congreso.

Esta Conferencia Nacional del PRT de mayo del 2012, pretende realizar un balance de las campañas electorales para confirmar si se mantiene o no la posibilidad de un movimiento cuestionador del régimen actual. Aunque nuestra perspectiva y participación está determinada por esta dinámica política y no por un cálculo exclusivamente electoral, vistas las dificultades y obstáculos de la campaña de AMLO y del Movimiento Progresista, necesitamos también definir tácticamente una fórmula de votación que identificamos como el voto por AMLO por medio de un voto diferenciado en relación a los partidos que integran la coalición denominada Movimiento Progresista.

 

El cambio verdadero solo puede ser un cambio de régimen.

 

Sostenemos que aunque ha habido una resistencia permanente contra las políticas neoliberales y privatizadoras, incluido con heroicas luchas de contingentes de la clase obrera y los trabajadores, como los mineros, el SME (Sindicato Mexicano de Electricistas), el magisterio o los trabajadores de Mexicana, la relación de fuerzas no ha permitido derrotar la ofensiva neoliberal y aunque no han logrado aplastar definitivamente a los movimientos en resistencia, en general, se han impuesto las condiciones del neoliberalismo e incluso en algunos casos han impuesto transformaciones y reformas institucionales y legislativas lesivas al interés nacional y del pueblo o arrebatando conquistas históricas de los trabajadores y el pueblo. No pocas veces, estos cambios también se han impuesto violando la ley y la Constitución.

Resulta sorprendente que aun en esas condiciones la resistencia continúa y nuevas luchas surgen. Todas estas luchas resisten frente a determinados aspectos parciales de la ofensiva neoliberal, aun cuando sean golpes de mayor envergadura o consecuencias más graves. Pero son parciales. El origen de estos golpes, de estas reformas privatizadoras, neoliberales, represivas, de militarización, contra el Estado laico o los derechos de las mujeres está determinado por el avance y consolidación del régimen oligárquico surgido desde la llegada de los neoliberales al poder. El régimen oligárquico ha logrado crear un andamiaje legal, institucional, un proceso de militarización y con ello de desconfianza, falta de solidaridad y miedo que impide a las luchas de resistencia, por lo menos aisladas una de otra, de conseguir el triunfo o de revertir las medidas y reformas neoliberales, aunque no logren quebrar completamente la resistencia. En el corto plazo, por eso concluimos, no es posible conseguir triunfos parciales en la lucha contra el neoliberalismo, si no logramos levantar un movimiento político contra el régimen oligárquico mismo. La insatisfacción y la oposición a ese régimen va creciendo en la conciencia de los movimientos de resistencia contra algún aspecto particular. Lo que generalmente no se encuentra es la oportunidad para que esa conciencia dé el salto a una lucha política. La campaña de AMLO, por “el cambio verdadero” como él mismo le llama, puede dar esa oportunidad para que amplios sectores de masas pasen a la lucha política contra el régimen oligárquico.

Ciertamente, la campaña por el “cambio verdadero” está necesariamente canalizada a un proceso electoral que tiene su momento culminante en la votación en las urnas el próximo primero de julio. Pero al mismo tiempo, AMLO ha estimulado un proceso de organización popular, paralelo al de los partidos de la coalición, en MORENA, que participará y vigilará el proceso electoral pero que también agrupa una fuerza que está convencida de que es necesario un “cambio verdadero”, es decir no simplemente que AMLO llegue a la Presidencia sino que se realice un cambio radical en las condiciones de vida y en la relación con el poder político. Si el cambio no puede ser ya como el que ofreció Fox en el 2000, es decir un cambio de personas en las mismas instituciones, debemos decir que “el cambio verdadero” implica un cambio de régimen político. Es decir un régimen realmente democrático y que revierta las políticas antipopulares por lo menos de estas décadas de neoliberalismo desarrolladas por gobiernos del PRI y del PAN, por igual. El propio AMLO insiste cada vez más en sus discursos en la idea de la necesidad de un cambio de régimen aunque la idea no esté explícitamente detallada en la plataforma política del “nuevo proyecto de nación por el renacimiento de México” (aunque puede interpretarse del capítulo “El Estado al servicio del pueblo y la nación”). Pero si la candidatura de AMLO ha de volver a prender en el entusiasmo de la gente, seguramente prenderá también poco a poco la idea de la necesidad de un “cambio verdadero”. La votación y la defensa de ese voto frente al régimen oligárquico deberá elevar la convicción y decisión de la gente de luchar, además de votar, por un “cambio verdadero”, por un cambio de régimen.

Por eso decimos que nuestro llamado es un llamado a la participación política, a la lucha política. Y por eso nuestra posición es opuesta a la de los que, con argumentos abstractos, dogmáticos, sobre el carácter de las elecciones, las definiciones de clase de los partidos y candidatos, le apuestan a la abstención, a la apatía y desánimo. Se oponen a la participación política de la gente en un momento en que es absolutamente necesario y urgente si no queremos que se imponga y consolide este régimen oligárquico, con una fachada supuestamente democrática de un sistema bipartidista, que condene a la derrota y reflujo al movimiento de masas, al movimiento social y de resistencia.

No se trata como en la elección federal del 2009 o en las elecciones locales el que, como dice Gilberto López y Rivas, “elecciones y resistencia, [sean] dos realidades separadas”. El problema es que si marginas a las resistencias de la lucha política y las dejas en el localismo y sectorialismo, aseguras en mayor medida su derrota. Hay ahora una posibilidad de convencer a los movimientos de resistencia de entrar en la lucha política para intentar derrotar al régimen oligárquico, fuente de todas las desventuras a las que responde el movimiento. Obviamente hay que asegurar la participación independiente, con propia orientación, de movimientos de resistencia y de la izquierda socialista y revolucionaria, pero lo primero es la conclusión de que es el momento de entrar a la lucha política, de darle un sentido político por el cambio de régimen a una campaña electoral que puede ganar entre las masas la simpatía, la ilusión y la determinación de lograr ese cambio verdadero. No es seguro, hay muchos obstáculos, incongruencias en los planteamientos políticos, en el carácter de las alianzas, pero hay una dinámica política posible a desarrollarse en la confrontación con el régimen oligárquico por la que hay que estar y no marginarse.

La campaña electoral presidencial de AMLO puede estimular, cohesionar políticamente, un movimiento cuya dinámica apunte al cambio de régimen, a la lucha contra el régimen oligárquico, no solamente en las elecciones y el día de la votación, sino más allá del proceso electoral en sí mismo.

El ejemplo más importante de esta conclusión que proponemos a los movimiento de resistencia es el del SME que después de dos años de resistencia en defensa de su fuente de trabajo, su contrato y sindicato plantearon la necesidad de pasar a la lucha política y por tanto a la creación de una Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT) y la lucha por el poder y por sacar a la pandilla oligárquica del gobierno. Es también la prueba de que se puede participar electoralmente, en alianza con AMLO y el Movimiento Progresista, sin diluirse, defendiendo su propia organización y autonomía, su perfil y propuesta programática, pero buscando potenciar esta lucha política contra el régimen de la oligarquía.

 

La nulidad del voto nulo

 

La perspectiva que planteamos, entonces, no debe ser vista desde una óptica exclusivamente electoral, sino en la posible dinámica política que esta campaña electoral puede abrir de lucha contra el régimen oligárquico. Si se analiza la situación exclusivamente como otra campaña electoral se pierde la posibilidad de ver esta dinámica social y política que se ha abierto después de estos años del ataque neoliberal contra las conquistas y derechos del pueblo y los trabajadores en particular, así como de que estas agresiones están ya “colmando el plato” de la paciencia de los trabajadores y el pueblo. Que el descontento con la política neoliberal y la oligarquía incluso cruza a diversas clases y no solamente a los trabajadores. Si analizamos el tema simplemente como otra campaña electoral, haciendo abstracción del momento y las condiciones sociales y políticas actuales, nos perdemos porque nos quedamos en la anécdota sobre la corrupción y descomposición del sistema político y los partidos institucionales.

La derecha -y el control que tiene sobre los medios de comunicación- no tiene empacho en exhibir cada nuevo escándalo de corrupción de gobernantes y políticos de todos los colores pues apuntala la conclusión que utilizan mucho ciertos sectores de izquierda, que generalizan diciendo que “todos son iguales”, que la “clase política” es corrupta y por tanto la conclusión, que gusta a la derecha, de alejar a la gente de la política. En un momento como éste en que hay la posibilidad de que la gente se exprese políticamente contra el régimen oligárquico, llamar a la abstención, al voto nulo, a evitar la definición político electoral por el “asco” a la “clase política” es un grave error político, que ayuda a mantener a la gente en la pasividad, en el miedo paralizante que la militarización busca generar, y lleva a una actitud desmovilizadora, derrotista, que en este momento le conviene al régimen para mantener sin duda el statu quo, un statu quo corrupto y antipopular, que quita derechos y se hunde en la descomposición social.

Para evitar que continúe la degradación social, marcada por la corrupción y la violencia, hay que participar enérgicamente en la lucha política. Esto no nos lleva a olvidar o a justificar la política corrupta, sino a hacer un esfuerzo, con retos muy grandes, para mostrar que es posible otra política, una política revolucionaria y que, como hemos dicho antes, otra izquierda es necesaria. Al mismo tiempo que es el momento de la decadencia y la descomposición de los partidos institucionales, incluso de la izquierda institucional, es el momento en que es posible el surgimiento y posicionamiento de nuevas opciones político partidarias, de la izquierda socialista y revolucionaria. Hoy incluso con las potencialidades de una Organización Política del Pueblo y los Trabajadores, podemos ofrecer a la OPT como una alternativa de participación política en un marco amplio de los trabajadores y la izquierda socialista. Pero nuestra convicción y orientación es llamar a la lucha política, es la hora de la lucha política. Y de una política que no se quede en los marcos corruptos tradicionales. La situación es muy contradictoria, como en otros momentos históricos convulsos, como cuando aquel que dice “era el mejor de los momentos, era el peor de los momentos”. Estamos en la posibilidad de un gran cambio político, pero la fuerza social que puede abrirlo tiene que conducirse con los mismos viejos y corruptos instrumentos del pasado y en los enmohecidos carriles del pasado, al tiempo que lo nuevo va surgiendo también.

El análisis de Javier Sicilia, del Movimiento por la paz con Justicia, se queda simplemente en el marco del proceso electoral y la descomposición del sistema de partidos institucionales sacando conclusiones generalizantes contra la actividad política partidaria y la toma de posición en coyunturas como la actual, enfoques similares a las del pensamiento zapatista y anarquista.

Dice Sicilia que “Obnubilados por el poder, lo que el ego vulnerable de la sociedad logró visibilizar: el rostro doliente de las víctimas de la guerra, dejó de estar en su memoria y sus discursos. En la lógica de los partidos y de los candidatos -magnificados por los medios-, las víctimas no son siquiera ya estadísticas, simplemente han dejado de existir. Para ellos, no hay hay emergencia nacional, no hay dolor, no hay víctimas ni un espantoso estado de guerra que tiene postrada a la nación. Existen los votos, la hermosa y dolorosa presencia de los seres humanos, reducidas a papeletas, a números, a instrumentos al servicio de la imbecilidad del poder” (“El borramiento del dolor” en Proceso 1840). “Las víctimas, la injusticia y el dolor que describe suponen que los autores de esa realidad son los criminales y una equivoca política de Estado. Sin embargo, pretender que esa realidad es una herida en un Estado sano, y no uno de los productos de la manera en que el Estado es y continúa siendo administrado, no solo es una falsa exculpación, sino una forma de desarme moral y política de los ciudadanos. Así, todo en ese cuadro sucede entre criminales y estrategias fallidas que un nuevo partido descolgará y guardará en el desván del pasado” (“El patrimonialismo de las partidocracias” en Proceso 1851, abril del 2012). “Este sistema, multiplicado, lleva a cada partido, gobernador o presidente en turno a negociar con toda suerte de delincuentes para mantener el poder, mientras una ciudadanía que no ha aprendido la difícil tarea de la democracia cree que un simple cambio de gobierno, sin cambiar las estructuras patrimonialistas de los partidos y del Estado, sanará a la nación” (op cit). “Vivimos una realidad bajo la lógica de un estado de excepción, es decir, de un Estado sin vergüenza que requiere en su esquizofrenia y contra las leyes, que los criminales sigan asesinando, secuestrando y extorsionando impunemente, que los políticos se comporten cínicamente, y que mayores sectores de la población vivan privados en los hechos de cualquier derecho político, es decir, reducidos a la pura desnudez de su vida, en un estado de absoluto terror e indefensión. Sólo así los partidos y sus aspirantes seguirán haciendo lo que ya han hecho del Estado, un modo de vida, una manera de conservar en la desvergüenza, el imperio de su miseria moral, una manera de hacer que México habite en la más profunda de las esquizofrenias” (“La desvergüenza” en Proceso 1847, marzo del 2012).

No es posible quedarse en el marco de una visión fatalista, determinista, que denuncia los mecanismos de corrupción y violencia del régimen político y el Estado actuales, y que prácticamente condena a la inmovilidad o simplemente a la denuncia moral, al creer que cualquier acción política está condenada a ser parte de esos mecanismos y a reproducirlos y que no es posible romper la lógica del sistema que se denuncia. Para lograrlo es necesario pasar de la indignación moral a la praxis política, a la lucha política, a la toma de posición en la coyuntura, para encontrar o ayudar a construir el camino que cuestione el sistema. Y hacerlo aquí y ahora. No en espera de otro mundo donde realizarlo. Por eso decimos que se trata de encontrar o abrir camino a lo nuevo en el marco de un sistema decadente y corrupto, criminal y en medio de un proceso -el electoral y sus partidos institucionales- también decadente, excluyente y determinado por el dinero. Es hacerlo aquí y ahora, en el peor de los tiempos pero también en el mejor de los tiempos por la oportunidad abierta de cuestionar este sistema empujando, ayudando a organizar el torrente popular que quiere un cambio verdadero y que incluso puede rebasar y cuestionar ese sistema de partidos patrimonialistas. Pero para hacerlo se requiere tomar posición y participar y no llamar al voto nulo, la abstención o la mera indignación moral. Si todos son iguales tampoco ayuda la abstención, ni los besos o perdones a representativos de ese sistema corrupto como son Calderón o Beltrones, actitudes que solamente confunden y ayudan a mantener la ilusión no en cualquiera sino en las cabezas del régimen oligárquico. Porque, esto es parte de la contradicción: el llamado al voto nulo o a la abstención es un llamado al electorado que se identifica con la izquierda. Es un llamado a abstenerse de la lucha política aunque la derecha pudiera reproducir su circo sin obstáculo alguno. Lo que proponemos no es la ilusión de que un nuevo partido en el poder descolgará el cuadro de corrupción existente para guardarlo en el desván, sino impulsar un movimiento político que buscando el cambio verdadero, apunte al cambio de régimen, no simplemente de un partido por otro en el gobierno.

¿Que lo que proponemos es una tarea difícil y no es seguro que lo logremos? Es cierto, en primer lugar porque no depende exclusivamente de nosotros, pero vemos que hay una posibilidad que hay que empujar y porque vemos un despertar popular, harto del régimen oligárquico antipopular, criminal y del reinado de la violencia y que por tanto entra a la lucha política que nos hace ser optimistas y porque no despreciamos ese despertar popular lamentando que sea “una ciudadanía que no ha aprendido la difícil tarea de la democracia”. Vemos el invierno de la desesperación pero miramos hacia la primavera de la esperanza.

Sicilia gira en sus posiciones y parece ir de la idea del voto nulo a considerar que AMLO es “el menos malo”, aunque al mismo tiempo reconoce que el problema no son las personas sino las “estructuras”. Así como hemos estado en contra del criterio del “voto útil” para definir posición, tampoco nos quedamos en el subjetivo marco del “menos malo”. Nuestra posición no tiene que ver limitadamente con las personas o sus características personales, sino con lo que representan, pero sobre todo en el caso de AMLO en las elecciones del 2012 por la posible dinámica de movimiento político popular cuestionador del régimen oligárquico que su campaña por el “cambio verdadero” puede desarrollar.

Peor aún es la idea que en algún momento también planteó Sicilia sobre un candidato de unidad nacional, supuestamente para superar las divisiones entre los partidos políticos. Un supuesto candidato de unidad para salvar al país en la emergencia es eludir la definición de responsabilidades políticas del PAN y del PRI en el desastre nacional. Es hacer tabla rasa de diferencias políticas y de clase que no son meras características personales de los candidatos sino definiciones básicas, pero que alimenta la ilusión de que “todos son iguales”.

Como dijo, en su momento, Guillermo Almeyra “El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad es un sobresalto democrático de la sociedad, no un impulso de la misma resultante de una esperanza o de un deseo imperioso de cambio. Eso no le quita nada de su importancia pero sí torna ilusoria la idea de que pueda ser, por sí mismo, el detonante de una movilización popular espontánea, de un movimiento ciudadano, de una acción política al margen de los partidos que están integrados en el Estado. El instrumento para la organización política de los trabajadores y del Estado, en cambio, podría ser la OPT promovida por el SME, si fuese reforzada por comunidades indígenas, movimientos estudiantiles y ciudadanos, y con él podría colaborar el MPJD” (“Sobre cartas, ética y política” en La Jornada el 11 de septiembre de 2011)

Una suerte de federación o alianza de grupos de izquierda más o menos sectarios han llamado “a expresarse en forma libre en estas elecciones, [con] el no voto o la anulación del mismo utilizando consignas” democráticas. La impotencia frente a la situación actual la justifican con la denuncia de que “los candidatos de los partidos patronales se apuestan (sic) a desviar -mediante el proceso electoral- el profundo descontento social” y afirman como Perogrullo que obviamente “los problemas estructurales del país no serán resueltos votando por alguna de las variantes electorales. Y es que... las organizaciones de izquierda, obreras y populares, somos excluidas del participar en estos procesos”. De nuevo, el análisis exclusivamente del proceso electoral en abstracto, sobre la base de lo que algunos programas puedan decir y tratando de conciliar posiciones entre que los problemas estructurales no se resuelven votando por alguna de las variantes actuales y por el otro recordando que las organizaciones de izquierda, obreras y populares, somos excluidas del proceso. Si pudiéramos participar electoralmente ¿el voto por la izquierda sí resolvería esos problemas? Si nos vamos más allá de un enfoque propagandista y entramos al terreno político se estará de acuerdo que no es exclusivamente por el voto que los problemas estructurales se resuelven, sino por medio de la lucha política que eventualmente se expresa en las elecciones. Y lo que decimos es, de nuevo, que hay una oportunidad para organizar un movimiento popular cuestionador del régimen político y que no actuamos frente al mismo como “profesores rojos” diciendo obviedades o criticando el atraso de la gente, la que no ha aprendido, como nosotros, la “difícil tarea de la democracia” sino participando directamente en su lucha, codo a codo, al mismo tiempo que mantenemos nuestro propio perfil político e ideológico y nuestras propuestas en la acción cotidiana. Somos militantes políticos no petulantes profesores rojos como aquellos a los que se refería Trotsky al decir: “El sectario ve la vida de la sociedad como una gran escuela en la que él es el maestro. En su opinión, la clase obrera debería dejar aparte otras cosas menos importantes y sentarse ordenadamente alrededor de su escritorio o tribuna”.

“Sólo los estúpidos pueden creer que 'son todos iguales' y que da lo mismo que gane Juárez o Maximiliano (o, con todas las diferencias del caso, Calderón o López Obrador, éste o Peña Nieto). Porque, aunque los trabajadores no pueden esperar nada sino de sí mismos y de su independencia política y su autoorganización, no les es indiferente si existe o no un marco constitucional en el país, si se logran o no espacios democráticos, si se roba o mata impunemente o si el gobierno al menos trata de impedir que funcione la ley del más fuerte” (Guillermo Almeyra: “Las elecciones en México y la lógica elemental” en La Jornada el 18 de diciembre de 2011)

En realidad, las propuestas de estos grupos frente al voto son diferentes aunque los une el abstencionismo y marginarse de las definiciones en el conflicto en curso. Mientras unos llaman a anular el voto, otros a “boicotear” las elecciones y otro a votar simbólicamente por un candidato obrero.

Manuel Aguilar en un artículo explicativo de las posiciones de Trotsky sobre las elecciones de 1940 en México pretende sacar lecciones para justificar una posición propagandista que sobre la impotencia de un grupo se niega a intervenir en la crisis y ayudar con los sectores más avanzados del movimiento obrero a ofrecer una alternativa. Como hace 73 años no había condiciones de ofrecer una alternativa independiente ante la ausencia de un partido obrero de masas, Trotsky admitía que no quedaba mas que hacer propaganda antes que comprometerse en aventuras con otras fuerzas políticas. Ahora Aguilar Mora recrimina al SME que durante décadas nunca convocó a la creación de un partido obrero y que es hasta ahora que convoca a la OPT después de los golpes recibidos. Pero como la OPT toma posición política y apoya la candidatura de AMLO, defendiendo su autonomía y perfil y consiguiendo la candidatura de Martín Esparza, considera que eso es mantener la tradición de seguidismo a los partidos burgueses. Pero hace abstracción del hecho de que el SME ha convocado finalmente a la creación de un partido propio de los trabajadores, aunque esté en proceso de organización, pero que es ahí donde debería estar para opinar e influir sobre la táctica electoral y la política y no resignarse a la marginalidad y el propagandismo de los que sabiendo de su impotencia se solazan en esa condición sin fuerzas para salir. Así, concluye recetando la conclusión de Trotsky para la situación política de nuestro movimiento hace 73 años, poco antes de su asesinato: “En estas condiciones lo único que podemos hacer es limitarnos a la propaganda marxista y a la preparación del futuro partido independiente del proletariado mexicano”. No pensamos que en México 2012 estemos condenados simplemente a hacer propaganda, sino en la medida de nuestras fuerzas intervenir en los acontecimientos, sobre todo cuando el sector más avanzado de la clase obrera mexicano ha dado el primer paso -con dificultades y futuro incierto- hacia la independencia política de los trabajadores al convocar a la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores.

 

 

Posibles escenarios de las elecciones de julio.

 

Si como previmos desde el XII Congreso del PRT podría darse en las elecciones del 2012 un choque con el régimen de la oligarquía por la dinámica social y política que abriera la candidatura de AMLO, habría que precisar ahora los posibles escenarios en que esto ocurriera. En primer lugar, habría que prever, advertimos durante la Escuela Nacional de Cuadros del PRT, en diciembre del 2011, de que la hipótesis del resurgimiento de un movimiento popular atrás de la candidatura de AMLO no ocurriera o que la confrontación no se diera y este movimiento se desinflara o fuera derrotado en frío. A fines del año pasado (y todavía al iniciar el 2012) había que considerar esa posibilidad en vista de todas las maniobras que la dirección del PRD realizaba tratando de impedir la candidatura de AMLO y luego , ya definido como candidato presidencial, quitarle filo a la candidatura, imponiéndole condiciones, acuerdos, alianzas y candidaturas para los otros cargos de elección. Para fines de abril, principios de mayo, podemos decir que el movimiento en torno a la candidatura de AMLO va creciendo en fuerza y entusiasmo popular, a pesar de algunos de los obstáculos impuestos en la lógica de las corrientes hegemónicas en el PRD y el Movimiento Progresista (la coalición electoral del PRD, PT y Movimiento Ciudadano, los 3 partidos registrados y MORENA, el movimiento impulsado por AMLO sin registro legal) a las que les conviene un candidato como López Obrador que proporcionará muchos votos a sus listas de diputados, senadores o asambleístas, aunque no les interese realmente disputar la Presidencia de la República. Uno de los principales riesgos cometidos en este periodo fue al momento que se decidió la candidatura presidencial entre AMLO y Marcelo Ebrard, donde el primero concedió que el segundo definiera candidaturas y estrategia en el Distrito Federal, principal bastión de votantes de izquierda en el país. Como veremos más adelante, esto está teniendo graves repercusiones con la definición de nefastas candidaturas para diputados, asambleístas y delegados en la Ciudad de México, así como el rechazo del PRD de todas las propuestas de candidaturas presentadas por AMLO a través de MORENA. Aunque examinemos más abajo el tema de las candidaturas y la fórmula de votación, veamos el tema de los escenarios bajo el supuesto de que los obstáculos puestos a la candidatura de AMLO para desinflarla desde dentro, han sido superados.

Dos posibles dimensiones tendría entonces la previsión de un choque con el régimen político. La primera dimensión es en el posible escenario de que AMLO gana la elección presidencial y el triunfo se le reconoce. A pesar de todas las posibles concesiones programáticas que AMLO haya tenido que hacer en este recorrido en que van aumentando las alianzas a su alrededor, la dinámica que él mismo ha aceptado por un “cambio verdadero”, es decir, por un cambio de régimen político se impondría y abriría una fuerte lucha política estimulada por el entusiasmo popular de que ahora sí habrá cambio real y no solamente del personal del aparato estatal. A pesar de las declaraciones de AMLO de que no va por la venganza, de que su lucha no es de tipo personal, sería una gran frustración política que se abriera un régimen de autolimitación política, de mantener la impunidad ante los crímenes cometidos por la pandilla neoliberal y que se mantuvieran intocadas las reformas neoliberales impuestas en los sexenios anteriores. No queremos venganza, queremos justicia, ha dicho Rosario Ibarra, reflejando un amplio sentir de las víctimas y familiares de los crímenes de Estado y que no aceptarían un modelo sudamericano de leyes de “punto final”, de amnistía “para todos” o de reconciliación nacional q ue sacrifica a las víctimas y continúa la impunidad en aras a una estabilidad política para el nuevo gobierno. Tampoco sería aceptable para el movimiento obrero y los movimientos de trabajadores como el del SME que no se avanzara a desmantelar todas las medidas privatizadoras y el saqueo de los bienes nacionales hechos por la pandilla neoliberal. Es decir, sacar del gobierno a la oligarquía neoliberal, a la Mafia, implicaría el cambio de régimen, la reversa a las reformas estructurales. Aun reconociéndole el triunfo presidencial a AMLO es probable que el nuevo gobierno tuviera en el Congreso a una mayoría opositora. Una mayoría opositora de derecha con los legisladores que se eligieran del PRI y del PAN y con el apoyo de una mayoría de legisladores del PRD (por lo que es la conformación de las listas) conciliadores con la derecha tanto de los Chuchos como de la corriente de Ebrard-Camacho Solís. López Obrador ha dicho que lo mejor sería tener una mayoría en el Congreso pero que sí no ocurriera de todas maneras desde la Presidencia puede gobernar para lograr el cambio verdadero. Obviamente está pensando en su experiencia como Jefe de Gobierno del DF en que para brincarse las restricciones de la normatividad vigente, gobernó frecuentemente con Bandos de Gobierno. Al nivel presidencial lo haría con Decretos, pero ciertamente con una limitación, a la larga o a la corta. No solamente porque existen limitaciones constitucionales y legales para esos decretos, sino también porque la derecha impuso estos años una serie de reformas legales e institucionales que requieren ser desmanteladas para llevar adelante el “cambio verdadero”. Se abriría así un periodo de intensa lucha política entre el Presidente y la derecha, sobre todo si logra controlar el Congreso, pero también desde el movimiento popular si logra mantener la autonomía con respecto al propio gobierno lopezobradorista -de ahí la importancia política de la OPT y del necesario reacomodo de fuerzas políticas- para evitar que ese gobierno abandone su compromiso o ceda a la derecha y a su institucionalidad. En realidad, con un escenario de lucha como ése, la necesidad de un Congreso Constituyente que establezca un nuevo pacto social, una nueva institucionalidad, que le de forma al “cambio verdadero”, adquiriría plena vigencia. Obviamente la nueva composición del Congreso será la principal oposición a la convocatoria a un nuevo Constituyente, aunque las consultas populares que AMLO se compromete a realizar para la ratificación del mandato podrían dar el contexto adecuado.

La segunda dimensión de la confrontación con el régimen oligárquico estaría dada por un nuevo fraude electoral contra el triunfo de AMLO. No es posible tener ilusiones en que las instituciones que AMLO mandó “al diablo” encargadas de realizar el fraude en 2006 hayan sufrido una transformación democrática después, especialmente con la restrictiva reforma electoral del 2008 (que entre otras cosas, con el voto del PRI, PAN y PRD, impidió que AMLO pudiera convocar a la formación y registro de un nuevo partido). Tampoco es suficiente el que MORENA tenga el objetivo central de crear la estructura que defienda el voto para que “no se repita el 2006” frente a un régimen oligárquico, que además ha hecho gala de su elitismo, falta de democracia, corrupción y manipulación electorales, además del avance en la instalación de un régimen autoritario, ése sí de excepción, de carácter policiaco y marcado por la militarización y la violencia que entre otras cosas, busca imponer en la población el miedo, la falta de solidaridad, el individualismo, la desmoralización y apatía política y electoral. Un nuevo fraude provocaría una reacción popular que difícilmente permitiría el abandono de AMLO de la lucha política, el irse a La Chingada (su rancho en Chiapas) como dicen que dijo, y en cambio una presión para una respuesta mayor que la del 2006 en defensa del voto popular. Todo ello en medio del clima internacional que conoce movimientos de indignados, del 99% o de los aires de las revoluciones árabes que han derribado regímenes autoritarios que parecían incólumes.

Sin subestimar el esfuerzo de organización de MORENA para la defensa del voto, un esfuerzo que apoyamos y con el que nos comprometemos prácticamente, el posible escenario de un nuevo fraude abre otra posibilidad -mayor aún- de confrontación y lucha política contra el régimen oligárquico. Como dice, nuevamente Almeyra, “No se trata sólo de poder controlar el fraude en las mesas de votación sino, sobre todo, de crear una relación de fuerzas y una movilización popular que haga que los fraudulentos paguen muy caro su intento de torcer la voluntad popular. Sin una movilización popular, López Obrador difícilmente ganará, y si gana, porque los otros se hunden de aquí a julio, difícilmente podrá hacer valer su triunfo” (Guillermo Almeyra: “El [inexistente] debate presidencial” en La Jornada el 13 de mayo de 2012).

Si a fines del año pasado, en la lógica prevista por el Congreso del PRT, nuestra posición fue a favor de AMLO como candidato del Movimiento Progresista, en vez de Ebrard, si ahora nuestra posición es en contra del voto nulo o la abstención y siempre llamando a la lucha política organizada, a la construcción partidaria porque otra izquierda es necesaria, mañana será en defensa del voto y probablemente luego a la consigna de “sufragio efectivo, no usurpación”.

No solamente nosotros prevemos este posible escenario. La resolución de la OPT a favor de participar electoralmente apoyando la candidatura presidencial de AMLO, se pronuncia claramente en defensa del voto y contra un posible fraude, cuando dice en su punto 7, lo siguiente:

Programa y política de alianzas autónoma, va de la mano con los preparativos de la insurgencia cívico- electoral, del levantamiento y de la resistencia civil pacífica. No podemos repetir la vieja táctica que fracasó en repetidas ocasiones para derrotar el fraude que ya se instrumenta desde el Instituto Federal Electoral, la presidencia, la oligarquía mexicana, el PRI-PVEM-PANAL y PAN, la Casa Blanca, el gobierno español y los medios de comunicación masiva. Prepararnos sólo para promover el voto y cuidar casillas es ingenuo y desmovilizador. Además de ello, debemos poner en práctica un esquema de movilización nacional desde el nivel municipal. Las organizaciones indígenas y campesinas deben ubicar tierras susceptibles de ser tomadas, recursos hídricos y minerales a recuperar, aprestarse a la preparación de tomas de alcaldías y al cerco de ciudades y seguir desarrollando sus policías comunitarias y la seguridad de sus comunidades y pueblos según los usos y costumbres y la legalidad constitucional. Las organizaciones urbano-populares deben hacer planes para tomar vivienda ociosa y recuperar las viviendas de la cartera vencida y ocupar instalaciones comunitarias; preparar huelgas de pagos a bancos, de servicios públicos e impuestos; clausurar empresas contaminantes e instrumentar medidas comunitarias de seguridad y vigilancia. Los trabajadores deben aprestarse para recuperar sus sindicatos, sus patrimonios económicos como primer paso para acabar con las AFORES y la privatización de sus fondos de pensión. Los trabajadores de la educación deben poner fin por la vía de la imposición y la ocupación de sus edificios, al cacicazgo sindical y político más oprobioso de las últimas décadas, el de Elba Esther Gordillo. En las universidades, barrios populares y de clase media, en los sindicatos, fábricas, centros laborales, en el campo y los mares de la República debemos prepararnos para las huelgas, los paros carreteros y para toda forma de resistencia civil pacífica. No existe otra forma de vencer el fraude, de recuperar la patria”.

Seguramente que una fase de resistencia civil pacífica contra el fraude no requiere de un recetario de acciones tan detallado, y que éstas surgirán en la propia movilización, además de que en un primer momentos las acciones contra el fraude tendrán un carácter político más general y no disperso, pero en todo caso evidencia que las experiencias de los fraudes de 1988 y del 2006, ilustran a cada vez más sectores sobre las necesidad de una lucha muy contundente.

AMLO nunca llamó a sus bases a movilizarse sino con fines electorales y así las mantiene sin iniciativa y desorganizadas cuando, como lo demuestran los fraudes de 1988 y 2006, no existe ninguna garantía de que no habrá otro despojo de la voluntad popular para imponer la dictadura de hecho de un bloque represivo que incluya al narcotráfico. Pero quien puede evitar el desastre no es AMLO sino el movimiento político social que lo apoya. No hay en México otra fuerza democrática de masas. Ella no ocupó el Paseo de la Reforma por intereses electorales sino para defender la voluntad popular e imponer cambios sociales. No depende de AMLO y, aunque lo sigue y confía en él, no se identifica plenamente con su candidato. No existe otro sector que pueda organizarse, luchar por el cambio en la relación de fuerzas entre las clases ni donde sea posible desarrollar ideas anticapitalistas y antiimperialistas.

Por lo tanto, manteniendo la independencia política, criticando las concepciones teóricas y las políticas erróneas del candidato, es indispensable luchar por el triunfo electoral de su movimiento y por la organización autónoma y el desarrollo del mismo. Las bases de Morena tienen una capacidad de comprensión que los ultraizquierdistas desprecian. Un voto crítico de apoyo permitiría a quienes quieren una política anticapitalista consecuente estar junto a los que siguen a AMLO ayudándolos a organizarse por su cuenta, a luchar contra las eventuales claudicaciones de su candidato o a hacer frente a un nuevo fraude mediante una amplia movilización social. La abstención, en cambio, es una actitud pasiva y ayuda a la derecha” (Guillermo Almeyra: “las elecciones en México y la lógica elemental”)

 

El posible escenario de las votaciones en julio que AMLO está previendo es el triunfo sobre la división del voto en tres tercios. Pero por las maniobras del régimen y la inminencia de un fraude esa mayoría de votos sobre los otros dos tercios no puede ser por un pequeño margen. Requiere asegurarse un margen más amplio para asegurarse. La insistencia de AMLO no solamente en la promoción del voto, sino en la organización de MORENA con los “protagonistas del cambio” y el cuidado del voto y las casillas responde también a esta preocupación. Expresa también la desconfianza en los partidos institucionales del Movimiento Progresista, desconfianza bien ganada, como se pudo comprobar con el comportamiento del PRD en las elecciones del Estado de México el año pasado pese a que formalmente se había logrado derrotar la línea de la alianza PAN-PRD que defendían Chuchos y Marcelo Ebrard. Una votación en tres tercios puede representar que la derecha tiene mayoría, pero dividida, por lo que al mismo tiempo que AMLO señala que en realidad hay solamente dos opciones y que el PAN y PRI representan por igual a la oligarquía y sus intereses, conviene electoralmente que se mantengan divididos. Seguramente por eso la línea de Calderón el año pasado era de que el PAN postulara un candidato débil, de caricatura, como Cordero, su Secretario de Hacienda, para potenciar y polarizar su apoyo a Peña Nieto, claro instrumento del salinismo, los neoliberales panistas y priístas, y el duopolio televisivo. Como el PAN se decidió por Josefina Vázquez de todos modos la han construido como una candidatura muy débil, sin apoyo de la dirección panista (el Presidente del PAN, Madero regresó al Senado, Ramírez Acuña se fue de Embajador a España durante la campaña) pese a que Margarita Zavala, la esposa de Calderón, frecuentemente acompañe a Vázquez Mota en algunos de sus actos, pero más bien como la amenaza latente de un posible cambio de candidatura en medio del río. Como la polarización tiende a ser entre AMLO y Peña Nieto, en la medida que la campaña del primero crece y las otras se hunden en el desprestigio, no es descartable, para contraponer al cálculo de AMLO de los 3 tercios, al final de la campaña una declinación de Quadri a favor de Peña Nieto y una práctica declinación de Vázquez Mota con el desinfle completo de su candidatura. Por lo anterior y ya que el resultado electoral es fundamental en la perspectiva de cuestionamiento al régimen, no podemos subestimar el esfuerzo de promoción del voto por AMLO y el combate contra las candidaturas de la derecha representadas por 3 personas y un mismo programa. El demagogo de Quadri y su discurso “ciudadano” defiende cínica y abiertamente los aspectos más odiosos del neoliberalismo como las privatizaciones y la militarización. La demagogia “ciudadana” y su trayectoria corrupta, derechista y antiecológica (aunque se presente como ecologista) al servicio de Elba Esther Gordillo y defendiendo el programa de Peña tiene que seguir denunciándose. Vázquez Mota porque representa la continuidad panista y nada “diferente” y Peña Nieto que ahora será acompañado permanente por el grito de “Atenco no se olvida”, así como Echeverría lo fue en su campaña de 1970 con el grito de “2 de octubre no se olvida”.

 

El nuevo bloque social alternativo a la pandilla neoliberal.

 

El 5 de octubre de 2011, AMLO se reunió con mil 200 empresarios de Nuevo León -representados por Fernando Turner Dávila, Alfonso Romo, Alberto Santos, los Canales, Sada y Clariond- en lo que fue una señal del giro que un importante sector del empresariado empezaría a dar en apoyo a su candidatura. Previamente, en la asamblea nacional de MORENA, López Obrador integró a Turner a su coordinación y ya este año lo presentó como parte de su futuro gabinete. No es solamente Turner, sino varios grupos empresariales y nuevos desprendimientos del PRI e incluso del PAN que se suman a la campaña.

Algunos grupos de izquierda subrayan la lectura de estos acontecimientos como parte de concesiones políticas de AMLO a este sector de la burguesía, de compromisos que le quitarían filo a su programa, como parte de la estrategia electoral que también ha iniciado este año con una imagen más amable, menos “violenta” acorde con su discurso amoroso. Todo ello se agregaría a la tradicional posición conservadora de AMLO con respecto a los derechos de las mujeres y de la comunidad de la diversidad sexual. Ciertamente, AMLO nunca se ha ubicado como anticapitalista, menos como socialista revolucionario, internacionalista y feminista. Pero la evolución de estos reacomodos políticos refleja una realidad más complicada que un supuesto pacto secreto, arreglo conservador con algún sector de la burguesía. Varios de esos representantes empresariales fueron -y así lo han reconocido- impulsores y financiadores de las campañas anti-AMLO del 2006 presentándolo como un “peligro para México”. Trabajaron no solamente contra AMLO sino a favor de Calderón y por tanto por el fraude. Y en la práctica -más allá de confesiones- están reconociendo que se equivocaron y que el verdadero peligro para México ha sido el gobierno de Calderón y la pandilla neoliberal que ha destrozado el país, acumulado riqueza y poder por medios mafiosos y por tanto excluyendo a otros sectores burgueses a los que han marginado.

Es decir, estos reacomodos están mostrando el proceso de aislamiento político y social del grupo oligárquico que se ha hecho del poder fraudulentamente, aislamiento no sólo con respecto al pueblo trabajador y sus familias, sino también con respecto a sectores burgueses que han marginado y golpeado. Es una señal también de las posibilidades que existen hoy en la lucha contra el régimen oligárquico. Cuando decimos que la lucha por el “cambio verdadero” implica la lucha por un cambio de régimen, no lo identificamos con una revolución socialista, una revolución proletaria. Se trata en todo caso de un proceso de una revolución política democrática. Cambiar este régimen político de la oligarquía neoliberal no sería en este momento una revolución proletaria, pero ciertamente sería un cambio político muy importante que modificaría la relación de fuerzas y crearía mejores condiciones para la lucha de los trabajadores y sus organizaciones. Sería un acontecimiento que podría concatenarse en un proceso de revolución permanente.

Obviamente, la llegada de estos sectores introducen nuevos elementos de heterogeneidad en el bloque que encabeza AMLO, más allá de la formal coalición electoral del Movimiento Progresista. De hecho en varios casos reales contradicciones políticas (algún empresario que apoya la producción de transgénicos en un movimiento donde ya estaban importantes sectores ecologistas y campesinos, por ejemplo), contradicciones que se agregan a enfoques políticos diversos entre los integrantes del Movimiento Progresista (Marcelo Ebrard fue principal impulsor, junto con Manuel Camacho, su antiguo jefe en el DDF, de la alianza PAN-PRD, contra la opinión de AMLO de que PAN y PRI “son lo mismo”). Lo importante es que, aunque AMLO les haga concesiones en candidaturas y posiciones, estos sectores llegan a sumarse (por las razones y cálculos que sean) a la dinámica de un movimiento que apunta a cuestionar al régimen político actual, el de la oligarquía. Son ellos quienes se suman a esta dinámica porque en este momento no pueden frenarla o desviarla. En otro momento o condiciones quizá puedan hacerlo pero eso dependerá del desenlace de la confrontación que tendrá lugar con motivo de la elección presidencial.

En el marco de la situación actual ayudan a conformar un nuevo bloque social opositor al régimen oligárquico. Como explicamos en las resoluciones de pasados Comité Centrales, con el asalto de los neoliberales, el viejo régimen bonapartista, representativo del priísmo del siglo pasado, fue sustituido especialmente durante el salinismo por este régimen oligárquico, que empolló por medios mafiosos y saqueando los recursos de la nación, a una minoría de burgueses, la Mafia que le llama AMLO, que no ha dudado en recurrir a fraudes electorales y a la masacre de más de 60 mil personas para mantenerse en el poder. Esa oligarquía que concentra riqueza y poder de manera escandalosa, también ha marginado a otros sectores burgueses, además del golpe fundamental dirigido contra el pueblo trabajador y los intereses nacionales. Ante el rechazo a ese grupo oligárquico, el desprestigio y odio que ha generado, se va formando un nuevo bloque social alternativo que puede sustituirlo. Ciertamente este nuevo bloque social es un bloque pluriclasista y no es hegemonizado por una perspectiva proletaria, pero sí aumenta las posibilidades para un cambio de régimen. No es la primera vez que un cambio político democrático, una revolución política, se inicia incluyendo o viendo cómo se van incorporando al proceso -sobre todo cuando éste da señas de ser viable- a sectores de la clase dominante o incluso personajes del aparato gubernamental o de los partidos del poder que se pasan a la oposición. Este proceso en México, en el terreno político, lleva ya tiempo como lo muestra el hecho de ser un movimiento iniciado con una ruptura del PRI, pero que ahora incluye a viejos sectores oportunistas y conciliadores como los Chuchos del PRD, herederos de la tradición talamantista, o parte del viejo equipo de Salinas como el que fuera su secretario general del PRI en 1988, cuando el fraude electoral contra Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Camacho Solís y todo su grupo ubicado sobre todo en el DF como Marcelo Ebrard, Joel Ortega, Mondragón y Kalb. Ahora se completa en las listas de candidatos al Senado como con Manuel Bartlett, Secretario de Gobernación cuando el fraude del 88 o en otro nivel, en la línea de la conciliación con el salinismo, el dirigente del PT, Adolfo Orive. Socialmente el proceso se complica con la llegada de estos sectores burgueses, algunos provenientes de los grupos más reaccionarios, como el Grupo Monterrey o como ya dijimos, de los que financiaron la campaña contra AMLO en 2006.

Todo ello es la señal de que avanza un bloque social alternativo al de la oligarquía en el poder y que las posibilidades de lograr el cambio de régimen son mayores. El cambio de régimen, eventualmente, abriría una nueva lucha política, como ya dijimos antes, en mejores condiciones pero para que los diversos proyectos de nación y de intereses de clase se expresen y luchen por hacerse hegemónicos. La condición de nuestra parte para que las fuerzas populares y proletarias, así como para que una nueva izquierda, socialista y revolucionaria, quede mejor posicionada es la no disolución y mantener la autonomía política y organizativa del embrión de la alternativa proletaria de masas que representa hoy la OPT.

Por supuesto este avance en la conformación de un bloque opositor muy heterogéneo y plural, tiene consecuencias en la acción práctica inmediata, en la propia campaña electoral, que exige también una lucha en el seno de este bloque, especialmente frente a candidaturas de carreristas y oportunistas, pero también de conciliadores y privatizadores neoliberales que ya se han mostrado en niveles de gobiernos encabezados por el PRD.

 

Voto por AMLO pero voto diferenciado por las otras candidaturas del Movimiento Progresista.

 

Algunos grupos que apoyan la candidatura de AMLO pero que no consiguieron candidaturas en las listas del Movimiento Progresista, como MUSOC, afirman que las candidaturas que impuso especialmente el PRD, ya que también rechazó todas las propuesta de AMLO, son candidaturas ajenas al movimiento social, que no incluyen a luchadores sociales. En realidad, el asunto es más grave. No se explica con el mito del movimiento social, como si eso fuera de por sí garantía de algo. Hay activistas y activistas del movimiento social y lo importante es saber su posición política, su propuesta. En realidad el problema no es tanto que las listas del Movimiento Progresista no incluyan al “movimiento social”, sino que están hegemonizadas, sobre todo las del PRD, por conciliadores y arribistas corruptos. Ni siquiera reformistas, sino conciliadores con los neoliberales y reproductores de las prácticas clientelares y manipuladoras típicas del priísmo (que por cierto se expresan mucho en movimientos sociales) y que han adquirido patente de corso en el PRD y en las organizaciones sociales que controla.

Como los carreristas buscan continuar o saltar a otro puesto, varios ya son conocidos en su desempeño en el gobierno, especialmente donde ha habido más de una administración perredista como sucede en el DF, y por tanto el movimiento o la población ha estado ya en lucha contra sus medidas o denunciándolas y sufriéndolas, por lo que localmente votar por estas candidaturas, en aras de la unidad con la campaña de AMLO parece motivo de desprestigio o incongruencia, aunque en realidad frecuentemente es incongruencia con lo que plantea el propio AMLO tanto programáticamente como en términos de honestidad. Esta situación se refleja en varias delegaciones del DF, donde precisamente el acuerdo mediante el cual AMLO dejó en manos de Ebrard la campaña en esta entidad, abrió la puerta a los más nefastos candidatos de la corriente de Ebrard, de los Chuchos y de los Bejaranos.

Al rechazar el PRD todas las candidaturas propuestas por AMLO, básicamente éstas fueron a dar a las listas del PT. Sin embargo, la diferencia de base electoral nacionalmente considerada ente el PRD y el PT (y peor aún en comparación con Movimiento Ciudadano), así como las maniobras del PRD para quitarle distritos importantes al PT o eliminar a sus candidatos, buscan debilitarlo poniendo en riesgo su propio registro legal (y el de MC) y por tanto la posibilidad de que cuente con legisladores y grupos parlamentarios propios. Esto se facilita o se ha complicado por las reformas hechas estos años al Código Electoral.

Cuando la campaña presidencial de 1988 en que Cárdenas fue postulado, la ley reconocía la figura de “candidaturas comunes”. Un candidato podía ser común a varios partidos, incluso sin mediar acuerdo entre ellos sino solo bilateralmente con el propio candidato. Así Cárdenas, candidato del Frente Democrático Nacional (FDN), fue postulado por el PARM, el PPS y el PFCRN y en el mes anterior a la votación, al declinar Heberto Castillo como candidato por el PMS, también por este partido. En muchos distritos también se reprodujo la práctica de candidaturas comunes para diputados o senadores entre los partidos del FDN, generalmente ganando la elección. En la boleta electoral cada partido aparecía con su logo, aunque pudieran tener el mismo candidato. Los votos que cada candidato común obtuviera aunque fueran por partidos distintos se sumaban a favor de esa persona. Si alguien cruzaba más de un logo de partido, aunque tuviera el mismo candidato, el voto se anulaba pues se consideraba error.

Después del 88, el salinismo modificó la ley pretendiendo evitar la repetición de los hechos. Se introdujo así la figura de coalición de partidos en vez de las candidaturas comunes. Para tener candidatos comunes, los partidos deberían acordar primero establecer una coalición con una misma plataforma política y un acuerdo interno de distribución de los porcentajes de votos y por tanto de las prerrogativas legales. La coalición tenía que tener un logo diferente al de cada partido para identificarse en el momento de la votación. Para evitar la maniobra que buscaba ocultar la identificación con la que normalmente cada partido era conocido, las coaliciones optaron por hacer un logo que incluyera, amontonados, todos los logos de los partidos coaligados. Con esta forma, de todos modos, en la elección del 2006, AMLO ganó la presidencial y hubo de hacerse el fraude para impedir su llegada al gobierno.

Con la nueva reforma, del 2008, se dice que se mantiene la figura de coalición pero en parte se regresa a la candidatura común. Los partidos acuerdan una coalición (que exige un determinado número de distritos donde tienen que ir juntos) pero los candidatos que postulen juntos aparecen en la boleta electoral bajo el logo de cada partido en forma separada. Es decir, en las boletas del 2012, los 3 partidos del Movimiento Progresista aparecen bajo sus propios logos aunque tengan legalmente una coalición (la que se llama Movimiento Progresista). Puedes votar por el candidato común en el logo de uno de los partidos o en los logos de todos los partidos coaligados sin que por ese motivo se anule el voto (a menos que votes simultáneamente por otro partido que no sea de esa coalición). Los votos se suman al candidato independientemente de por cual partido hayas cruzado su logo. Pero ahora el convenio de coalición ya no establece la distribución de las prerrogativas y porcentajes de cada partido, sino que el registro y cuántos diputados por la vía de la representación proporcional tendrá cada partido dependerá efectivamente de cuántos votos tenga cada partido, aunque tenga candidatos comunes. Como desgraciadamente todavía la mayoría de la gente identifica a AMLO con el PRD, la tendencia parece ser a que la mayoría de los que voten por AMLO lo hagan por el PRD. Si eso sucede, el PT (y el MC) pueden ver disminuida su votación al nivel de poner en riesgo su registro y la entrada de diputados y senadores de su lista plurinominal, que incluye a algunos de los propuestos por AMLO y en nuestro caso, incluye al compañero Martín Esparza que lleva como suplente al compañero Humberto Montes de Oca (secretario general y secretario de relaciones exteriores del SME respectivamente y por tanto dirigentes principales de la OPT). En el pasado había dos boletas para la elección de diputados: una para la elección de diputados por mayoría en tu distrito y otra que incluía toda la lista plurinominal de diputados por representación proporcional. De esa manera, incluso, podías votar por partidos distintos en cada boleta. En esta ocasión habrá solamente una boleta para diputados y otra para senadores. Aunque hay una lista plurinominal registrada por cada partido en el IFE, tú no verás en la boleta esa lista pues solamente verás el nombre del candidato(a) del distrito donde vives. Al votar por ese candidato común del Movimiento Progresista por determinado partido ese voto se contabilizará a favor de ese partido para establecer el porcentaje que tiene derecho para la lista plurinominal.

Por las consideraciones anteriores es que en general propondríamos votar por los candidatos del Movimiento Progresista cruzando el logo del PT. Ciertamente ahora se puede cruzar el logo de varios partidos del Movimiento Progresista, pero seguramente difundir esta consigna será mas confuso y probablemente en las casillas, al hacerse el cómputo el 1 de julio, se prestará a muchas maniobras para anular votos que lleven más de un logo cruzado.

En el caso de la cuarta circunscripción que incluye al DF, Morelos, Guerrero, Puebla y Tlaxcala parece lo más conveniente votar solo por el PT pues es ahí donde, en el sexto lugar de la lista plurinominal del PT, va el compañero Martín Esparza (aunque el cálculo del porcentaje obtenido por cada partido se calcula nacionalmente y se distribuye regionalmente). Seguramente que en la OPT deberá acordarse una fórmula de votación que privilegie hacerlo solamente por el PT para asegurar la entrada de Esparza a la Cámara pues no está en un sitio completamente seguro, tomando en cuenta, además, de que la mayor fuerza del SME está localizada en el centro del país.

Aunque en general proponemos dar el voto por AMLO y las candidaturas del Movimiento Progresista por la vía de votar por el PT, analizando las particularidades locales propondríamos un voto diferenciado por partido de la coalición Movimiento Progresista dependiendo de las candidaturas en cada distrito para diputado o para senador o donde hay elecciones concurrentes por los candidatos locales, lo que sea más determinante políticamente en cada caso. Esta táctica podría llevar a votos diferenciados -siempre por partidos del Movimiento Progresista- en distritos o lugares incluso vecinos. Por ejemplo, en Jalisco, no es posible votar por el PRD pues está controlado por el grupo mafioso de la FEG, lo que llevó a que para la elección de Gobernador, que es concurrente con la federal, la coalición se rompiera y el candidato apoyado por MORENA, vaya postulado por Movimiento Ciudadano . En el vecino estado de Colima, por el contrario, el PT y MORENA están identificados como seguidistas del PRI, lo que plantea como mejor opción hacerlo por el PRD, aunque los candidatos vayan en coalición y sean los mismos.

La Conferencia Electoral del PRT bajo la idea de voto diferenciado puede discutir diversas combinaciones de voto dependiendo de las candidaturas de cada distrito. Decir, como algunos han planteado, que hay que votar solamente por AMLO en la presidencial y votar nulo en las otras elecciones, en varios casos favorecería que el triunfo se lo llevaran el PRI o el PAN.

Las decisiones de voto diferenciado son muy complicadas en virtud de la heterogeneidad de candidaturas del Movimiento Progresista, hegemonizadas por arribistas y conciliadores del PRD y por otros problemas en la definición de las mismas como ha sido el fiasco con respecto a las candidaturas de mujeres y derechos de las mismas, pero habrá que evitar que estas definiciones afecten la votación principal que es la de la candidatura de AMLO. La propia lista plurinominal del PT no está exenta de estas contradicciones propias del bloque alternativo emergente, por lo que de todos modos en general sería preferible una fórmula de votación general por este partido.

 

Cuerpo de mujer no es garantía de conciencia sobre la condición de la mujer.

 

Además de las contradicciones y limitaciones que en el Movimiento Progresista existen en relación a las mujeres, se ha agregado ahora la complicación y el reto de que tanto PAN como PRI han lanzado mujeres en candidaturas importantes. El PAN a su candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota y en el caso del GDF a Isabel Miranda de Wallace por el PAN y a Beatriz Paredes por el PRI (además de que el PANAL lanzó a Rosario Guerra). Para los retos y definiciones que esta situación exigiría, el Movimiento Progresista y sus candidatos no siempre están a la altura, presos en algunos casos del pensamiento conservador y del cálculo electoralista que les impide definirse sobre temas “incómodos” o que suponen les restan votos en un electorado que aceptan necesariamente como conservador.

Esos retos y definiciones tienen que ser enfrentados y explicados, por tanto, desde el feminismo y la izquierda socialista, aún en el marco de la campaña electoral. Candidatas consecuentes, como la compañera Lupita Quijano en el estado de Colima, lo hace abiertamente pero aun fuera de las candidaturas tenemos que hacerlo. Al mismo tiempo, afirmamos que las inconsecuencias, ausencias y debilidades del Movimiento Progresista y sus candidaturas en relación a la condición de las mujeres no es argumento para romper con el marco de esta campaña y la candidatura presidencial, del mismo modo que no lo hacemos por ausencias e incongruencias con respecto a otros aspectos del programa político o de las alianzas que teje. Defendemos nuestro punto de vista, enfoque y propuesta en forma autónoma, como lo hacemos también en otros terrenos en que seguramente lo reclamaríamos incluso frente a un nuevo gobierno encabezado por AMLO. Por ello siempre insistimos en defender la autonomía de los movimientos sociales y entre ellos el de las mujeres, con respecto a los partidos y gobiernos, aunque sean “progresistas”. Pero insistimos en que la dinámica de cuestionamiento del régimen actual, el de la oligarquía neoliberal, reaccionaria y de ultraderecha, que ha impuesto un régimen policiaco, responsable de decenas de miles de ejecuciones, del feminicidio imperante, la violación de derechos humanos en forma masiva, la renovada práctica de desapariciones forzadas, incluyendo mujeres y jóvenes, mayoritariamente pobres, así como de subordinación a los intereses y prejuicios de la Iglesia Católica, es lo que nos hace apostar por un movimiento que expresando un bloque social alternativo logre abrir paso a un cambio de régimen que genere condiciones más favorables para la continuación de nuestras luchas y demandas sostenidas en forma autónoma de partidos y gobiernos, incluso progresistas.

El reto es más importante porque ocurre en el contexto de una muy agresiva ofensiva política e ideológica de la derecha que ha llevado a aprobar en una docena de congresos locales el llamado “derecho a la vida desde la concepción” , reaccionaria y religiosa tesis, que se opone al derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y que se opone y pretende revertir el derecho, reconocido en el DF, a la interrupción legal del embarazo como decisión de las mujeres. Es parte de la ofensiva de la derecha contra el Estado laico que ha contado con la directriz y apoyo de la cabeza del Estado Vaticano, el señor Ratzinger, en su reciente visita a México a la antigua zona cristera. Una ofensiva que busca recuperar privilegios de la Iglesia Católica como es su intromisión en la educación pública y que también se opone al matrimonio de personas del mismo sexo y su derecho de adopción.

Frente a esta ofensiva, efectivamente, es una respuesta muy débil la de AMLO, juarista declarado, que elude una definición precisa sobre el tema (como sí la hizo Cuauhtémoc Cárdenas al sumarse a la campaña de AMLO y pese a que éste dijo que estaba de acuerdo con todos las propuestas que aquel le hizo) y responde con el pretendido argumento democrático de que el tema del aborto o los derechos de la diversidad sexual los pondrá a consulta democrática. Correctamente, desde el movimiento se le ha dicho que los derechos no se ponen a consulta o votación, sino que se ejercen y respetan. A principios de año en un foro , organizado por MORENAJE, así se lo dijeron jóvenes que hablaron a favor de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual y que le pedían una definición.

Tampoco ayuda -aunque las protestas lograron inhibir otros actos similares- concursos de belleza como el de MORENASA (o Miss Morena) que organizaron en Zacatecas, incluso con el apoyo de Ricardo Monreal, coordinador de campaña de AMLO. Se ubican en la misma línea de catalogar a las mujeres como objetos sexuales, como hizo el IFE en el primer debate presidencial y su permanente práctica de utilizar mujeres como edecanes llevada al extremo en esa trasmisión televisiva. Finalmente, en la definición de las candidaturas al resto de cargos de elección popular los partidos del Movimiento Progresista no se distinguieron de los demás partidos en el respeto a la “cuota de género” que ahora incluso los obliga la ley, aunque no estén convencidos de hacerlo. En medio de la rebatinga por las candidaturas, las tribus del PRD buscaron asegurarse los lugares necesarios para sus líderes, pero nuevamente olvidaron incluir a sus propias compañeras en la mínima proporción que la ley les exige. El propio IFE tuvo que dar nuevos plazos para que todos los partidos cumplieran, aunque fuera formalmente con este requisito. Nuevamente imperaron las maniobras en este terreno (aunque la ley ya no permite hacer la práctica de “Juanitas” que llevan como suplentes a un hombre -a veces el esposo o hermano- y que al entrar al Legislativo renuncian al cargo para que lo ocupe su suplente) dejando mujeres -para completar el porcentaje- en distritos poco competitivos para el respectivo partido. O sea utilizando mujeres como candidatas de relleno, solo para cumplir el requisito.

Nuestra lucha histórica en este país por las cuotas, una suerte de discriminación positiva frente a las condiciones sociales en que la mujer se desenvuelve, no implica una visión esencialista que considere a las mujeres “buenas” por el solo hecho de ser mujeres, pero es una respuesta a la discriminación e invisibilidad que en el terreno de la política y sus instituciones también se da contra las mujeres.

En los Estatutos del PRT está contemplado prácticamente desde su fundación este concepto. En la redacción del artículo 26, en la versión del VIII Congreso Nacional del PRT de julio de 1996 que revisó y reformuló en algunos casos los Estatutos que venían desde la fundación de 1976, se afirma que “Por la desventaja histórica en que la sociedad ha colocado a las mujeres para la participación política es que promovemos el criterio de acción afirmativa como contratendencia que concientemente busca reequilibrar esta situación. La acción afirmativa es una recomendación que debe explicarse previamente a aplicarse. No es imperativa ni está por encima del derecho a la representación de tendencias o posiciones políticas en debate. Nuestro objetivo es lograr representación paritaria por género en los órganos de dirección. En esa vía recomendamos acción afirmativa y la garantía mínima de una cuota del 30 por ciento de mujeres en el camino a aquel objetivo”.

Es decir, nuestra posición de que se reconozca un porcentaje de lugares para las mujeres quiere ser una contratendencia a la situación imperante en la sociedad de permanente discriminación e invisibilidad del papel de las mujeres, pero no implica la visión de que por ser mujeres son de por sí mejores o que no importan sus posiciones políticas. Otros partidos e instituciones estatales han empezado a reconocer este derecho de acción afirmativa a las mujeres (aunque frecuentemente busquen burlarlo) porque nunca lo pensamos como un derecho exclusivo de las mujeres de izquierda, de nuestro partido o de las feministas. Es un derecho frente a la discriminación general contra las mujeres. Esto ha tenido como resultado paradójico el que frecuentemente se han beneficiado de este derecho, mujeres que no tienen conciencia de la condición de la mujer en esta sociedad y la necesidad de luchar contra esa condición. Mujeres en otros partidos o gobiernos que ejercen este derecho pero que reproducen el esquema sexista de desprecio a las mujeres o que se mimetizan para jugar roles considerados masculinos. Ejemplo de lo anterior es la frase de Josefina Vázquez Mota: soy una mujer con muchas faldas, pero gobernaré con pantalones!!

Como el PRT ha sido el primer partido en la historia de México en postular una mujer a la Presidencia de la República, la compañera Rosario Ibarra, frecuentemente se ha querido establecer algún paralelismo entre este hecho histórico y la situación actual en que el PAN postula una mujer también a la Presidencia o que Mancera del Movimiento Progresista se enfrenta por el GDF a candidatas mujeres por los otros partidos: Beatriz Paredes del PRI, la señora Wallace del PAN y Rosario Guerra del PANAL. Incluso periódicos y revistas y programas de televisión han entrevistado a Rosario Ibarra sobre este hecho.

Decimos que no es lo mismo. En primer lugar no sostenemos una visión esencialista diciendo que las mujeres tienen cualidades propias del “sexo débil” que las hace mejores. Esas cualidades, como todos los roles que la sociedad da a hombres y mujeres, son valores socialmente construidos, parte de una ideología dominante y no son intrínsecos a hombres y mujeres. Para bien o para mal decimos que no son características naturales porque aceptarlo implicaría aceptar también como natural el papel subordinado de las mujeres. Entonces no son por naturaleza buenas, cariñosas, sentimentales, lloronas, honradas, buenas administradoras u organizadas que justifiquen su papel en ciertas tareas. Como mujeres tienen derecho a ser postuladas por sus partidos a cualquier cargo de elección, pero eso no hace que sus candidaturas sean mejores por el hecho de ser mujeres.

La definición de una candidatura tiene que ver con las posiciones políticas que defiendes y que representas, como vocero de determinado partido. Las candidatas mujeres no están más allá de las definiciones políticas. Todo mundo tiene o representa una posición política, incluso los que dicen ser apolíticos, abstencionistas o meros ciudadanos. Y es por esa posición política que cada candidatura tiene que juzgarse y tomar posición y no nada más por el hecho de ser mujer.

Rosario Ibarra fue la primera mujer candidata presidencial en la historia de México. Pero lo que ella representaba políticamente como candidata no estaba dado solamente por ese hecho. Eso era importante en ese momento porque nunca había habido candidatas presidenciales y combatías el prejuicio de que las mujeres no podían ser gobernantes y debían quedarse en las labores privadas “propias de su sexo”. Era ese derecho que la propia Rosario defendía diciendo que era una “madre, ama de casa”. Pero la candidatura significaba más en el terreno político. Con la Reforma Política de López Portillo, la izquierda obtuvo finalmente su reconocimiento legal, por la vía del registro del Partido Comunista Mexicano (PCM), el PRT y el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). El régimen pretendía hacer creer que con nuestro registro legal, en condiciones muy desventajosas incluso en el terreno electoral y legislativo, se consolidaba en México la democracia, un Estado de derecho. El PRT, reconociendo que su registro era un derecho democrático, no quiso entrar a la campaña presidencial de 1982 dando el aval de que ya había democracia porque nosotros éramos legales. La democracia implicaba más cosas y no podíamos, como otros proponían, hacer una campaña “responsable”, “propositiva y no testimonial”. Por esa razón es que postular a Rosario Ibarra nos permitía plantear esta posición: es un derecho democrático que la izquierda tenga reconocimiento legal, pero eso no quiere decir que ya hay democracia como lo demuestra el que este partido, ahora registrado legalmente, postula como candidata presidencial a la madre de un desaparecido político. Así la campaña de Rosario podía decir todo el tiempo: no hay democracia en México si hay desaparecidos políticos. En la siguiente campaña presidencial, en 1988, en el deslinde de campos en la izquierda mexicana con motivo de la ruptura de una corriente del PRI, Rosario Ibarra solía decir en los mítines que representaba “lo más rojo de la bandera roja” para insistir en la definición propia y autónoma de la izquierda socialista. O sea que la candidata del PRT era mujer -la primera en la historia- pero también una mujer que representaba y defendía las posiciones de la izquierda socialista y revolucionaria.

Josefina Vázquez Mota es mujer pero obviamente no es feminista y no se asume como parte de la lucha contra la discriminación de las mujeres. De hecho pide disculpas por su condición de mujer, pues se lamenta de ser mujer al decir, ni modo con faldas, pero que promete gobernar como hombre, con pantalones, aunque sea mujer. Aunque dice que es “diferente” no dice con respecto a qué y sí ofrece la continuidad de la política del PAN calderonista. Es decir, la militarización, la violencia que ha arrasado a decenas de miles de personas, que ha tolerado y dado impunidad al feminicidio, la lucha contra los derechos de las mujeres como es su apoyo a las reformas por “el derecho a la vida” y su subordinación a la Iglesia Católica y el Vaticano, como igual hizo Calderón al inclinarse y besarle la mano al Jefe de Estado del Vaticano. Aunque Josefina Vázquez sea mujer no representa los derechos de las mujeres.

La señora Wallace, aunque dice demagógicamente que es “ciudadana” y que no se disciplina al PAN ha sido instrumento de propaganda de la política criminal de Felipe Calderón y de García Luna. Calderón ha buscado proyectarla como la “Dama de los Derechos Humanos” y la CNDH hasta un premio le dio, pero en realidad su discurso no es el de la defensa de los derechos humanos. Su discurso es el de la venganza y la represión. Rosario Ibarra es la antípoda de la señora Wallace. Rosario dice quiero justicia, no venganza. Estoy contra la desaparición de quien sea, aun si desaparecieran a un hijo de Echeverría estaría en contra. La señora Wallace quiere castigo y si es posible tortura en la que ella misma pueda ser testigo y acompañar a la policía como comandante. Su propuesta apoya la línea de Calderón al pedir mayores penas, más policías y militares, mayor represión. Su práctica -de la que se siente orgullosa como ciudadana- ha sido la de operadora de la policía y agente de García Luna, deteniendo y torturando a sospechosos del secuestro y asesinato de su hijo.

Beatriz Paredes, que presumía de representar una posición feminista dentro del aparato oficial permitió que en su periodo como Presidenta del PRI y coordinadora de los diputados federales del PRI se legislara en mas de una docena de congresos estatales por “el derecho a la vida desde la concepción” con el voto no sólo del PAN, sino también del PRI (y a veces de diputados y ¡diputadas! del PRD). Ejemplo de la demagogia del PRI -del viejo y del nuevo PRI- Beatriz Paredes tampoco tiene autoridad para decir que representa y defiende a las mujeres y sus derechos cuando claudicó frente a la mayor ofensiva política e ideológica de la derecha y la Iglesia contra derechos ya conquistados, en algunos casos, para las mujeres.

 

¿Candidatos ciudadanos o independientes?

 

El otro mito desde hace tiempo desarrollado es el de la supuesta neutralidad o independencia de los ciudadanos frente a los políticos. Se aprovecha el bien ganado desprestigio de los partidos institucionales para demagógicamente inventar que se está por encima de toda posición política. Tomar posición es tomar partido frente a los conflictos de la realidad. La política no es simplemente campañas electorales, sino participar y por tanto tomar posición frente a la cosa pública. No hay contradicción entre ser ciudadano y ser político. Aunque haya partidos y políticos desprestigiados y corruptos, criminales u homicidas, eso es por la responsabilidad y posición de cada partido o político y no característica común al hacer política y ser político. Depende con quién lo hagas y con qué posición. Y así como hay política, partidos y políticos corruptos y asesinos, hay partidos y políticos de derecha, u oportunistas, pero tambièn es posible una política y partidos de izquierda revolucionaria y anti sistema.

Ciudadan@s son quienes teniendo más de 18 años ejercen sus derechos políticos, entre ellos el de definirse y participar y tomar partido. Una vez que participas, todos somos políticos y tomamos partido. No hay unos que son “ciudadanos” y otros “políticos”.

Incluso los que son abstencionistas, los que dicen que son ciudadanos independientes de la política, están haciendo política y tomando posición, aunque lo hagan de manera demagógica queriendo engañar a la gente de que ellos son neutrales. Y son oportunistas para supuestamente ganar electoralmente con la táctica de engaña-bobos deslindándose de los “políticos”. En realidad, es una de las peores y viles formas de hacer política. Como cuando Quadri va a un acto de campaña en su jetta blindado y rodeado de guardaespaldas y una cuadra antes del acto se baja del auto dejándoselo a su chofer y se sube a una vieja combie, con los colores del PANAL, para llegar a su acto manejando él mismo la destartalada camioneta (y contaminante a pesar de su otro discurso demagógico de que es ecologista).

Correctamente dice Rodríguez Araujo: “En clave marxista la interpretación es un tanto diferente. Un ciudadano es parte de una comunidad política cuyos derechos los ejerce participando en la vida social junto con los demás miembros de esa comunidad. En términos de Marshall, para citar a un autor no marxista, la ciudadanía es el estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad. En ambos casos se refiere a todos los que teniendo estatus de ciudadanos participan en la vida social, sean representantes de la sociedad o de una parte de ésta (gobernantes, diputados, dirigentes empresariales o sindicales, etcétera), sean ciudadanos sin representación o sean ciudadanos organizados en partidos políticos. Todos los ciudadanos son, por lo tanto, tan independientes como quieran y puedan serlo, y parte de su relativa independencia consiste en asociarse a comunidades de acción, por fines específicos al margen de identidades políticas y/o ideológicas, o en partidos políticos en los que encuentren una cierta identidad distinta de otros partidos y con los que aspiren a la toma del poder, bien para perpetuarse en él o para cambiar el estado de cosas.

Los ciudadanos, entonces, forman asociaciones de diversos tipos (por ciertos objetivos pluriclasistas, por otros definidamente clasistas, por coincidencias políticas e incluso por identidades raciales, étnicas, religiosas, etcétera). Unas de esas asociaciones son efímeras (que desaparecen una vez logrados sus objetivos o por inanición) y otras son más o menos permanentes (como algunos partidos políticos u organizaciones gremiales, sean de trabajadores o de empresarios). Los ciudadanos aislados, cuando existen, son individuos con intereses personales, normalmente egoístas y mezquinos. Tal vez a éstos se les pueda llamar ciudadanos independientes, aunque el término es muy discutible, pues la independencia supondría que no recibió influencias familiares, educativas, religiosas, televisivas y más; es decir, que su libre albedrío no está determinado por nada externo y de alguna manera ajeno. ¿Existirán este tipo de personas? ¿Será suficiente decir no estoy con Juana ni con Chana sino sólo conmigo y mi circunstancia? Ni los niños de probeta, pues una vez que nacieron comienzan a recibir influencias externas.” (Octavio Rodríguez Araujo: “Candidaturas independientes” en La Jornada el 28 de julio de 2011).

 

Hacer política, tomar partido, construir partido

 

A la mitad de la campaña electoral (formalmente de cuatro meses) obviamente hay tareas inmediatas que debemos continuar y reforzar. En algunos lugares participamos por medio de MORENA, en otros aliados con MORENA pero por medio de la OPT y construyendo la OPT, directamente como militantes del PRT opinando y participando en foros de discusión de la campaña en temas de jóvenes, de derechos humanos, de mujeres, de cultura. Promoviendo el voto, participando en debates en las escuelas o en las redes sociales con los que tienen dudas u otras apreciaciones, ayudando en otros casos para conseguir representantes de casilla o “protagonistas del cambio verdadero”. Ejemplo especial en el terreno práctico es la acción de nuestra brigada en Jalisco, un estado decisivo por el número de votos que aporta.

Todas las tareas inmediatas en este ultimo jalón de la campaña electoral tienen que continuarse y reforzarse incorporando camaradas y más compañeros a la lucha en los diversos niveles que cada quien pueda. Al mismo tiempo que las inmediatas, las tareas mediatas avanzan, desde la preparación para la defensa del voto hasta hacer que la incorporación de más compañeros a la lucha política se traduzca en organización política permanente en el marco de la OPT o del PRT.

En lo inmediato, implica apoyar políticamente y reforzar ciertas candidaturas, además del trabajo general por la presidencial. En primer lugar reforzar, posicionar y potenciar la candidatura de Martín Esparza en representación de la OPT y el SME. En un lapso muy corto de tiempo, desde su fundación, la OPT ha tenido que definirse sobre aspectos centrales de la lucha actual. Así como apoyamos el carácter independiente, militante y democrático con que se constituyó en agosto del año pasado, luego hemos logrado y coincidido con la posición de participar electoralmente apoyando la candidatura de AMLO en diciembre, así como la posición de hacer alianza electoral y buscar candidaturas propias en la coalición del Movimiento Progresista. Todo lo anterior en medio de la discusión sobre otras opciones que se presentaban y que la OPT no aceptó. Finalmente, aunque solamente se consiguió una candidatura -la de Esparza y Montes de Oca como suplente- en las listas del PT, se avanza a colocar a la OPT y el SME como otra referencia en la campaña electoral, al tiempo que lentamente pero se avanza en la organización, afiliación y construcción de la propia OPT.

Ratificamos la declaración del CP del PRT dada a conocer en el acto de alianza con AMLO en febrero en Villa Nicolás Romero cuando dice:

En torno a la precandidatura presidencial de AMLO se ha venido agrupando un gran abanico de fuerzas políticas y sociales en oposición al grupo oligárquico representado tanto por el PAN como por el PRI. El descontento, oposición e insatisfacción con la minoría burguesa de esta oligarquía que defienden tanto el PRI como el PAN, ha venido creciendo mucho porque atenta no solamente contra los derechos y conquistas del pueblo trabajador, sino también contra amplios sectores de la población, incluso otros diferentes grupos empresariales, desplazados del poder y aún más grave los intereses nacionales al subordinarse, como lo ha hecho el gobierno de FECAL a los intereses imperialistas. La candidatura de AMLO ha servido de unidad de un conjunto de sectores e intereses muy diversos opuestos al PRI y al PAN, incluso de grupos provenientes de estos partidos. El abanico alrededor de AMLO no es solamente en el terreno político al nivel del llamado Movimiento Progresista que agrupa a los partidos con registro PRD, PT y Movimiento Ciudadano y MORENA, actualmente sin registro, al igual que la OPT. El amplio abanico es también un bloque social y político de diversas fuerzas unidas contra el grupo oligárquico y que se expresará en el terreno electoral apoyando a AMLO.

En ese bloque social y político alrededor de AMLO faltaba también una representación política de los trabajadores, de los intereses de la clase trabajadora. Esta es la importancia del acuerdo político electoral suscrito este 4 de febrero entre la OPT y AMLO. En el gran bloque social del Movimiento Progresista en que ya hay sectores empresariales y corrientes políticas muy diversas, nacionalistas, social liberales, socialdemócratas y muchos provenientes del PRI y del PAN, el acuerdo de este 4 de febrero implica la incorporación de los intereses de los trabajadores y al nivel de la coalición de partidos con registro, PRD, PT y Movimiento Ciudadano y sin registro como MORENA, ahora la representación del partido de los trabajadores y sus organizaciones, la OPT.

Es cierto que algunos aspectos de los programas e intereses de un bloque social tan amplio pueden ser diferentes. Lo que nos une ahora es la posibilidad de emprender juntos una lucha para sacar del gobierno a los partidos de la oligarquía el PRI y el PAN. Como cada sector social que se une a este Movimiento Progresista con AMLO, nosotros también reclamamos particularmente nuestros derechos e intereses, especialmente la necesidad de revertir los procesos privatizadores de las empresas nacionales, como sucedió con la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Al mismo tiempo que lo proponemos para el programa del nuevo gobierno encabezado por AMLO, necesitaremos también contar con representantes populares en la Cámaras para defender el programa de los trabajadores y la izquierda que representa la OPT.

Al suscribir este sábado 4 de febrero este acuerdo con AMLO, la OPT se estrena también en este terreno de lucha político electoral. Convocaremos a los trabajadores de todo el país no solamente a votar el 1 de julio, sino también a incorporarse a la lucha y el programa que defiende la OPT por la soberanía nacional y la emancipación social. La OPT, recién fundada en agosto pasado, se proyecta como un amplio partido de los trabajadores y sus organizaciones, convocado por los trabajadores electricistas en lucha y resistencia, que hoy ya es plural, pero que en el curso de esta campaña deberá crecer más con compañeros y compañeras, militantes sindicales y de la izquierda socialista y de nuevas organizaciones que tendrán en la OPT la posibilidad de participar ahora también en la lucha político electoral defendiendo dentro del bloque alrededor de AMLO, los intereses de la clase trabajadora y una política de izquierda antineoliberal y anticapitalista. Los militantes del PRT que somos parte constitutiva de la OPT desde su fundación, les invitamos a incorporarse ya a la nueva Organización Política del Pueblo y los Trabajadores” (“Acuerdo OPT-AMLO. Con los trabajadores el cambio verdadero va”. Declaración del 4 de febrero de 2012 del PRT, publicada en Bandera Socialista 39).

Por lo anterior es que le damos importancia especial a apoyar la candidatura de Martín Esparza, impulsando la construcción de la OPT en la propia campaña y preparándonos para el reto que significaría para una recién fundada OPT contar con una representación parlamentaria de izquierda y proletaria pero minoritaria en el contexto del Legislativo que se dibuja.

Hay otras candidaturas sobre las que la Conferencia del PRT debe resolver formas de apoyo político y si se pudiera directamente de campaña electoral. La más importante es la de Lupita Quijano como candidata a diputada federal por el distrito 2 de Colima con cabecera en Manzanillo. Por la identidad política que tenemos con Lupita como por el perfil feminista de su candidatura y compromiso es una candidatura que podemos poner como ejemplo de nuestro discurso más allá de Colima. Pero en Colima mismo puede ser cabeza visible de esta corriente de izquierda socialista y feminista junto con otros y otras camaradas que son candidatos en las elecciones locales para ayuntamientos y diputaciones locales. Lamentablemente no tenemos recursos como para integrar una brigada de apoyo en Colima, como con la que contamos desde hace un par de meses en Jalisco. Las posibilidades de apoyo en particular a otras candidaturas en otros lugares del país, deberá revisarlas la Conferencia Nacional tratando de confirmar si se lograron también en el caso de Sara López como candidata a Presidenta Municipal de Candelaria, Campeche, de Ramón Patiño, como candidato suplente a Senador por Puebla, la de otra candidatura de la OPT en Ciudad Juárez, así como la del compañero Porcayo del SME en Morelos, de Adriana González en Sonora como suplente de Ana Guevara para el Senado, de Martha Ojeda en Tamaulipas, de Manuel Chablé en Campeche y lo que en estos días se haya definido en el DF, así como en Oaxaca.

Simultáneamente en este periodo de creciente efervecencia política, incluso de sectores de la juventud estudiantil -como se está viendo en la reacción frente a los candidatos en varias universidades, incluso privadas- hay que impulsar abiertamente la participación política de más gente y compañeros de lucha. En varios niveles: en la campaña electoral, en la campaña de ciertos candidatos, en MORENA, pero también de una participación permanente y de largo plazo con la izquierda socialista y revolucionaria en la OPT y el PRT. Para algunos será primera participación política por medio de la campaña; para otros a los que ya no es suficiente o satisfactorio la experiencia de MORENA o del PRD, la alternativa podrá ser la OPT o el PRT. En todo ello cuenta mucho el contacto directo con estos activistas y la presencia de nuestras publicaciones escritas, permanente, especialmente el periódico Bandera Socialista o suplementos de BS, para hacer un esfuerzo en estas semanas de hacer publicaciones más frecuentes. También convocar en el local partidario a discusiones y mesas redondas sobre el desarrollo de estos acontecimientos. En este momento se trata de mayor flexibilidad y apertura y en la medida de lo posible, antes y después de las votaciones del 1 de julio, la constitución de nuevos comités tanto de la OPT como del PRT.

Desde el Congreso Nacional del PRT previmos que podría venirse un periodo de gran turbulencia política que independientemente del resultado de la lucha contra el régimen oligárquico provocará un nuevo reacomodo de fuerzas políticas, como en ocasiones anteriores y en situaciones similares, llegando hasta la desaparición de antiguos partidos y formaciones políticas y el surgimiento o reposicionamiento de otras. En esta crisis se anuncia ya el fin de ciclo de la izquierda institucionalizada y posiblemente un reposicionamiento de la izquierda radical, socialista, revolucionaria o anticapitalista. Es un proceso que ya ha iniciado y que, obviamente, dependiendo de la evolución de los acontecimientos y confrontaciones se profundizará o desviará.

En la resolución del XII Congreso Nacional del PRT, celebrado en agosto del 2010, titulada “Rutas en el camino para la construcción de un partido revolucionario” dijimos en el punto 4 titulado Rechazamos la disolución y avanzamos en dos caminos no excluyentes lo siguiente:

Los movimientos, desarrollos políticos y acontecimientos recientes nos confirman la perspectiva señalada en el Congreso de julio del 2009 al decir que se ha abierto “una nueva oportunidad en la construcción de un partido revolucionario” y que en ese marco se profundiza la crisis de las diversas alternativas políticas y partidarias. En esos reacomodos, nuevas formaciones o partidos políticos pueden surgir y otros desaparecer -práctica o virtualmente- como en anteriores crisis y reacomodos. Las posibilidades para un proyecto del marxismo revolucionario como el que el PRT representa no son automáticas, sino que dependen también de su capacidad para proponer esta alternativa en el seno de los principales movimientos sociales, de masas, que pese a la represión y las reformas neoliberales impuestas, se mantienen y aumentan. Siguiendo con la orientación del Congreso de julio del 2009 se trata del impulso y reorganización del PRT como un instrumento autónomo de nuestra corriente, pero ligado, inmerso, en el seno de esos movimientos. Rechazamos la perspectiva de disolución, reafirmamos más en este momento la necesidad de esta organización propia y autónoma, pero presentes e identificados con la causa de estos principales movimientos como la vía de construcción, crecimiento y consolidación como alternativa propia del socialismo revolucionario. Dos posibles caminos en el seno del movimiento se abren ahora. No son necesariamente excluyentes y su posibilidad también está determinada por su evolución pues hoy mismo son proyectos que están en curso de definirse y en todo caso se requiere también luchar, empujar, convencer sobre la perspectiva que les vemos. Uno de estos dos caminos es el del movimiento de los trabajadores y la lucha de diversos movimientos sociales encabezados básicamente por el SME. La posibilidad de que avance hacia un movimiento político de los trabajadores, es decir una perspectiva política clasista, en la lógica de lo que llamamos un partido obrero, un partido de los trabajadores, que construye la independencia política de los trabajadores, no por medio de pequeñas organizaciones revolucionarias sino de una organización de masas, basada en los sindicatos prioritariamente, como alternativa al control corporativo de los sindicatos por parte del PRI . El otro camino es de la perspectiva democrática, nacionalista, antioligárquica y antimperialista que se está construyendo alrededor del movimiento dirigido por AMLO, en ruptura con el colaboracionismo del PRD, y organizando alternativamente un partido-movimiento que se prepara para una nueva confrontación con el PRI y PAN en el terreno electoral en el 2012. La confrontación puede conducir a una crisis mayor que la del 2006 y dependiendo del curso de la lucha y las alternativas de dirección del mismo, a una ruptura democrática con el régimen imperante, además de ser un terreno favorable en el curso de los siguientes años de aquí al 2012 para el crecimiento de la propuesta del PRT. El Congreso Nacional del PRT no necesita ahora asumir uno de estos dos caminos como excluyente, alternativos u opcionales, pues ninguna de las dos opciones están consolidadas en las perspectivas que les vemos. Hay que empujar en la dirección señalada en ambos casos, pero como su logro no depende exclusivamente de nosotros y hoy escapa a nuestras posibilidades de determinarlo categóricamente es que en ambos participamos. Pronto se verá si se consolida lo que hoy es un proyecto para entonces determinar prioridades y si ambos proyectos avanzaran paralelamente para igualmente buscar los caminos de unidad de acción, de frente unido, en las siguientes confrontaciones con el régimen de la derecha autoritaria y neoliberal del PRIAN”.

En el punto 6 titulado La propuesta del PRT, en medio de la crisis concluíamos la idea afirmando:

Para participar en el desarrollo del movimiento de resistencias al neoliberalismo, de defensa de los derechos y conquistas del movimiento obrero y de defensa de las libertades democráticas sometidas a ataque en todos los frentes (desde el respeto al voto hasta el derecho de las mujeres a decidir) se requiere una fuerza política que ayude a unir estos movimientos en la perspectiva política del fin del régimen político actual, que lo haga además en la perspectiva clasista propia del socialismo revolucionario. Una perspectiva que objetivamente se impone con la crudeza de la lucha de clases actual, el odio de clase desatado por la oligarquía en el poder. Las condiciones para el reposicionamiento y crecimiento de la influencia política de una corriente del socialismo revolucionario como la que representa el PRT están enmarcadas en la crisis de todas las formaciones políticas, antesala o anuncio del cambio de régimen político que ocurrirá en todos los terrenos incluido en el reacomodo de todas las fuerzas políticas presentes, hasta con la desaparición o surgimiento de corrientes y partidos políticos, como analizamos en el Congreso de julio del 2009 (op cit). El fin del ciclo de hegemonía de la izquierda institucionalizada que señalamos en el Congreso Extraordinario de julio del 2009, es parte de estos cambios”.

Habrá que hacer el balance -en otro momento- de lo avanzado en esta perspectiva pero indudablemente va apuntando en la dirección señalada. La constitución de la OPT en agosto del 2011 es un importante paso en la construcción de un partido de los trabajadores y sus organizaciones. No es un proceso consolidado ni completo. De inmediato ha tenido que enfrentarse a retos como el de estas elecciones presidenciales. El crecimiento e influencia de la OPT está en curso pero no se acerca todavía a lo que era posible: la fusión con otras contingentes del movimiento obrero en lucha, como los mineros, el paso de la afiliación a la organización de comités de la OPT y sobre todo la acción política propia como OPT con el perfil propio de la OPT y no solamente en solidaridad y acompañamiento, pero diluido con otros movimientos. Darle realmente el carácter de organización partidaria, aunque sea organización amplia y plural, agrupando a otras organizaciones. Fortalecer el perfil ideológico y político de la organización, lo que será un reto mayor en la posibilidad de contar a un año de su fundación con representación parlamentaria para mostrar y desarrollar una identidad clasista, independiente del colaboracionismo y electoralismo de la izquierda institucionalizada.

MORENA ha surgido como la opción alternativa y confiable propuesta por AMLO frente a la descomposición y colaboracionismo del PRD. Es todavía un movimiento político amplio alrededor de AMLO y dirigido verticalmente por éste, condición necesaria para mantenerlo unido. Como AMLO ha logrado posicionarlo como partido-movimiento junto a los demás partidos legales de la coalición, su éxito ha atraído no solo a sectores pluriclasistas como los que ya hemos señalado, sino también a carreristas del PRD que ven mayores posibilidades en su búsqueda de posiciones en MORENA que frente a las tribus hegemónicas en el PRD, pero trayendo a MORENA las prácticas manipuladoras y clientelares del PRD. Obviamente, el futuro de MORENA está determinado por los resultados de la elección de julio. Desde el año pasado, AMLO convocó a realizar el primer congreso de MORENA en noviembre del 2012, es decir después de las elecciones. Por lo que es la evolución actual de MORENA y por la importancia de mantener la autonomía incluso frente a un nuevo gobierno como el de AMLO, si la decisión de noviembre fuera avanzar a conformar MORENA en un nuevo partido, aunque confirmara el fin del ciclo de hegemonía del PRD en la izquierda institucional, no sería posible para la izquierda socialista y revolucionaria participar en esa formación. La composición pluriclasista de MORENA y la perspectiva estratégica como partido, ya fuera nacionalista, democrática, antineoliberal y hasta cierto punto antimperialista, sería diferente a la perspectiva que proponemos en este terreno mínimamente marcada por el anticapitalismo y un enfoque desde los intereses de la clase y el pueblo trabajador, ya no digas socialista revolucionario e internacionalista, feminista y ecosocialista como se define el PRT. Además de que un partido de esas características convocado eventualmente desde la cabeza de un nuevo gobierno lo marcaría por su dependencia política. Pero, hay ahora otra complicación porque el planteamiento del congreso de noviembre fue hecho por AMLO antes de la definición formal de su candidatura. Cuando se decidió la candidatura de AMLO, en vez de la de Ebrard, además de que le concedió a Ebrard la definición de la campaña y candidaturas en el DF, éste le planteó a AMLO que al terminar la campaña efectivamente se constituyera una nueva fuerza política pero que ésta abarcara a todo el Movimiento Progresista, es decir no solamente a la fuerza organizada por AMLO en MORENA, sino a los otros partidos, el PRD, PT y MC y otras corrientes políticas como la que representan Ebrard y Camacho Solís. Es decir que de conformarse así un nuevo partido, además del carácter pluriclasista donde predominan los intereses empresariales, habría una heterogeneidad política aún mayor que la del PRD donde florece el eclecticismo y el pragmatismo rápidamente con el conocido discurso de no tomar definiciones ideológicas y políticas que “dificultan” la unidad. Adicionalmente la composición de un partido como ése estaría hegemonizado por corrientes derechistas y social liberales.

Frente a esa perspectiva es que en el reacomodo de fuerzas políticas que se vendría es que sería de capital importancia que la OPT pudiera consolidarse como el partido de los trabajadores y sus organizaciones ofreciendo una alternativa autónoma, de clase, anticapitalista y antimperialista.

Por ahí irían los nuevos retos que dependerán, obviamente, de los resultados del 1 de julio.