Ni declino ni me inclino

Cuando se cumple un aniversario más de algún hecho importante en nuestras vidas, generalmente volteamos al pasado buscando saber si hemos hecho bien las cosas.

Nuestros familiares, los desaparecidos políticos, no son delincuentes y nunca lo fueron, eran hombres y mujeres, jóvenes su mayoría, que cansados de ver a sus pueblo en la miseria y con hambre, sufriendo abusos e injusticia, trocaron sus sueños impetuosos de libertad por acciones revolucionarias, empeñando su vida en esta búsqueda de victoria para su causa. Se unieron firmes y determinados en esta lucha por el bien de todos y aun cuando a algunos de ellos no les faltaba nada y gozaban de un relativo bienestar, no cerraron sus ojos ni volvieron la espalda a los infortunios de sus prójimos.

Ante esto la respuesta del mal gobierno de México fue brutal, y tenían tiempo preparados para ello. La policía política no sólo la había entrenado y era asesorada por el gobierno en EU, también le informaba a este de las detenciones según consta en los archivos de la Dirección Federal de Seguridad.

Cobardes, no son otra cosa. Agazapados en la ignominia atacaron, secuestraron y con los cautivos inermes disfrutaron su sufrimiento en la tortura y el nuestro por no saber de ellos.

¡No! Pero no se sientan seguros en sus poltronas, señores del poder; calcularon mal.

Aquí seguimos peleando por su vida y su libertad. Nosotros nunca les quitaremos la vida a los nuestros ni con el más leve pensamiento. Ellos, los nuestros, siempre sintieron suya la tierra que pisaban y pudieron ver a un hermano en cada ser oprimido. No podemos soslayar eso en lo que creyeron cuando salieron de sus hogares a luchar.

Por luchas contra la injusticia los llamaron enemigos de la Patria y pensaron que con su detención y desaparición habían arrancado el problema de raíz, pero se equivocaron.

Ayer (17 de abril de 2013) se cumplieron 36 años de que nos agrupamos en el Comité ¡Eureka! Y no ha pasado un solo día en que hayamos dejado de exigir justicia y libertad para los nuestros. Hemos hecho llegar el eco de sus voces a la selva, a la montaña, a las aulas universitarias, al mitin pueblerino, a los sindicatos, a las enormes y lujosas tribunas internacionales, en fin donde quiera que se luche y se denuncien las injusticias y se echen en cara a los poderosos sus abusos y sus crímenes, y aunque todavía no estén con nosotros, ya tienen su lugar en la historia en el sitio que les corresponde: donde están los que dan sin esperar nada, los que han liberado esclavos, los han sembrado máximas sabias en la mente de los hombres, los que han destruido tronos, los que ha dulcificado la amargura que paladean los oprimidos, los que han querido hacer de este mundo una patria grande y ubérrima para todos, donde están aquellos a quienes el peligro no turba y el miedo no los paraliza.

Hoy (18 de abril de 2013) se cumplen 38 años de la desaparición forzada de mi hijo Jesús Piedra Ibarra; como a todas a las que nos han arrebatado lo más preciado, he cargado desde entonces ese dolor punzante que no te deja ni un instante, pero que al mismo tiempo nos ha servido de acicate para seguir adelante. Hijo mío, aquí sigo luchando por ti y por todos.

Ni declino ni me inclino.

Rosario Ibarra