PRT: Contra el gasolinazo y las reformas estructurales ¡Fuera Peña!

 Contra el gasolinazo y las reformas estructurales

¡FUERA PEÑA!

 

Como se preveía, el inicio de 2017 no ha hecho sino profundizar una crisis política y social de gran calado que viene gestándose desde hace años. El reciente incremento al precio de los combustibles y su esperado efecto inflacionario generalizado, en especial para productos de primera necesidad, no sólo atrofian, aún mas, la economía popular tan golpeada por décadas de privatizaciones y políticas anti populares y contrarias a los intereses del pueblo trabajador; sino que muestran, ahora en el plano económico, la crisis de régimen por la que atravies

a el país y el cinismo draconiano del Estado. México recibe al año en medio de una auténtica revuelta popular espontánea, un periodo que asegura lucha y donde, como en otros momentos, la victoria puede, si bien no fácilmente, alcanzarse.

 

De un día para otro, y con poco tiempo de anticipación, el precio de la gasolina, se incrementó en hasta un 20%, una quinta parte. Esta medida, surrealistamente, ha sido defendida por el régimen como “una decisión difícil, que de no hacerla tendría consecuencias mayores para la estabilidad económica”. ¿Estabilidad para quién? Al mismo tiempo, como se estipula en la reforma energética del “Pacto por México” (PRI-PAN-PRD) los precios del combustible se estarán liberalizando paulatinamente mientras PEMEX va perdiendo progresivamente la exclusividad en la distribución de gasolina frente a filiales internacionales, quienes, por supuesto, llegado el momento podrán ofrecer precios menores y así terminar de poner el último clavo en el ataud de Petróleos Mexicanos y de la soberanía nacional.

 

El régimen, empero, insiste en que el gasolinazo se debe a “factores externos”, supuestamente por incrementos en el precio internacional de la gasolina, ¡que un país petrolero importa! En consecuencia, según la lógica del gobierno, hay que subir los precios. El cuento oficial olvida que el ligero incremento en los precios de los combustibles viene siendo apenas el repunte después de una de las caídas mas estrepitosas en los precios internacionales de petróleo crudo, gasolinas, gas, minerales y otras materias primas. Cuando este fenómeno sucedía, en los dos años anteriores, los precios de las gasolinas no solo no bajaban, sino que los gasolinazos (de menor medida) se continuaban dando. Incluso, vimos al otrora secretario de Hacienda (hoy “becario de la Universidad Trump” en Relaciones Exteriores) anunciando recortes al gasto social, consecuencia de la baja de precios (no así al gasto en policía y ejército o en mantener los privilegios de la alta burocracia); y hoy, cínicamente, tratan de justificar el reciente gasolinazo amenazando con hipotéticas cancelaciones de programas sociales y paralizaciones en la seguridad social si el precio del combustible no se incrementaba; dejando de lado, también, los incrementos en gas, electricidad y otros servicios básicos, también programados y votados por el Congreso a finales del año pasado.

 

Quizá uno de los elementos que más han generado descontento en la sociedad es la contraposición entre el llamado a falsas “unidades nacionales” y el descarado desprecio y prepotencia de las cabezas del régimen. Cuando el país iniciaba el año sumido en el descontento y la incertidumbre, el supuesto jefe de estado jugaba al golf; mientras afirman que “no había otra forma” de tener finanzas públicas sanas, nada se dice de los ominosos escándalos de corrupción que han marcado el sexenio peñista, así como los desfalcos de no pocos gobernadores, independientemente de su afiliación partidaria inmediata.

 

Si a esto se agrega la crisis de violencia que no cesa, la constante represión a todo tipo de movimientos sociales, pero sobre todo, las consecuencias de contar con una de las sociedades mas desiguales del planeta, muchos pobres cada vez mas pobres y pocos ricos cada vez mas ricos; se tienen los elementos para una auténtica crisis social de enorme profundidad.

 

Y sin embargo luchamos. Desde el primer día del año, decenas de acciones de protesta, chicas, medianas, grandes, se realizan en todo el territorio nacional. Algunas convocadas por referentes organizados, principalmente transportistas, otras desde colectivos y asambleas plurales, otras mas espontáneas. Que no quede lugar a dudas, estamos ante una auténtica revuelta popular, espontánea, descordinada, pero llena de descontento y enojo social, no solo contra el gasolinazo, sino viendo a éste como el corolario (otro mas) de una larga lista de agravios al pueblo trabajador. En algunos casos, las protestas, han desembocado en acciones de saqueo principalmente a establecimeintos de grandes cadenas comerciales. En una coyuntura de tal importancia, resulta central distanciarnos de cualquier teoría conspirativa o afín. Sí, es probable que en algunos lugares concretos, los saqueos hayan sido incitados por grupos corporativos afines al régimen. De ser así, esto no hace sino demostrar la profundidad de la crisis y la desesperación del régimen por tratar de acallar el descontento. Pero sería, por decir lo menos, equivocado pensar que todas las acciones de este tipo estuvieran orquestadas por maquinarias clientelares. En todo caso, son parte de una expresión general del descontento, hasta ahora desorganizado y multiforme.

 

Lo que sin lugar a dudas se ha confirmado con el paso de los días es una campaña de miedo, esa si promovida desde el Estado, que busca generar confusión, pánico y en última instancia desmovilización. Llegando incluso al punto de ver vehículos de policía voceando en barrios populares del Estado de México, que de facto se imponían toques de queda. O como también se ha documentado, por medio de bots, cuentas falsas en redes sociales. Esto contrasta con un clima de protesta que crece a cada día, como lo muestran los bloqueos carreteros en el norte, la expulsión de la Policía Federal en Hidalgo o la multitudinaria marcha en Monterrey.

 

Desde 2014, cuando miles exigían la presentación con vida de los estudiantes de Ayotzinapa, algo se rompió en la sociedad mexicana. Un descontento generalizado que cada vez alcanza, de forma irregular, a mayores capas de la población. La crisis de régimen se profundiza y es nuestro deber empujar en ese sentido. Promover, por encima de las campañas de miedo, movilizaciones, asambleas, brigadas, en fin acciones que ayuden a organizar el descontento y canalizarlo en el enojo organizado, pues ésta es la única forma de tirar el gasolinazo, de echar abajo las reformas estructurales y, de cambiar el país de base. El clamor es uno: ¡abajo el gasolinazo! ¡Fuera Peña Nieto!

 

Partido Revoulucionario de los Trabajadores

México, enero 2017