Una nueva oportunidad en la construcción de un partido revolucionario

Proyecto de resolución para el Congreso Extraordinario del PRT de julio del 2009.

1. La crisis económica abre las posibilidades de un crecimiento de las luchas de resistencia al neoliberalismo que, de todos modos, se han venido desarrollando en los últimos años. La crisis y particularmente los efectos de la recesión económica, así como la continuación de la política de la derecha marcada por el interés privatizador y concentrador de la riqueza, y ahora pretendiendo hacer caer los costos de la crisis sobre los hombros del pueblo trabajador, conocerán, todo lo indica, un  crecimiento de las luchas de resistencia y de defensa de los derechos, conquistas y nivel de vida de los trabajadores de la ciudad y el campo.

El anterior no es un pronóstico superficialmente optimista sobre la voluntad y capacidad de lucha del pueblo mexicano, sino consecuencia de las luchas que ya han venido ocurriendo en los años recientes. Es una larga lista que va desde la resistencia contra el fraude electoral del 2006, la experiencia de autoorganización de los pueblos de Oaxaca en la APPO, la resistencia contra los planes privatizadores de la energía eléctrica, encabezada por los propios trabajadores electricistas, la resistencia, especialmente del magisterio, frente a la reforma de la Ley de ISSSTE, la larga lucha contra la privatización del petróleo, encabezada por AMLO (Andrés Manuel López Obrador), la nueva oleada de luchas del magisterio en resistencia contra la imposición de la ACE (Alianza por la Calidad de la Educación) suscrita por Felipe Calderón y Elba Esther Gordillo, firmas igualmente ilegítimas, y la repercusión, como antes en Oaxaca, en la movilización popular, más allá del magisterio, en el ejemplo del Consejo de Pueblos de Morelos, la huelga por más de 20 meses ya en Cananea y en otros centros de trabajo del Sindicato Minero, resistiendo la intromisión gubernamental en la vida sindical, así como reclamando sus demandas económicas, pero son también las luchas contra la represión y la impunidad que no olvidan las causas de Atenco, así como la larga lista de desaparecidos, aumentada ahora con casos como los de los militantes del EPR o como el de Francisco Paredes en Michoacán, los petroleros desaparecidos en Nuevo León, las víctimas de la militarización del país y las violaciones a derechos humanos de la población civil en el marco de la llamada “guerra al narcotráfico” en Chihuahua, Guerrero, Sinaloa, Michoacán, Zongolica, Coahuila, Nuevo León y cada vez en más regiones del país, la lucha también contra las alzas permanentes a las tarifas de la luz o contra los desalojos y la privatización de la cartera vencida de los derechohabientes de INFONAVIT.

Con esos antecedentes inmediatos de lucha es muy probable y si no, en todo caso, debemos impulsar en todas las formas posibles la resistencia y la lucha contra el desempleo, la carestía de la vida, los efectos de la recesión y la política a favor de una minoría capitalista que la derecha de dentro y fuera del gobierno quiere imponer. La lucha es posible también porque se trata de la defensa de derechos, conquistas previas, que ahora se pretenden eliminar. No compartimos la visión que espera la derrota y el aplastamiento del pueblo trabajador suponiendo que eso radicalizará la lucha, Ahora es el momento de la resistencia y la lucha. Si el aplastamiento se impone, lo que puede cundir no es la radicalización de izquierda, sino la desmoralización, el reflujo en la lucha y organización y el crecimiento del pensamiento de la derecha. Es ahora que hay que resistir, luchar, organizarse para evitar una conclusión de derrota.

2.  Para las perspectivas inmediatas hay que registrar también que no ha habido derrota contundente que frene las recientes luchas de resistencia. El balance es contradictorio. Es cierto que la derecha ha logrado imponer, con todo y las dificultades habidas, sus planes, reformas legales y medidas privatizadoras en la lógica neoliberal. Además esta lógica neoliberal implica no solamente políticas públicas, sino un proceso de desorganización de la fuerza colectiva de los trabajadores, como lo muestra el debilitamiento de los sindicatos y los procesos de disminución de la fuerza sindicalizada. Pero los movimientos opositores a esas medidas no han sido aplastados de modo que se impusiera una derrota que abriera un periodo de reflujo o desmoralización.
La reforma al ISSSTE se impuso en el terreno legislativo, pero el movimiento abrió un largo periodo de resistencia, interpuso más de un millón de amparos y sigue obstaculizando la aplicación de la reforma. En la defensa de la industria petrolera, la reforma aprobada dejó una ventana para la privatización pero se evitó el albazo de abril del 2008, se derrotó en el terreno de las ideas el proyecto privatizador y se impidió la aprobación completa del proyecto de Felipe Calderón, al mismo tiempo que se rechazó la conciliación que legitimara la reforma como proponía la mayoría de los legisladores del PRD, lo que permite a este movimiento continuar vigilante contra los intentos de aprovechar esa ventana para introducir por ahí  los intereses de las compañías petroleras imperialistas. La ACE no ha podido cancelarse nacionalmente, entre otras cosas por la descentralización educativa previamente impuesta lo que ha marcado la entrada asimétrica a la lucha por parte de las diversas secciones del sindicato magisterial (desde Quintana Roo hasta Baja California Sur, pasando por Michoacán, Puebla o Morelos) pero también las posibilidades de frenarla en forma desigual. Con un saldo de una veintena de maestros despedidos en Morelos, que es donde se dieron las mayores formas de represión, pero también de resistencia popular en verdaderas batallas como la de Xoxocotla, el movimiento sigue vivo y listo para la siguiente jornada, ahora que se sabe que en diciembre pasado se aprobó sorpresivamente en la Cámara de Diputados una minuta que intenta hacer reforma legal varios de los compromisos de la ACE, como son la apertura a intereses mercantiles en la educación y en la evaluación de los maestros, así como un ataque contra la laicidad de la educación. La minuta que ahora ha pasado a su discusión al Senado, será el objetivo contra el que luchará el movimiento lo que le da una bandera que puede unificar la acción y movilización, antes desincronizada, del movimiento magisterial a nivel nacional. La huelga de los mineros en Cananea y en otros centros de trabajo no ha triunfado todavía, pero ha derrotado los varios intentos de la patronal de ilegalizarla, de declarar “inexistente” la huelga. El gobierno tampoco ha logrado imponer el desconocimiento de la dirección nacional del sindicato y el movimiento de los mineros, urgido de solidaridad y apoyo nacional, se prepara a una nueva fase de lucha contra el intento patronal de liquidar a los trabajadores y acabar con la relación laboral lo que no puede hacer legalmente en medio de una huelga reconocida.

Por otro lado, en movimientos más generales y abiertamente políticos tampoco encontramos una derrota completa. El más significativo en este terreno es el de la lucha contra el fraude electoral del 2006. Aunque se instaló un gobierno usurpador, la debilidad política del gobierno de Felipe Calderón es manifiesta, aunque recurra a la militarización del país y a reformas legales que apuntan a un Estado policíaco y con mayores restricciones de derechos políticos. A pesar de la abierta oposición al gobierno fraudulento, el movimiento encabezado por López Obrador, por medio de la CND, el “gobierno legítimo” y el Movimiento Nacional por la Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional ha logrado sortear la represión y se mantiene con fuerza extendiendo su organización por todo el país. La lucha contra la represión y por el respeto a los derechos humanos, que impulsan el FNCR y otros frentes y organismos, crece y aunque no logró evitar la aprobación de la llamada reforma judicial y mantiene la perspectiva de una amnistía general, ha logrado focalizar nuevamente el problema de la práctica de la desaparición forzada de personas, con el caso emblemático ahora de los militantes del EPR desaparecidos en Oaxaca, y en medio de un reclamo permanente se ha logrado la liberación de presos de Oaxaca, como Flavio Sosa, de los hermanos Cerezo y de varios de los presos de Atenco, aunque se mantenga la brutal sentencia de hasta más de 100 años de cárcel para Ignacio del Valle y otros dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, lo que no ha impedido la reorganización de este movimiento. El caso de la represión más amplia y brutal, junto con el caso de Atenco, es el de la represión sufrida por la APPO, sobre todo a fines del 2006 y el encarcelamiento de cientos de personas, además del asesinato de muchos activistas y gente del pueblo. Aun en este caso y con todo y las dificultades para avanzar a una reorganización del movimiento en una situación como la vivida y sin haber logrado la salida de Ulises Ruiz del gobierno de Oaxaca pero sí su amplia deslegitimación, los movimientos que dan sustento a la APPO se mantienen y ésta avanza a reorganizarse.

Es decir, para analizar las perspectivas es importante destacar el hecho de que pese a todo, no ha habido una derrota para el creciente movimiento de resistencia en el país, aunque éste se ha expresado en vías paralelas, en momentos desiguales, como en carrera de relevos y por tanto sin lograr una unidad completa. Pero no hay un aplastamiento decisivo de este movimiento como el equivalente a un 2 de octubre de 1968 o al aplastamiento de la huelga ferrocarrilera de 1959, que abriera un periodo de reflujo o desmoralización.

3. El otro elemento que hay que destacar en la evolución de las luchas de resistencia es que frecuente y rápidamente acceden a una dimensión política, se politizan, no quedan atrapados en una visión gremialista o economicista. Esto es de por sí definitorio en luchas como las encabezadas contra el fraude electoral del 2006 o por la salida de Ulises Ruiz, o contra la represión, pero también se expresa en otras luchas sociales. El movimiento magisterial contra la reforma al ISSSTE o contra la ACE, se expresa también en definiciones políticas o ante instancias gubernamentales o el Congreso de la Unión. No se diga la lucha por la defensa del petróleo. Con las consecuencias de la crisis económica se hace más presente una conciencia de ser parte de una lucha anticapitalista. No es solamente contra ésta o aquella medida gubernamental, sino la conciencia de que se enfrenta a los intereses de una minoría capitalista que busca despojar al pueblo trabajador y a la nación de la riqueza producto del trabajo, de los recursos naturales propios como nación y los derechos sociales y políticos reconocidos previamente por la Constitución o las leyes. Sin hacerse explícita una explicación clasista, una explicación en la lógica de la lucha de clases, avanza esta comprensión estimulada también por las campañas de odio y desprecio clasista de la derecha. Una explicación como la que frecuentemente hace el propio López Obrador cuando habla de “una minoría de potentados” que se beneficia de las políticas de privatización. Es nuestro deber contribuir también a extender esta explicación en las luchas actuales, lo que se facilitará por la agudización de las contradicciones de clase y la creciente desigualdad que impone el capitalismo, y que apunta al desarrollo necesario de una conciencia de clase en el marco de las luchas. Las definiciones políticas que los movimientos van siendo obligados a tomar por las actuales circunstancias deberán fortalecer, también, una conciencia anticapitalista pero que no se queda a ese nivel, como movimiento social que renuncia a la lucha por el poder, sino que lo liga a una perspectiva política, a una lucha contra este poder y la necesidad de uno nuevo, propio de la mayoría del pueblo trabajador.

4. En resumen, si bien las luchas de resistencia se han desarrollado, no han conocido una derrota decisiva, que con la crisis económica apuntan a nuevas y más amplias luchas, incluso a que éstas se expresen en torno a demandas y objetivos políticos, esto no quiere decir que sus dirigencias actuales sean en su mayoría parte de una conciencia anticapitalista o clasista, que se propongan un cambio radical de la sociedad o identificadas con el pensamiento de la izquierda revolucionaria. Al reconocer la existencia y desarrollo de luchas de resistencia frente al neoliberalismo y ahora contra la determinación burguesa de hacer pagar los costos de la crisis a los trabajadores, estamos hablando de todos modos de una fase defensiva. Una fase de resistencia que puede ampliarse por la necesidad de defender derechos y conquistas ya reconocidos anteriormente y que hoy se pretende arrebatar al pueblo trabajador en todos los niveles. Pero como se trata de una fase defensiva, de resistencia, en medio de una terrible crisis y una recesión, es normal que frecuentemente algunas direcciones oficialistas, no anticapitalistas, se vean obligadas o se convenzan también de participar en la resistencia. Incluso sectores burocráticos que necesitan defender lo que es la base de sus privilegios. La profundidad de la crisis, el manifiesto fracaso político del neoliberalismo y sus proyectos de cuando pensaban  que cerraban la puerta de la lucha de  clases y entraban al fin de la historia, o al primer mundo como decía Salinas, arroja a la resistencia a cada vez más amplios sectores. Es por eso que el análisis del estado actual del movimiento promete un crecimiento de la resistencia, las posibilidades de un avance de la conciencia anticapitalista en la base del movimiento, pero también la presencia hegemónica de direcciones que no son anticapitalistas ni clasistas, sino nacionalistas o de aspiraciones democráticas, también antineoliberales, pero frecuentemente provenientes del oficialismo en los sindicatos y organizaciones de masas o del viejo aparato priísta en procesos más o menos desiguales de ruptura política. Es este desarrollo desigual del movimiento y sus direcciones, lo que obliga a una política de unidad de acción, una política de frente único en los movimientos que les dote de mayor fuerza que logre los objetivos de la resistencia haciendo unidad en la lucha con direcciones que no son anticapitalistas, pero que al mismo tiempo permita el desarrollo de una conciencia y fuerza anticapitalista y nosotros agregamos socialista y revolucionaria.

5. El desarrollo desigual y combinado de los movimientos de resistencia, la conciencia anticapitalista y las direcciones de esos movimientos, nos lleva al problema mismo de las alternativas político partidarias, pues el crecimiento de una conciencia anticapitalista y su necesaria  organización está ligada a la necesidad de un programa y un partido que lo defienda. Y aquí se ubica el problema central en el análisis de la situación subjetiva de la lucha de clases en nuestro país. La debilidad de esta alternativa está ligada a la crisis de perspectiva política impuesta a la izquierda a fines de los 80s con la ruptura del cardenismo con respecto al PRI y su posterior constitución en PRD, por un lado y por el otro, a nivel internacional, con el derrumbe de la Unión Soviética y la pérdida de lo que para la mayor parte de la izquierda socialista representaba su paradigma. En 1989 se funda el PRD y se cae el Muro de Berlín. No es solamente que se funda un nuevo partido, sino que la absoluta mayoría de las corrientes de la izquierda socialista se disolvieron en ese partido. Hasta la fracción que se escindió del PRT a principios del 88 para apoyar la candidatura de Cárdenas, y que se reclamaba como un “movimiento al socialismo”,  se disolvió finalmente en el PRD. Con la pérdida del paradigma socialista que para algunos representaba la experiencia de la Unión Soviética, con la influencia de la propaganda de la derecha que presentaba el fracaso de la Unión Soviética como el fracaso del socialismo, fue fácil para las corrientes provenientes de todas las expresiones de la izquierda socialista asumir el programa cardenista con el que se fundaba el PRD y abandonar la perspectiva socialista. Abrazar el programa de “la revolución democrática” en el marco de la ofensiva también ideológica del neoliberalismo, condujo al nuevo partido por el camino primero de la defensa del voto (“el partido del 6 de julio”), luego por más votos y por más cargos de elección popular en la perspectiva de hacer realidad la alternancia y demostrar, una vez en el gobierno, que se garantiza la gobernabilidad, sin crisis, sin rupturas, como aval para nuevos y superiores cargos de gobierno. La perspectiva de la izquierda de luchar en el terreno político con el objetivo no simplemente de obtener más votos y más cargos de gobierno, sino de lograr una transformación radical de la sociedad, no de asegurar la transición pactada, la alternancia y la gobernabilidad en el marco del mismo sistema, convertirse en honestos (y no siempre ni eso) administradores del sistema y su régimen político, en vez de lograr una ruptura democrática con ese sistema y sus instituciones obviamente con el apoyo de las mayorías, fue la perspectiva que se abandonó. Se instaló así como un partido que asumió la revolución democrática como alternancia política pero en el marco del sistema capitalista.

Durante dos décadas la situación de la izquierda en México ha estado marcada por este giro que se abrió en 1989, con el doble impacto del surgimiento del PRD y la caída del Muro de Berlín. Colocó a la perspectiva de la izquierda revolucionaria a la defensiva y en la marginalidad frente al pensamiento y práctica perredistas que se convirtieron en hegemónicos en la oposición al régimen que se identificaba con la izquierda, en una nueva generación política y en su pretensión de representar a toda la izquierda. No es que se haya abierto un periodo de reflujo en la lucha social y política. Continuó habiendo estas luchas, como hemos señalado antes para estos años recientes, pero frecuentemente estuvieron hegemonizadas y subordinadas por el pensamiento de esa izquierda que poco a poco fue institucionalizándose, es decir convirtiéndose en funcional al sistema, al centrar su perspectiva programática en la alternancia en el gobierno y una pretendida transición a la democracia pactada con el viejo régimen. Tampoco es que hubieran logrado su pretensión de convertirse en la única izquierda, pues al margen de ella existe tanto una izquierda social presente en los movimientos, aunque sin perspectiva política coherentemente alternativa lo que le hace presa, frecuentemente, de la izquierda institucionalizada, así como otra izquierda que podríamos llamar extraparlamentaria, tanto anticapitalista como de sectores que se reclaman del socialismo, aunque incluyan orientaciones dogmáticas, sectarias y reformistas, provenientes de corrientes históricas del estalinismo, el maoísmo e incluso del trotskismo. Por lo menos en un par de ocasiones, desde el levantamiento zapatista del EZLN en 1994, pareció cercano el posicionamiento como una opción de masas y a nivel nacional, de una izquierda alternativa a la institucionalizada, una izquierda que aunque no se definiera como socialista y revolucionaria, sí lo hiciera como abiertamente anticapitalista. La opción del EZLN por un Frente Zapatista, después de la consulta nacional de 1996 y sobre todo de la evolución de “la otra campaña” del 2005-2006, frustraron esa posibilidad al abrazar el zapatismo la concepción del “no poder”, no política y al mismo tiempo la orientación de marginarse y sectarizarse con respecto a los movimientos reales pero que no dirige. Es este escenario en el terreno político de las diversas corrientes que se reivindican de la izquierda y el reacomodo de fuerzas que hubo a partir de 1989, lo que colocó a la propuesta de la izquierda socialista y revolucionaria, especialmente reivindicada por el PRT, en situación marginal en cuanto a los espacios de influencia política y movimientos de mayor relevancia. La crisis abierta a fines de los 80s marcada por la caída del Muro de Berlín, el surgimiento del cardenismo perredista, la influencia ideológica del neoliberalismo y su cauda de mercantilismo e individualismo también en la política, la respuesta contestaria, pero que rechaza la política, de sectores del anticapitalismo y del movimiento altermundista, es lo que coloca en debilidad el aspecto subjetivo, el papel de las direcciones, de los movimientos de resistencia social y política, que están ocurriendo. Para confirmar el fin de ese ciclo en la izquierda y las nuevas posibilidades que se han abierto, es necesario un resumido balance de aquel.

6. El aspecto decisivo en la evolución y carácter del perredismo es el programa y la perspectiva estratégica con que fue fundado. Es este aspecto el que definió al PRT para, a diferencia de otras corrientes de la izquierda socialista, incluidos antiguos aliados del PRT y una parte de su dirección, no participar en la fundación del PRD y mantener siempre la autonomía organizativa partidaria como un proyecto diferente, aunque no desarrolláramos una línea sectaria y de confrontación permanente. Es ese programa y perspectiva estratégica fundacionales lo que explica la evolución y degeneración del PRD y no los escándalos y detalles anecdóticos de corrupción, clientelismo, corporativismo y conciliación. Aunque en algún congreso del PRD éste se definió como de izquierda en un sentido mediático y abstracto sin un anclaje ideológico mayor, en realidad el programa fundacional de ese partido implicaba un proyecto diferente al de la izquierda socialista. El programa de la “revolución democrática” supo captar la conciencia adquirida en el pueblo por la experiencia de décadas en diversas luchas (ferrocarrileros, médicos, estudiantes, campesinos, electricistas, el movimiento urbano popular, damnificados del terremoto, maestros, etc.) que encontraron siempre como obstáculo a la satisfacción de sus demandas, la cerrazón y autoritarismo del régimen priísta. Ese autoritarismo, falta de democracia y la represión característicos del priísmo, que le dan un valor estratégico a la lucha por las libertades democráticas, paradigmática causa del movimiento del 68, acumularon una conciencia popular sobre el obstáculo que significaba el “PRI-gobierno”  que fue captada por la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988 y el partido que llamó a fundar en 1989, el “partido del 6 de julio”. Los militantes y corrientes provenientes de la izquierda socialista aceptaron dejar de lado su programa (de por sí defenestrado por la derecha que identificaba el fracaso de la experiencia burocrática de la URSS con el “fracaso del socialismo”) para abrazar el programa de “la revolución democrática” que en la práctica significó subordinar o abandonar la lucha por la transformación social, sustituyéndola  por la alternancia democrática en el gobierno y por tanto en un esfuerzo centrado en el respeto al voto, la obtención de más votos y más cargos de elección popular para, instalados en el gobierno, demostrar capacidad de administrar y gobernabilidad, sin crisis ni rupturas. Es decir, terminar siendo absorbidos por al aparato estatal al que la vieja izquierda, que así capituló, decía querer sustituir. Obviamente esta institucionalización de este sector de la izquierda no ha ocurrido sin tensiones internas, ni jaloneos, por la aspiración democrática de su base electoral y sus afiliados. Siempre se mantuvo la confusión entre la búsqueda de un  cambio democrático frente al régimen autoritario y la necesidad de un cambio, no sólo en el terreno de las instituciones políticas, sino en general en la sociedad, en la vida, en el modelo de desarrollo económico y social imperante. La mayor conjunción de esa aspiración democrática a nivel popular con la propuesta del PRD, seguramente, se dio con los triunfos electorales de 1997 especialmente el de Cuauhtémoc Cárdenas como Jefe de Gobierno del DF como parte de la ola creciente que se daba en el país contra el régimen de partido de Estado, incluso por la Convención Nacional Democrática convocada por el EZLN desde 1994 (y que explica que en la confrontación cambio democrático-autoritarismo, para derrotar al priísmo, nuevamente la inmensa mayoría de la izquierda, incluido el PRT, apoyara a Cárdenas). Pero inmediatamente este impulso democrático conoció sus límites y contradicciones, pues no era suficiente buscar el “cambio” en el terreno político institucional, haciendo abstracción de lo social, es decir de la necesidad de una transformación y cambio en el modelo de desarrollo social, especialmente frente al modelo neoliberal que impuso el capitalismo actual. En la elección presidencial del 2000 Vicente Fox capitalizó la aspiración “por el cambio” sin contenido social explícito (aunque obviamente el programa de Fox, que ocultaba en la campaña mediática basada en “la persona”, en “el individuo” como candidato-mercancía y no en el programa, sí representara la continuidad neoliberal), mostrando el límite que el PRD se imponía en su visión sobre la alternancia. Esta contradicción ha querido ser superada en las candidaturas de Andrés Manuel López Obrador con la orientación y  lema “por el bien de todos, primero los pobres” en su campaña para Jefe de Gobierno en el 2000 y en la presidencial del 2006.

Pero de todos modos el curso de institucionalización del PRD en el marco del sistema paralelamente se profundizaba, precisamente en la medida que avanzaba electoralmente. Con la brújula perdida y colocada prioritariamente en la búsqueda de votos y la alternancia, la cauda de funcionarios gubernamentales (desde municipales y estatales), diputados y senadores, así como ayudantes, asesores y empleados del aparato partidario, legislativo y gubernamental, representan un peso conservador, rutinario, carrerista, burocrático, corporativo y clientelar que responde y se refleja en la orientación y dirección política del PRD. Cada determinado tiempo este proceso se expresa en escándalos, que son aprovechados y estimulados por los otros partidos, pero que no se explican simplemente por debilidades personales de dirigentes como Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles, René Bejarano, Jesús Ortega, Amalia García, Ruth Zavaleta, René Arce, Ricardo Pascoe, etc. sino por el curso adoptado desde su fundación por el propio PRD. Sin una definición estratégica frente al sistema, que en la actualidad no podría venir sino de la perspectiva del socialismo revolucionario, el perredismo, queriendo ser una “nueva izquierda”, moderna, de tercera vía, socialdemócrata (según lo explique cada una de las corrientes) abrevó de la influencia neoliberal en las ideas que insisten en el individualismo frente a los proyectos colectivos, es decir la figura de los candidatos sobre el programa y el partido, por ende la aceptación de cualquier candidatura, venga de donde venga con la ilusión de que aportará votos por venir del sistema, la aceptación de fuentes de financiamiento de donde sea con tal de mayores recursos para la propaganda electoral (destaca el corrupto caso de Ahumada pero ese curso parece irse ahora a terrenos más peligrosos que los une en la descomposición general del sistema de partidos), así como la mercantilización de la política, otra  característica del neoliberalismo, que también se refleja en la sustitución definitiva del trabajo político voluntario, militante, por el trabajo pagado como se inició desde 1997 con la integración masiva de las “brigadas del sol”. Se trata de un proceso similar al vivido por otros partidos de izquierda, en América Latina y el mundo, que alejados de la perspectiva socialista y revolucionaria, clasista, en procesos de institucionalización en el marco del actual sistema, se adaptan más bien a un programa social-liberal , como se ve en casos como el del PT de Lula en Brasil, del Frente Amplio de Uruguay con Tavaré Vázquez, del PS de Chile con Bachelet, del FSLN de Nicaragua con Daniel Ortega, entre otros y para no mencionar casos con otra complejidad como los de Europa. Y aunque acá centramos este proceso en el análisis en el PRD por su mayor relevancia, en realidad hacen parte de esta institucionalización y asimilación por el sistema los otros partidos que se dicen de izquierda en el terreno electoral (el PT, Convergencia, el PSD y sus antecesores, México Posible y Alternativa Socialdemócrata). 

 

7. Frente a esta evolución de un PRD que, al mismo tiempo, hegemonizaba el espacio de la izquierda pretendiendo ocuparlo completamente, pretendiendo ser la representación única de la izquierda, el levantamiento del EZLN en 1994 no podía sino representar una bocanada de aire fresco en muchos sentidos. En el terreno político representaba la posibilidad de una alternativa revolucionaria con capacidad de convocatoria masiva frente a la izquierda institucionalizada. Justo cuando la izquierda institucionalizada abominaba de lo que consideraba una visión arcaica, decimonónica, y se pretendía como una nueva izquierda, moderna, (como si las visiones socialdemócratas, conciliadoras y gradualistas fueran muy nuevas) y al mismo tiempo Salinas anunciaba que México entraba al primer mundo con la firma del TLC, el levantamiento zapatista evidenció la actualidad y vigencia de la lucha de clases, el levantamiento de los más pobres de los pobres, la evidencia de que el “mundo nuevo” impuesto por el neoliberalismo, no era el fin de la historia, ni el fin de las contradicciones de clase, sino la agudización y polarización mayor de éstas, ni el mundo donde las reivindicaciones sociales, colectivas, serían cosas del pasado para dar paso al individualismo y derechos ciudadanos más allá de las contradicciones sociales. Es en ese contexto que la (primera) Declaración de la Selva Lacandona, llamando a la revolución, a deponer al gobierno de Salinas y tomar el poder, adquiere toda su relevancia. Aunque correctamente el EZLN decidió deja a un lado la lucha armada para entrar a hacer política, desde la realización de la CND y los Diálogos de San Andrés, el balance  de esta experiencia, sobre todo, con la traición a los Acuerdos de San Andrés y la iniciativa de ley de la COCOPA, tanto por los presidentes Zedillo como Fox, pero también por el Legislativo, con la representación del PRI, PAN y PRD por igual, así como después por el Poder Judicial, llevó al EZLN a una evolución en sus planteamientos hasta la idea del abandono de toda lucha política, del abandono de la lucha por el poder, para quedarse en la lógica de que “el que mande, mande obedeciendo”, que finalmente frustró la posibilidad de que se consolidara una alternativa política anticapitalista de masas frente a la izquierda institucionalizada. En dos momentos especialmente, como ya dijimos, esa posibilidad estuvo cercana. La primera con motivo de la consulta nacional del EZLN sobre su futuro (construir o no una nueva organización política) en 1995 y la segunda con motivo de “la otra campaña” durante fines del 2005 y el 2006. La consulta nacional tuvo una participación masiva, como nunca en la historia en una consulta de este tipo, por fuera de todo marco institucional, que avalaba el que el EZLN convocara a una nueva fuerza política. La decisión, sin embargo, de convocar a la formación del Frente Zapatista en 1996, sin la participación de otras fuerzas (que de haberse invitado habrían provocado un realineamiento nacional e histórico) sino bajo el control y disciplina al EZLN, así como las bases políticas que lo marginaban de toda lucha en el terreno institucional o frente a las instituciones, pretendiendo generalizar una orientación autonómica para la cual no había (no hay) una relación de fuerzas que lo permita nacionalmente, llevó a crear una organización supeditada a la solidaridad con Chiapas y subordinada a las iniciativas del EZLN y sectaria frente al resto de la izquierda y los movimientos sociales. La estrecha visión que desarrolló, llevó al EZLN finalmente a disolver al Frente Zapatista al inicio de “la otra campaña”. El otro momento importante, con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona (cuyo contenido destaca y muestra la evolución del pensamiento del EZLN desde la Primera y la Cuarta Declaraciones, especialmente), es la convocatoria a “la otra campaña”. A diferencia del periodo anterior, el EZLN ya no se dirige a “la sociedad civil” en abstracto, sino a la izquierda anticapitalista para organizar una campaña política, “la otra campaña”, realizar una gira nacional que permita también ir elaborando el plan de lucha alternativo. A diferencia de la convocatoria al Frente Zapatista que exigía la disolución de todas las fuerzas de izquierda interesadas en participar en su seno, “la otra campaña” fue convocada invitando a la izquierda anticapitalista respetando la autonomía  y existencia de cada organización, lo que llevó en un momento a la posibilidad de una alianza de partidos y organizaciones de la izquierda anticapitalista. La experiencia, con ser muy interesante y rica, mostró también que no es suficiente una definición ideológica general como es el anticapitalismo para conformar una nueva fuerza política alternativa, pues además de la definición ideológica se requiere un acuerdo de orientación política en la etapa actual de la lucha de clases.

Especialmente en tres momentos de “la otra campaña” se evidenciaron las diferencias políticas que finalmente impedirían la conformación de una nueva fuerza política alternativa y con capacidad de disputar frente a la izquierda institucionalizada la orientación frente al curso de la lucha de clases y los movimientos sociales y políticos.

El primer momento es el debate sobre la posición frente al creciente movimiento de resistencia, especialmente sindical, y que se expresaba sobre todo en el espacio convergente llamado Diálogo Nacional por un Proyecto Alternativo de Nación. La discusión se dio desde el inicio de “la otra campaña”, especialmente en la importante asamblea del fin de semana del 15 de septiembre de 2005 en La Garrucha. El PRT participó en esta discusión junto con otras fuerzas que hemos sido parte del Diálogo Nacional en especial en esa ocasión al lado del dirigente del SME José Antonio Almazán, explicando, como hemos señalado más arriba, que con la aplicación del plan neoliberal nuevos sectores se pasan a la resistencia y se hace necesaria una unidad en la acción, en la lucha, que no implica acuerdo político, ni subordinación política a sectores provenientes del oficialismo. Una táctica de frente único, pues. A ello se respondió denostando contra “la unidad con los charros”, comparando la táctica de frente único con la de la “unidad a toda costa” y afirmando, por boca del Subcomandante Marcos que el EZLN jamás hará unidad, alianza diría, con ellos, a pesar de lo cual se aprobó al final una resolución de solidaridad con la lucha de los trabajadores del IMSS.

El segundo momento de diferenciación política fue con motivo de la represión en Atenco en mayo del 2006. De esta terrible y cruel represión, como se sabe, quedaron un gran número de compañeras y compañeros presos, además de los muertos y expulsados del país. El Subcomandante Marcos anunció que no se iba de la Ciudad de México hasta lograr la libertad de todos los presos políticos de Atenco y las asambleas de “la otra campaña” continuaron durante semanas en el auditorio “Ché Guevara” de la Ciudad Universitaria, organizando la lucha por la libertad de los presos. En ese marco se dio un nuevo debate sobre la mejor forma de organizar esta lucha. Por un lado la posición de que la lucha por la libertad de los presos de Atenco debería realizarse exclusivamente con los integrantes de “la otra campaña” porque la llegada de otros sectores obedecería a intereses oportunistas y electorales que no deberían aceptarse. Por el otro lado, la posición, donde el PRT también se colocaba, de que habría que abrir un amplio frente por la libertad de los presos que fuera más allá de “la otra campaña” pues obviamente la gravedad de esa represión lo ameritaba e independientemente de las razones por las que cada quien se incorporara o pronunciara teníamos necesidad de un muy amplio y plural frente que asegurara la más rápida liberación de los presos y el alto a la represión. El PRT aprendió este enfoque en la lucha por la libertad de los presos políticos desde la experiencia convocada por Rosario Ibarra en los años 70s y la creación en aquella época del FNCR (Frente Nacional Contra la Represión); los compañeros de Atenco tenían también la experiencia de su propia lucha contra el aeropuerto que quiso instalar ahí el gobierno de Fox, donde ellos lograron un amplio y muy plural frente que finalmente impidió el proyecto y que ahora en la lucha contra la represión y por la libertad de los presos podían contar, más allá de “la otra campaña”. El desacuerdo se mantuvo y polarizó las discusiones en el Ché Guevara que en más de una ocasión se convocaron en forma paralela a las asambleas en Atenco. Cuando Rosario Ibarra (y nuevamente el PRT y un conjunto de otras organizaciones y movimientos) ha vuelto a convocar al FNCR en 2007, “la otra campaña” insiste en su propio esfuerzo separado bajo el lema de “primero nuestros presos”.

Finalmente, el tercer momento de desacuerdo ocurrió con motivo de la lucha contra el fraude en la elección presidencial de julio del 2006. En  todo el trayecto de “la otra campaña” desde el 2005 hasta julio del 2006 hubo una tensión sobre la actitud frente a la campaña electoral de AMLO. Coincidimos con el planteamiento de Marcos al decir que “la otra campaña” no es una campaña electoral, ni a favor ni en contra de nadie, sino una otra campaña para organizar a la izquierda anticapitalista y crear un plan de lucha. Pero frente a eso, ocurrían también los deslindes frente a AMLO que favorecían la posición de sabotear la elección o llamar a no votar. La discusión llegó a su punto climático en la asamblea de “la otra campaña” en el cine Venustiano Carranza del GDF en la víspera de la elección. Aunque no se aprobó el llamado a no votar o sabotear la elección, tampoco se aprobó una posición firme contra el inminente fraude. El PRT planteó respetar o dejar en libertad a los integrantes de “la otra” que quisieran votar porque ésta no era una campaña frente a las elecciones, sino para la organización de la izquierda anticapitalista. El fraude contra AMLO sorprendió a la dirección de “la otra..” que estaba convencida de que en vista del programa moderado, no anticapitalista de aquel, se le reconocería el triunfo y permitiría la instalación de un gobierno similar al de Lula en Brasil, es decir con una orientación social liberal, que se desgastaría rápidamente y tendría enfrente un polo de izquierda anticapitalista alternativo. Cuando a finales de julio, más de un millón de personas, respondiendo al llamado de AMLO, se movilizaron en las calles de la Ciudad de México protestando contra el fraude, la mayor parte de las organizaciones de “la otra..” junto con Marcos decidieron mantenerse al margen y sectarizarse del enorme movimiento democrático que ahí surgiría. El PRT  planteó que “la otra campaña”, encabezada, incluso por Marcos, debería participar en la movilización con una columna propia que hiciera presente a la izquierda anticapitalista en una consecuente posición de defensa de los derechos democráticos del pueblo. Las diferencias políticas y programáticas con AMLO y el PRD no constituían un obstáculo para realizar esta unidad en la acción en una protesta democrática porque no se trataba de sumarse a la campaña electoral, como calumniosamente señalaban algunos sectores, ya que ésta había terminado y se entraba en otro terreno de lucha, incluso cuando explícitamente AMLO planteaba “mandar al diablo” a sus instituciones, una vez concluido el proceso electoral formal con las resoluciones del Tribunal y tomaba el camino de convocar a una nueva CND y luego a un “gobierno legítimo” que desconociera al usurpador. La posición del PRT y también de otras organizaciones que habían sido parte de “la otra campaña”, de participar en la movilización, en el mega plantón y la CND, iba en la misma lógica seguida en 1988 en que por las diferencias programáticas y políticas frente a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas del FDN, mantuvimos la candidatura presidencial de Rosario Ibarra, pero después de julio en que se realizó el fraude electoral, hicimos unidad de acción con los cardenistas contra el fraude y en defensa del voto popular. La decisión de “la otra campaña” de marginarse de la movilización de masas por derechos democráticos y contra el fraude y en consecuencia de tomar una línea de confrontación y sectarismo hacia el movimiento dirigido por AMLO precisamente en el momento en que se iniciaría el distanciamiento de éste con el PRD por la capitulación y conciliación de la corriente hegemónica de ese partido con el gobierno espurio de Felipe Calderón, llevó por segunda ocasión y en forma decisiva a que se frustrara la posibilidad del surgimiento de una corriente anticapitalista con influencia de masas y presencia nacional, encabezada por el EZLN, que fuera alternativa a la de la izquierda institucionalizada. Nuevamente el rechazo a la concepción del frente único, el sectarismo y la aceptación de las tesis del “no poder”, impidieron que se consolidara esa alternativa anticapitalista como una opción capaz de modificar la relación de fuerzas, en vez de quedarse en la mera autoproclamación, el aislamiento y el retroceso a una posición como mero movimiento social, que reclama que el “que mande, mande obedeciendo”, pero que abandona la perspectiva de la primera Declaración de la Selva Lacandona por la revolución y la lucha por el poder.

8. La orientación del PRT durante estos 20 años en que la construcción de un partido revolucionario conoció un giro que le colocó en situación defensiva, combinó la firmeza de mantener la autonomía organizativa de un proyecto partidario socialista y revolucionario, aun en condiciones de descrédito de esta perspectiva y de las modas políticas del periodo de mayor hegemonía neoliberal y al mismo tiempo mantener, sin sectarismo, la necesaria unidad de acción con otras fuerzas en el seno de todos los movimientos de resistencia, tanto en el terreno social, como en el terreno político y democrático. No fue una orientación fácil de sostener, sometidos a presiones por un lado y otro, según las relaciones de fuerza expresadas en momentos distintos en este periodo. El mayor énfasis en uno de los dos extremos de esta combinación, según el momento, seguramente condujo a excesos, debilidades o errores, pero visto en retrospectiva el éxito de esa doble orientación es lo que hoy nos permite aprovechar mejor el cambio de la situación que empieza a vivirse en el terreno de las alternativas y referencias políticas. Es la diferencia con otras corrientes que adoptaron solamente uno de estos extremos: aquellos que defendiendo correctamente la autonomía de un proyecto socialista, cristalizaron en corrientes sectarias, de autoproclamación, sin capacidad de diálogo respetuoso en el movimiento sino convirtiéndose en “profesores rojos” o jueces poseedores de la verdad histórica o aquellos que atrapados en la moda de no ser dogmáticos defendiendo principios o entusiasmados con una visión de corto plazo sobre el dinamismo de ciertos movimientos sociales o políticos, terminaron disueltos en otros proyectos sin posibilidad de reconstruirse por sí solos en una opción clasista o socialista en la nueva situación. La apuesta del PRT era que las opciones “nuevas” o diferentes a las del socialismo revolucionario, resultado de la crisis de fines de los 80s, con la agudización de la lucha de clases, la polarización de clases, mostrarían tarde o temprano sus límites y la necesidad de recuperar una perspectiva revolucionaria, clasista, socialista y revolucionaria se abriría paso nuevamente. ¿Cómo ocurriría esto? ¿O cómo ocurrirá esto?

No podíamos saberlo con certitud, ni podemos preverlo exactamente. Si una crisis y reacomodos de fuerzas políticas como las del 88-89 que llevó a la división de todos los partidos, a la desaparición y surgimiento de nuevos, se realizó en una amplitud nacional y masiva, no necesariamente la recuperación de una perspectiva revolucionaria se dará en una fecha fatal y con la desaparición, extinción, división o ruptura de la izquierda institucionalizada de golpe para dar surgimiento nuevamente a una alternativa socialista y revolucionaria viable política y nacionalmente. Es probable que el proceso vaya acompañado de un desgaste paulatino de la alternativa de izquierda institucionalizada y paso sucesivos, crecientes o con altibajos, de fortalecimiento de la izquierda revolucionaria. Los dogmáticos o que se auto proclaman la vanguardia revolucionaria, negándose al diálogo y trabajo conjunto con las demás fuerzas que consideran reformistas o conciliadoras parecen apostarle a un cambio súbito en que las masas les reconocen como la vanguardia. Eso es una quimera. En todo caso si en medio de una crisis ocurre una ruptura de la izquierda institucionalizada, con apoyo de masas, nadie volteará a ver a los que se mantuvieron en el sectarismo y prepotencia marginal.

Por eso el PRT le ha apostado al paciente y largo proceso de autonomía organizativa y unidad de acción en la lucha. También por eso es que hemos puesto énfasis en el periodo pasado en las posibilidades de un reagrupamiento de la izquierda socialista. Un reagrupamiento no exclusivo ni prioritario con corrientes que se reivindican del trotskismo (pero que generalmente se han acostumbrado a la marginación, el sectarismo y la autoproclamación), sino que concientes del reacomodo de fuerzas resultado de la caída del Muro de Berlín, reivindiquen el socialismo aunque provengan de orígenes partidarios e históricos distintos a los del trotskismo. Esa orientación se fue poniendo en práctica después de los cambios del 89 y tuvo su punto de mayor elaboración en el XI Congreso del PRT de diciembre del 2003 (y en el seminario internacional organizado por el PRT en noviembre de 2002 titulado “Retos para una  izquierda anticapitalista” con la presencia de Livio Maitan, dirigente de la Internacional, entre otros) que tuvo como su leit motiv el tema del reagrupamiento socialista que, de algún modo, venía apuntalado con las tesis del 14 Congreso Mundial de la Cuarta Internacional celebrado en 1995. Esta orientación fue consistente todo este periodo aunque sus resultados han sido exiguos.

En su última campaña electoral con registro, el PRT impulsó en 1991         un Frente Electoral Socialista para agrupar a sectores de la izquierda socialista que no se habían disuelto en el PRD pero que tampoco aceptaron la invitación a constituir el Partido del Trabajo con los que rompiendo con Cárdenas y con el apoyo de Salinas de Gortari organizaron ese partido. En esa alianza del Frente Electoral Socialista destacó la Corriente del Socialismo Revolucionario (CSR) encabezada por Eduardo Montes, antiguo dirigente del Partido Comunista Mexicano. Con esta Corriente y otras más de orígenes distintos impulsamos durante 1992, 1993 y 1994 el Movimiento de Refundación Socialista como una coordinación que casi llegó a la integración partidaria. Después del levantamiento zapatista y la participación y debates en la CND y los Diálogos de San Andrés, nuevos reacomodos y coincidencias se dieron (entre otras con la separación en tres vertientes distintas de los compañeros de la CSR) que permitieron la fundación y organización para obtener registro legal como APN, de Convergencia Socialista, entre 1996 y 1997.

Sobre la base de los debates de los Diálogos de San Andrés y la CND especialmente en torno a la autonomía indígena, la coincidencia con compañeros como Héctor Díaz Polanco y Consuelo Sánchez en Convergencia Socialista se expresaron en la elaboración de la revista del mismo nombre (codirigida por Edgard Sánchez y Héctor Díaz Polanco). Paralelamente, otra convergencia se expresó en el terreno del feminismo, especialmente al evidenciarse la actitud del feminismo institucionalizado ante el zapatismo a diferencia del feminismo que se mantenía en la perspectiva socialista. Esta convergencia se expresó en la revista Cuadernos Feministas, dirigida por la camarada Josefina Chávez, coordinando y agrupando a feministas de orígenes distintos pero coincidentes en esta perspectiva en medio de los cambios ocurridos al fin del siglo en un Consejo Editorial con la participación de Marcela Lagarde, Sara Lovera, Sylvia Marcos, Nellys Palomo, Rocío Duque, Fanny DÀrgence o Ana María Hernández. A las anteriores revistas, que empezaron a publicarse desde julio de 1997, habría que agregar Desde los 4 Puntos (dirigida primero por Nellys Palomo y luego por José Martínez) de la cual se publicaron más de 50 números, que contribuía también al reagrupamiento socialista a nivel internacional y especialmente latinoamericano, colaborando de esta manera también con la Cuarta Internacional.

Después del año 2000 una nueva experiencia se realizó con la conformación de Alianza Socialista que publicó algunos periódicos con este nombre con la participación del PRT, la Liga de Unidad Socialista, UNIOS! (Unidad de Lucha Obrera y Socialista), el Colectivo Socialista, y antiguos militantes de la ULR (Unión de Lucha Revolucionaria) y del MRP (Movimiento Revolucionario del Pueblo) cuyas organizaciones se habían disuelto en el PRD y que se reconstituyeron en colectivos en esta Alianza. Al mismo tiempo que al interior de la Alianza se fueron polarizando posiciones, sobre todo por el sectarismo de la LUS y UNIOS hacia los compañeros provenientes del PRD, se avanzó a la realización de varias Asambleas Nacionales de la Izquierda Socialista (ANIS), sobre todo con corrientes que participamos en el Diálogo Nacional, hasta llegar en el año 2005 a la constitución del Frente Socialista, como el mayor punto de agrupamiento y un importante texto de coincidencias que planteaba la necesidad de un partido socialista. A pesar de que el Frente Socialista logró agrupar al mayor número de corrientes no pudo mantenerse mucho tiempo más al polarizarse las posiciones a su interior entre quienes participamos en “la otra campaña” convocada por el EZLN y quienes fueron a apoyar la campaña electoral de AMLO del 2006.

Aunque logramos mantener el diálogo y balances conjuntos de ambas partes en el Frente Socialista, no se logró avanzar a un reagrupamiento partidario común especialmente frente a la dinámica evolución de los acontecimientos abierta después del fraude electoral de julio del 2006 en que sin haber logrado a tiempo un marco organizativo común, los acontecimientos nos fueron llevando a posicionamientos sin coordinación, en paralelo y luego en algunos casos divergentes. Nuestra participación en “la otra campaña” fue asumida como parte de la orientación por el reagrupamiento en una alternativa revolucionaria, en este caso de la izquierda anticapitalista, pero con las divergencias que ya mencionamos en el balance al respecto no lograron cuajar en una fuerza política alternativa. Reivindicamos como correcta la doble orientación seguida hasta aquí de autonomía político-organizativa y unidad de acción en la lucha, pero, como veremos ahora, las posibilidades de un reposicionamiento de la izquierda y lo que llamamos la nueva oportunidad en la construcción de un partido revolucionario se dan en condiciones distintas (por los deslindes y definiciones que están ocurriendo) a la idea que impulsamos previamente de un reagrupamiento socialista de varias corrientes organizadas. Ese ciclo parece haberse cerrado sin que se diera la convergencia de grandes fuerzas distintas de la izquierda socialista.
El proceso ahora, con la existencia de sectores identificados en el anticapitalismo en medio de la lucha y la crisis y realineamientos sobre todo en el ámbito de la izquierda institucionalizada, que no se expresa en importantes agrupamientos orgánicos diferenciados sino en corrientes amplias de masas, especialmente en el movimiento dirigido por AMLO, le dan también un papel diferente al PRT como posible referencia renovada en este marco.

9. Como dijimos antes, el proceso de institucionalización del PRD no ocurrió sin tensiones con la aspiración y dinámica democráticas y de oposición radicales al sistema que también se expresa en su origen y en sus bases. Los triunfos electorales y la adaptación política al sistema fueron desarrollando una capa social burocrática que sostiene y respalda una política colaboracionista que se consolidó como hegemónica. Pero el origen plebeyo de buena parte de sus bases y los efectos de la crisis y la polarización política y social que la derecha con su desprecio clasista y racista desarrolla, con la intolerancia, posiciones retrógradas, conservadoras y la violación a derechos democráticos, humanos y constitucionales que comete tanto desde el gobierno de Vicente Fox, como especialmente desde el del espurio de Felipe Calderón, provoca que aquellas aspiraciones democráticas, radicales y plebeyas no se abandonen y se radicalicen en la base y también entre algunos dirigentes. La respuesta de López Obrador ante el fraude de julio del 2006 demostró que Cuauhtémoc Cárdenas tenía otras opciones de resistencia en julio de 1988 y no simplemente la formación del PRD. Al oponerse no solamente a los resultados fraudulentos de la elección de julio, sino a la respuesta del Tribunal Electoral ante el reclamo de que se contara voto por voto, casilla por casilla, AMLO se colocó en una orientación distinta al del cretinismo electoral e institucional, representado en la célebre frase de “al diablo con sus instituciones”. Frente a esa posición se fue cristalizando la visión institucionalista y conciliadora que afirmaba que habiendo obtenido AMLO y el PRD la mayor cantidad de votos en su historia era incorrecto “dilapidarla” en la movilización y confrontación con el gobierno espurio, sino aprovecharla para negociar posiciones y conquistas democráticas parciales con el usurpador que posicionaran mejor aún al PRD para las siguientes batallas electorales.

La respuesta de AMLO fue diferente. Apoyarse y mantenerse con la movilización de masas, desde el mega plantón en la Ciudad de México hasta la exhaustiva gira nacional que ha desarrollado manteniendo una capacidad de convocatoria y movilización sorprendentes durante tres años! No solamente denunciar al usurpador, sino no reconocerlo e instalar desde la CND un “gobierno legítimo” alternativo. En el segundo semestre del 2006 en Bandera Socialista y en la Conferencia Nacional Extraordinaria del PRT del 15 de septiembre planteamos que la posibilidad de una verdadera revolución democrática estaba abierta en la lógica de lo que el camarada Guillermo Almeyra llamaba “la sudamericanización de México”, es decir, en este caso lograr la caída del gobierno usurpador de Calderón, así como las masas habían derribado diversos gobiernos en América del Sur. Se desarrollaba simultáneamente la movilización de la CND, la lucha por los presos políticos de Atenco y sobre todo se mantenía y desarrollaba por meses ya la movilización de la APPO, “la Comuna de Oaxaca”.

La perspectiva de impedir la instalación del gobierno de Calderón no era ilusoria. No se logró por la conjunción de diversos factores. Por un lado el que no logró avanzarse a la unidad de los principales movimientos que pasara más allá de declaraciones de solidaridad, la alianza, que ésa sí se hizo, entre el PAN y el PRI que permitió que con el apoyo del PRI tomara posesión Calderón, a cambio de que el PAN sostuviera junto con el PRI, a Ulises Ruiz en Oaxaca, una vez que éste iniciara la brutal represión contra la APPO desde noviembre de ese año. La prueba de fuerzas y el equilibrio entre un gobierno usurpador y un “gobierno legítimo” no podría mantenerse durante mucho tiempo sin que se resolviera para un lado u otro. Sin legitimidad, incapaz de obtener mayor respaldo popular, integrando un gobierno políticamente débil, apoyado en la militarización de la sociedad y avanzando hacia un Estado policial, como se explica en el proyecto de resolución política nacional del Congreso del PRT, de todos modos el gobierno de Calderón se mantuvo. Pero la movilización popular, la CND, el “gobierno legítimo” y la credencialización masiva, también se mantuvieron incluso con el eventual desgaste que significaba una lucha tan prolongada, pero además demostrando una capacidad para eludir la represión, que varias ocasiones rondó al movimiento, a diferencia de lo ocurrido en Oaxaca, Atenco o Lázaro Cárdenas. Pero el otro elemento central que impidió que la prueba de fuerzas finalmente se resolviera con la caída del gobierno de Calderón, fue la traición de la corriente hegemónica del PRD que al tiempo que AMLO mantenía la movilización y lucha contra el gobierno espurio, el PRD abría poco a poco las vías para la conciliación y el práctico reconocimiento de Calderón. En primer lugar al conjurar la crisis interinstitucional que desde los días del mega plantón y el acecho de cuerpos policíacos diferentes que lo rondaban, se planteaba entre el gobierno federal y los gobiernos estatales encabezados por el PRD (Zacatecas, Guerrero, Baja California Sur, Michoacán, ¿Chiapas? y el DF). De una manera u otra, todos estos gobiernos, con la excepción del DF, avanzaron al reconocimiento del gobierno de Calderón y luego el colaboracionismo se fue imponiendo en los grupos parlamentarios del PRD, controlados por una mayoría “chucha”.

Al prolongarse la permanencia del gobierno usurpador, AMLO tuvo la capacidad –radicalizando su discurso en comparación con su plataforma electoral- de darle nuevas perspectivas de lucha, más allá del reclamo democrático ante el fraude, para abordar cada vez más la cuestión social al construir la resistencia y oposición a la continuación del programa neoliberal. La lucha contra la privatización del petróleo será determinante en la diferenciación política en el seno del PRD, el FAP y el movimiento encabezado por AMLO. Una diferenciación que llevará a una ruptura sui géneris que es la que estamos viviendo y que ha abierto la oportunidad a la izquierda que hemos reconocido. La mayoría de los legisladores del PRD fueron aprobando en su momento la reforma electoral (que impuso candados para el registro de nuevos partidos y suprimió derechos de las APNs, entre otras cosas) y la llamada reforma judicial, que restringiría derechos civiles, pero el punto de inflexión fue el tema de la privatización petrolera que constituía, como correctamente señalaba AMLO, un retroceso histórico decisivo en términos de la soberanía nacional.
La toma de las tribunas parlamentarias y la acción de masas simultánea alrededor del Senado, con la decisiva acción de “Las Adelitas”, impidió el albazo de abril del 2008. Siendo todo esto iniciativa central de AMLO debe destacarse también en el seno del movimiento la conducta de Rosario Ibarra como representativa de la actitud de la izquierda revolucionaria, pues contra la explicación de Marcos (ver Corte de Caja) sobre sus diferencias con Rosario (“ella confía en las instituciones”) hay una línea de continuidad entre la posición de “al diablo con sus instituciones”, la propuesta presentada por Rosario en asamblea masiva en el Zócalo llamando a impedir la toma de posesión de Calderón en el Congreso el 1 de diciembre del 2006 y haber encabezado la toma de tribuna del Senado para impedir la votación sobre la privatización petrolera en abril del 2008. La derecha (y la “nueva izquierda”) lamentaban que se violentara la democracia parlamentaria que garantizaba que después de un día de debate en tribuna, finalmente, como ocurrió con la reforma del ISSSTE, la reforma electoral o la reforma judicial, independientemente de los argumentos y propuestas, una mayoría  parlamentaria, producto también de la crisis y el fraude de julio de 2006, se impusiera como producto del “libre juego parlamentario”. Pero permitirlo sería hacer abstracción de la crisis de las instituciones de representación política en este país. Una crisis que se refleja en que en un Congreso de 500 diputados una mayoría de “representantes populares” vota la reforma al ISSSTE y como respuesta más de un millón de “representados” interponen amparos contra esa reforma. Ante ello la posición de la izquierda revolucionaria ha sido siempre de dar la lucha en todos los terrenos que se pueda, incluso en el marco de esas instituciones en crisis de representación y legitimidad, pero, si es necesario, brincarse el procedimiento parlamentario en defensa de los intereses populares y nacionales, como estaban en juego con el debate petrolero, siempre y cuando se tenga un respaldo de masas.

Romper la lógica del cretinismo parlamentario y representar en el Legislativo a la movilización de masas. La toma de las tribunas, durante más de un mes,  impidió el albazo de abril y abrió la fase del debate sobre el futuro de la industria petrolera donde se derrotó políticamente a los privatizadores. Pero reiniciado el periodo legislativo la tensión entre las dos líneas se reinició. Los conciliadores con el calderonismo quisieron imponer la derrota del albazo y de la discusión, como un  triunfo de los métodos de negociación y conciliación y proponer votar a favor del dictamen legislativo. Nuevamente AMLO recurre a la movilización de masas para oponerse a la ventana por la que puede colarse la privatización e insistir en que es éste el camino principal para derrotar al neoliberalismo. El reconocimiento público que hace Calderón a la actitud “responsable” del PRD en este debate y su votación, se completa con el reconocimiento legal, nuevamente del Tribunal Electoral, del “triunfo” de Jesús Ortega como Presidente Nacional del PRD. Se cierra así un ciclo del PRD. Independientemente de las diferencias que podamos tener con la caracterización del PRD, su origen y definición fundacional, el “partido del 6 de julio” nació como un partido de oposición en el terreno electoral al viejo partido de Estado.
Con la instalación de Jesús Ortega en la Presidencia del PRD,  se cerró el ciclo de ese partido de oposición para convertirse, como el propio AMLO señaló en un mitin en la Alameda, en un partido palero del régimen. Paradójicamente a cargo de la “nueva izquierda” que proviene de la vieja izquierda palera, de fuerte raigambre política en la historia del país, de una izquierda colaboracionista representada por el lombardismo y el talamantismo. Pero al obtener el reconocimiento legal del régimen, la corriente colaboracionista ha oficializado su control del PRD frente a la línea y el movimiento dirigido por AMLO provocando el inicio de la ruptura histórica del PRD.

10. La ruptura histórica del PRD, sin embargo, sigue un curso muy complicado, confuso en alguno de sus pasos, no explícito en sus planteamientos y declaraciones aunque real e irreversible en la práctica. Desde que la fundación del PRD había agrupado a la mayor parte de la antigua izquierda socialista, el PRT planteó la doble orientación de autonomía y unidad que ya explicamos, apostando al agotamiento de ese proyecto, donde en diversas ocasiones la crisis y ruptura ocurrió pero más bien en escisiones por la derecha.
Finalmente en esta ocasión hay una ruptura con una dinámica de izquierda, en la corriente que representa AMLO con su énfasis en la movilización y organización popular, así como con un programa renovado que pone el acento ahora en el Movimiento por la Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional, que en el marco de la crisis actual se opone a que los costos de la recesión sean pagados por los trabajadores, por la “economía popular” y donde denuncia que la política neoliberal y privatizadora está en función de los intereses de una minoría de “potentados” de un sector de los capitalistas, nacionales y extranjeros, a cuyo servicio se encuentran, como “peleles”, el gobierno usurpador de Calderón y la derecha representada por igual por el PAN y el PRI. Es decir, en una explicación que no se queda en el superficial señalamiento de una supuesta “clase política”.

Pero en el marco de esta ruptura, AMLO no llama a constituir otro partido, como algunos de sus partidarios suponían ante la debacle del PRD, sino que pone el énfasis en la continuidad y organicidad del Movimiento por la Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional y las estructuras del “Gobierno Legítimo” en todo el país, al mismo tiempo que frente al proceso electoral propone un voto diferenciado entre el PRD, el PT y Convergencia, sin romper explícitamente con el PRD (y sin que el PRD se atreva hasta ahora a expulsarlo) pero impulsando candidaturas del Movimiento por la coalición Salvemos México (el PT y Convergencia anteriormente parte del FAP con el PRD) y llamando a votar por esta coalición en todo el país, excepto en el DF y Tabasco. El riesgo es muy grande porque ante la debacle del PRD y la falta de una alternativa partidaria por parte de AMLO (porque el llamado a apoyar electoralmente al PT y Convergencia no es para decir que alguno de ellos es el nuevo partido del Movimiento) se abre paso a una posible desmoralización y desilusión políticas, ante el desprestigio del sistema político-electoral y los partidos electorales, que también se exprese en el fortalecimiento de la concepción antipartido y antipolítica, en una concepción movimientista.

El riesgo desmoralizador es grande pues además del desprestigio de los partidos y el sistema político-electoral, se mantiene a pesar del repliegue del EZLN, la presencia e influencia ideológicas, especialmente entre sectores de la juventud, del pensamiento antipolítica, del no poder, característico de esta fase del zapatismo y “la otra campaña”, así como del anarquismo. AMLO ofrece el camino de la organización política del Movimiento y la estructura nacional del “Gobierno legítimo”, ahora con un aparato de organización por distrito, colonia, delegación o municipio, que se apoya en las Casas del Movimiento o de la Resistencia y que no se supedita a la participación electoral, sino a la organización social y al apoyo en las luchas de la gente en defensa de la economía popular, aunque mantiene también un funcionamiento y conducción no colectiva, democrática, sino unipersonal, característica del caudillismo. Es decir, de alguna manera la organización de un movimiento-partido por fuera del marco institucional y electoral que al no ser parte de la estructura del PRD se asume como plural, de todos los sectores del movimiento tengan partido o no, que es lo que explica también nuestro apoyo, participación y compromiso con este esfuerzo de organización.

Pero de todos modos, al cerrarse el ciclo del PRD y mostrarse su debacle, explicada y denunciada por el propio AMLO (simultáneamente con la explicación que hace Jesús Ortega en su propaganda televisiva insistiendo en que el nuevo PRD no es conflictivo y violento, que tiene una actitud responsable y constructiva), un espacio político para una opción diferente se ha abierto para una generación política que se ha educado en la lucha política y en la construcción de partido. La debacle del PRD muestra, como dijimos en la campaña del 2003, que “otra izquierda es necesaria”.

Hay un sector tanto del PRD como del ámbito a su alrededor y del movimiento dirigido por AMLO, que coincide ahora con que el proyecto del PRD se agotó y que se requiere otra opción político partidaria, otra forma de hacer política, basada en los principios y no en el pragmatismo y oportunismo electoral por el que se desbarrancó el PRD, otro tipo de partido que al mismo tiempo esté comprometido en la continuidad del compromiso con el Movimiento dirigido por AMLO. Buena parte de este sector voltea la mirada a una explicación sobre lo ocurrido y una alternativa colocada en el socialismo revolucionario y en el marxismo.

El PRT que, alejado del sectarismo de otros que se autoproclaman la vanguardia, mantuvo siempre un diálogo e intercambio con sectores de la izquierda alrededor del PRD y en el PRD, en la experiencia conjunta de unidad en la acción en las luchas, está ahora en una situación privilegiada como interlocutor de buena parte de este sector del Movimiento y del PRD.  Es por esta razón que desde el inicio de la ruptura del PRD con la instalación de Ortega en la Presidencia de ese partido, el PRT tomó la determinación, en noviembre del 2008,  de incorporarse al Frente Amplio Progresista (FAP), ya sin el PRD, lo que luego tomaría la forma legal de una coalición electoral entre el PT y Convergencia, es decir Salvemos México. Pero la decisión del PRT, como se explicó en el acuerdo con el FAP de aquel momento (ver textos publicados en el Boletín Interno No 3 del PRT), no estaba motivado por la campaña electoral del 2009 o las candidaturas para este proceso, sino por el posicionamiento de un partido político sin registro como es el PRT, en el marco de un frente político, al que insistimos en construir como un frente político y social, pero que sirve como expresión política del amplio Movimiento dirigido por AMLO. En esta lógica es que otras corrientes políticas fueron pronunciándose también por ser parte de este frente, aunque legal e institucionalmente solamente sea reconocido como una coalición electoral entre el PT y Convergencia. Significativamente con el desarrollo de la crisis del PRD, las corrientes políticas que también entran en este frente recuperan o reivindican sus señales de identidad como parte de la izquierda socialista o revolucionaria de antes de su disolución en el seno del PRD, incluyendo a varios antiguos aliados del PRT. Desde esa manera se pronunciaron e ingresaron a este frente los Cívicos (de la anterior ACNR), la UPREZ del Estado de México, el Movimiento la Esperanza se Respeta, reconstituido como MRP y una parte de la ONPP proveniente también del viejo MRP. Por otro lado, también se pronunció así  en su momento una de las fracciones en que se dividió el Partido Popular Socialista. Al haber mantenido la continuidad orgánica, el PRT representa una tradición y un programa conocidos, igualmente en proceso de actualización y renovación, pero que ofrece la confianza en una posición que se sostuvo consistente y consecuentemente a contracorriente de lo que las modas políticas declaraban en su momento y que pese a todas las dificultades no se disolvió o diluyó en experimentos pasajeros.

Con el crecimiento de una conciencia anticapitalista en el seno de los movimientos, la desilusión, decepción y deslinde con la debacle de la izquierda institucionalizada y su discurso y práctica, el PRT se propone como una opción seria y confiable, cuya fuerza estriba en su firmeza política, pese a su debilidad orgánica y de aparato, pero que mantiene junto a su convicción de no aislarse ni abandonar su compromiso y participación en los movimientos y luchas sociales y de resistencia, representando una propuesta militante, clasista, de largo plazo. En medio de la confusión actual y la búsqueda de alternativas políticas a esta situación, el PRT no pretende presentarse como una nueva oferta, como los atrapados en la mercadotecnia que  insisten en ofrecer sus viejas recetas de colaboracionismo como “nueva izquierda”, “terceras vías” o alternativas socialdemócratas. Tampoco hacer un balance que hace tabla rasa de la izquierda, tirar el agua sucia con todo y el niño, caer en la trampa de identificar el fracaso del estalinismo con el supuesto fracaso del socialismo, para pretender crear una nueva otra teoría emancipatoria como si hubiera una nueva realidad cualitativamente distinta a la barbarie y decadencia del capitalismo y del imperialismo, analizadas por el marxismo revolucionario.

El Congreso Extraordinario del PRT es por eso también punto de encuentro con camaradas de diversos orígenes y experiencias partidarios pero convencidos de la vigencia y necesidad de un partido socialista y revolucionario que se está construyendo desde el núcleo militante que representa el PRT y al cual damos la entusiasta bienvenida a todos y todas para que en igualdad de derechos avancemos en su construcción.

11. Las elecciones federales de julio de 2009 muestran que otra izquierda es necesaria, posible y urgente. Las elecciones de julio de 2009 tienen un cierto parecido con las del año 1991. Aunque el fraude electoral de 1988 impuso a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia contra Cuauhtémoc Cárdenas, la composición de la Cámara de Diputados reflejaba lo ocurrido pues por primera vez el PRI no tenía mayoría absoluta y prácticamente estaba empatado con la oposición. Por eso en la elección intermedia de 1991, ya fundado el PRD, Salinas se propuso modificar sustancialmente la composición del Congreso para contar ahí con una mayoría que le permitiera aprobar las reformas neoliberales que se proponía. De hecho, las más importantes y graves reformas logró imponerlas, con la nueva composición del Congreso, después de las elecciones de julio de 1991: la reforma al 27 constitucional y la aprobación del TLC que entraría en vigor el 1 de enero de 1994. Así ahora, Felipe Calderón pretende imponer una mayoría que le facilite la aprobación, sin tanto conflicto, de sus reformas neoliberales faltantes, como la reforma laboral, la reforma fiscal que pretende gravar con el IVA a alimentos y medicinas y lo que le falte de la reforma energética. Es probable que por el desgaste de su régimen y la debilidad política que arrastra por su falta de legitimidad no logre alcanzar su meta y siga dependiendo de la alianza con el PRI para hacerlo, como de hecho lo hicieron durante este periodo. El PRI, por su parte, se propone aprovechar el desgaste del gobierno de Calderón y el desprestigio y crisis del PRD hundido en el colaboracionismo que piensa ilusamente es su garantía de repunte, para apuntalar la imagen de que ante la incapacidad del PAN, es el PRI el que debe regresar al gobierno en la perspectiva de las presidenciales del 2012. En cualquier variable, la derecha bicéfala, el PRIAN, se propone unida mantener la mayoría absoluta para continuar con el desmantelamiento social y la lógica privatizadora y proimperialista. En la pelea electoral PRI y PAN compiten (y se atacan poniendo por delante el lodo y los ataques sucios antes que los argumentos) por la composición al interior del bloque de la derecha que les de mejores posiciones para el 2012. Como la ofensiva neoliberal no contempla solamente imponer en la práctica su política social y económica, sino lograr también las transformaciones legales y constitucionales  que consoliden a nivel del Estado la transformación que están imponiendo (como ya lo hicieron en este periodo legislativo con la reforma al ISSSTE, la reforma electoral, la reforma judicial y la petrolera, entre otras), es cierto que está en juego un riesgo y peligro grande para el pueblo trabajador y para la soberanía nacional en estas elecciones.
Por eso es que es evidente, pero necesario reafirmar, que nuestra política frente al proceso electoral debe decir claramente: ¡Ni un voto al PRI ni un voto al PAN! Parece evidente pero no lo es tanto. En el incidente ocurrido con  motivo del acuerdo electoral que el PT (Partido del Trabajo) hizo en Nuevo León con el PRI para las elecciones locales, se reveló que en la dirección misma del PT, encabezada por Alberto Anaya, se mantiene la tesis maoísta del “enemigo principal y el enemigo secundario” para justificar esta política oportunista. Aunque se trate una elección local, pero además en este caso coincidente en el tiempo con la elección federal, no se justifica de ningún modo. Se trataba, además, de una orientación a contrasentido de la que AMLO propone a nivel federal, por lo que desde el PRT, que había suscrito el acuerdo político de noviembre con el PT, nos opusimos a esa coalición electoral PRI-PT en Nuevo León, que además contó con la rotunda y decisiva oposición de la compañera Rosario Ibarra, integrante del Grupo Parlamentario del PT en el Senado y finalmente del propio AMLO, para lograr que se cancelara la mencionada coalición. Es falso que el PAN sea el enemigo principal y el PRI el secundario y que en las elecciones se pueda uno aliar con uno contra el otro; frente a ambos mantenemos independencia política.

Como decimos, la derecha es bicéfala y en las elecciones se juega el proyecto de quién debe estar en el gobierno y no podemos apoyar a un sector de la derecha contra el otro. Apoyar al PRI, como “enemigo secundario” en las elecciones de 2009 es apoyar la lógica de que ellos deben regresar ante la incapacidad del PAN, es apoyar la campaña del PRI por el regreso. Por eso la teoría maoísta del “enemigo principal y el enemigo secundario” parece una vertiente de la otra justificación oportunista, apoyada en el año 2000 por la “izquierda azul”, que hablaba del “voto útil”. Los partidarios del “voto útil” del 2000 que llamaron a votar por el PAN para sacar al PRI del gobierno, están en la paradoja de tener que llamar a votar hoy, si son consecuentes con su argumento del 2000, por el PRI para poder sacar al PAN del gobierno! ¡Para que el PRI regrese al gobierno! Esa es la consecuencia de afirmar que al definir postura frente a las elecciones, la izquierda no debe tomar en cuenta los principios sino los cálculos inmediatos de las posibilidades electorales porque las elecciones no son el terreno de la izquierda y por tanto no pretender conducirse sobre la base de sus propias definiciones. La táctica electoral se define, es cierto, de acuerdo a las circunstancias y relaciones de fuerza, es pues una decisión táctica que incluye hasta decidir si se participa o no, pues la participación no la entendemos como un principio obligado, una lección de “cultura y obligación cívicas”, así como tampoco es “un principio” no participar jamás. Pero decir que las formas de participación o la postura frente a cada elección son tácticas, no quiere decir que no hay principios. Por eso insistimos, en este terreno, frente a todos los que nos escuchen, “ni un voto al PRI, ni un voto al PAN”.
Tomar posición frente a la elección, no quiere decir necesariamente participar en las campaña electorales. Máxime cuando no tenemos un instrumento electoral propio de la izquierda y los trabajadores. Durante estas elecciones es que se ha hecho evidente la crisis y el desprestigio de todos los partidos del sistema político-electoral. Como hemos dicho antes, esta crisis, especialmente con lo que parece el fin del ciclo del PRD como partido de oposición, ha abierto una oportunidad para la construcción de un partido revolucionario. Nuestra preocupación central en esta coyuntura no está determinada por las posibilidades o las campañas electorales, sino por la posibilidad de reposicionar a un partido como el PRT como referencia política de la izquierda socialista, pero no limitado a lo que se ha convertido en estos años la referencia al concepto de partido político, es decir a un partido para las elecciones. Acordamos la integración del PRT al Frente Amplio Progresista en noviembre del año pasado como el reconocimiento y posicionamiento de un partido de izquierda, sin registro electoral, en ese frente junto con partidos registrados, pero no teniendo como objetivo central la campaña o las candidaturas.
Es nuestro objetivo, en este momento, más bien un objetivo político y no electoral, mostrar la necesidad y posibilidad de otra izquierda en medio de esta crisis, de otro partido de izquierda diferente y que no se define como partido electoral, sino en una perspectiva más amplia, de largo plazo, de transformación revolucionaria de la sociedad. Nuestro lema de campaña sería más bien “otra izquierda es necesaria” mas que el llamado a votar por uno u otro partido. Es difícil en esta circunstancia hacer una campaña nacional de agitación llamando a votar por determinado partido, si queremos resaltar el objetivo más general. No quiere decir que llamemos a no votar o a anular el voto o dar voto blanco. Nuestro interés está en otro nivel. En todo caso, llamamos a votar diferenciadamente, como ha propuesto el propio AMLO. No se trata de una elección presidencial que obliga a una definición única en todo el país. En el marco de esta crisis, dependiendo de cada distrito y cada entidad, si se trata de candidaturas ligadas al movimiento o a la resistencia o de camaradas de la izquierda socialista, podemos votar por el PT o eventualmente por el PRD o anular el voto. Incluso en algún distrito, si así conviniera para la construcción del partido o de una base social más amplia, participar en la campaña de alguna candidatura.

Es una decisión táctica. Es cierto que a la derecha le conviene la propaganda amarillista que muestra la podredumbre de los actuales partidos, sus legisladores o funcionarios, sus candidatos o dirigentes, incluidos los de los partidos de la derecha. La desmoralización política que identifica política con corrupción, es cierto, le conviene a la derecha pues desanima la participación política de las amplias masas. Es el papel que juegan los videoescándalos, el libro de Ahumada, la prensa amarillista, etc. Mientras menos gente participe en la política y en las luchas, mejor para el statu quo; es siempre la izquierda la que insiste en la participación de las masas, de todo el pueblo. Y es la derecha la que quisiera que la gente se quedara en casa, sin participar, aunque esté rumiando su enojo y desprecio por los políticos todos, pero sin hacer nada práctico en contra de esa situación. Todo eso favorece la ideología reaccionaria –disfrazada de “sentido común”- de que no se puede hacer nada por cambiar las cosas, que siempre será así. O la “novedosa” idea de que todos se corrompen al entrar a la política.
Hemos querido mostrar antes que la degeneración política de diversas opciones responde a circunstancias históricas y sociales determinadas, entre las cuales el abandono de un programa revolucionario frente a la sociedad y sus valores, facilita esa degeneración. No se trata de una fatalidad, producto de la condición humana, ni de explicaciones sexistas como las referidas a casos como el de Rosario Robles o por el contrario a la sorpresa de visiones esencialistas de lo que son las mujeres o los políticos. Pero si bien es cierto que a la derecha le conviene que el pueblo saque conclusiones desmovilizadoras y decepcionadas de la política, no es cierto que toda campaña que propone la abstención, el voto nulo o blanco, es maquiavélicamente diseñada por la derecha. También es una reacción desesperada  y legítima frente al desprestigio y crisis del actual sistema de partidos y el proceso político-electoral. Es la señal, desde otra óptica, que estamos seguramente ante la inminencia de un reajuste, reacomodo o recomposición del escenario político-electoral y partidario; como en 1976 o en 1988. Por eso la importancia de recolocar al PRT como referencia de la izquierda socialista en México en medio de esta crisis.
Respetamos la decisión de los que quieren hacer campaña política anulando el voto como una forma de protesta activa (en otra elección nosotros llamamos a depositar papeletas diciendo “otra izquierda es necesaria” o en 1976 a votar por Valentín Campa como candidato presidencial sin registro), la abstención, en cambio, no ayuda a crear conciencia y organización pues es una actitud pasiva que se confunde con la de los apáticos y son votos más fácilmente manipulados por el sistema y sus fraudes, pero al mismo tiempo respetamos también la decisión de los que voten por candidatos del movimiento, de la resistencia o de la izquierda revolucionaria, generalmente postulados en las listas del PT, como José Martínez Cruz o Lucía Morett. En cada caso en que una candidatura respetable sea postulada simultáneamente por el PT, Convergencia o el PRD, será preferible hacerlo por el PT pues eso repercute a favor de las candidaturas plurinominales de ese partido, incluso fuera de la quinta circunscripción, que es donde se ubican José y Lucía. Obviamente eso ayuda, como ha explicado AMLO, a mantener el registro del PT y Convergencia que quieren ser castigados por sostener la causa del movimiento lidereado por López Obrador frente a la traición del PRD. Eso no los convierte en partidos revolucionarios y por el contrario mantiene la ambigüedad de AMLO frente a la necesidad de un nuevo partido pues lo que priorizará será la organización y desarrollo del movimiento donde el PRT se propone como una referencia de la izquierda socialista comprometida con la lucha.
El otro elemento que, por cierto, habrá que tener en cuenta es la denuncia del fraude electoral nuevamente. Se reproducen condiciones como las del fraude del 2006 e incluso elementos de un fraude anunciado con resoluciones del Tribunal Electoral, como la de Iztapalapa, que están dirigidas contra el movimiento que representa AMLO.

Pero la táctica del voto diferenciado no se angustia por obtener el mayor número de votos y de cargos de elección popular en estos comicios del 2009 (aunque de todos modos, seguramente, el PRD será castigado electoralmente por su vocación conciliadora con FECAL), pues como ha dicho, nuevamente, AMLO “aunque sea con pocos diputados, se pueden volver a tomar las tribunas para impedirles sus planes”. Es decir, nuevamente debemos decir que la perspectiva está en la movilización de masas, en la acción y fuerza extraparlamentaria, que incide, aun con pocos diputados o senadores, en las decisiones políticas. Lo importante es mantener un movimiento de masas con fuerza y autónomo, que presione, vigile y respalde a los legisladores, según sea el caso. Es otra visión, diferente a la del cretinismo electoral, que subordina todo a los votos y la obtención de cargos de elección popular aun dejando atrás principios, como el cálculo del “voto útil”. Por supuesto que en la actual coyuntura y a pesar de la presión de AMLO, el electoralismo, el cretinismo parlamentario y el oportunismo todavía están presentes en las listas del PT y Convergencia y en sus direcciones, pues partimos precisamente de la ausencia de una dirección partidaria consecuente con un compromiso democrático y también radical. La confusa y compleja situación actual es la prueba de que otra izquierda es necesaria, otro partido claramente radical, de izquierda, socialista y revolucionario es necesario. Ahí se ubica la propuesta del PRT.

12. Las tareas que tiene por delante el PRT en esta circunstancia son muchas pero se basan principalmente en la necesidad de recolocar a la corriente del socialismo revolucionario como una necesaria referencia en el escenario político actual  y su proceso de redefinición. Es posible que estemos al inicio de un proceso de recomposición de fuerzas políticas, en medio de esta crisis, similar a los vividos en otros momentos como los ocurridos a mediados de los 70s o después del 88. Por eso se requiere colocar al PRT como una de estas referencias en medio de esa recomposición política. Así como en la debacle del PRD varias antiguas corrientes de la izquierda se reconstituyen con sus previas señales de identidad, marcadas por la izquierda socialista, en un  proceso que se confirmaba en las movilizaciones de AMLO especialmente desde el 2008 donde cada vez son menos las banderas del PRD y más de las de las antiguas organizaciones y corrientes de la izquierda o sus organizaciones sociales (hasta el extremo de la amenaza, incumplida, de que los Chuchos y ADN del Estado de México marcharían como PRD contra la movilización de AMLO el día que se votaría el dictamen sobre el petróleo en el Senado), el PRT se propone como esta opción de reagrupamiento y reorganización de la izquierda socialista y revolucionaria. Algunos compañeros pensaban que el PRT debería convocar a un Nuevo Partido Anticapitalista como en Francia hicieron los camaradas de la LCR y su candidato presidencial Olivier Besancenot. Si bien en México también se va desarrollando una capa activista  y militante identificada con el anticapitalismo, la relación de fuerzas, la situación y las tradiciones y cultura política entre Francia y México tienen en este aspecto importantes diferencias y peculiaridades. Una convocatoria del PRT para constituir un Nuevo Partido Anticapitalista en México sería una imitación forzada que conduciría a una caricatura en comparación con la importante experiencia francesa.

El Congreso Extraordinario del PRT es una iniciativa, modesta frente al importante congreso de fundación del NPA en febrero pasado después de más de un año de campaña, pero importante como un paso en el reposicionamiento de la izquierda socialista después de muchos años de debilidad y marginalidad, que reagrupa y reorganiza a muchos militantes de izquierda activos en el movimiento, una buena parte antiguos militantes del propio PRT, pero sin representar todavía un salto cualitativo sino una recolocación en la pista hacia una posible y nueva reorganización y reacomodo de la izquierda y las fuerzas políticas en México.

Convocar a un congreso de fundación de un Nuevo Partido Anticapitalista con lo que es hoy la posibilidad de reagrupamiento desde el PRT sería engañarnos y engañar sobre el resultado que no tendría comparación con lo ocurrido en Francia. Y esto es así porque no se trata de copiar una iniciativa como si las circunstancias fueran las mismas. En Francia, como en otros países de Europa, ha habido un claro corrimiento a la derecha de los partidos tradicionales de la izquierda, la socialdemocracia y los viejos PCs. Pero no solamente por la evolución de sus posiciones que se deslavan cada vez más, incluso con el abandono de la referencia comunista de varios antiguos PCs (como en el caso de Italia o de Alemania), sino sobre todo porque su experiencia en el gobierno los ha mostrado a los Partidos Socialistas ya no como reformistas, sino como implementadores del programa neoliberal. De tal forma que el creciente movimiento de resistencia altermundista, antineoliberal y anticapitalista se confronta directamente con los gobiernos socialistas, socialdemócratas, que llegaron a administrar la crisis ante el desgaste y desprestigio de los partidos tradicionales de la derecha. En la otra vertiente del movimiento altermundista que es la vertiente contra la guerra también la confrontación es incluso con el teórico de “tercera vía” Tony Blair, aliado de Bush en la guerra de ocupación contra Irak, en la continuación de la traición socialdemócrata de 1914 ante una guerra imperialista de despojo. Entonces este corrimiento a la derecha por parte de la izquierda tradicional (socialdemócrata y como furgón de cola los restos del PC) con el desarrollo del movimiento altermundista ha abierto un espacio libre para la izquierda anticapitalista. Pero eso no quiere decir que tal espacio pueda ser llenado a voluntad por quien sea. En el caso de Francia, con una fuerte tradición y cultura de participación política partidaria y electoral, la LCR, sección francesa de la IV Internacional, logró mantener una continuidad organizativa y presencia política partidaria desde el 68 y con la candidatura de Olivier Besancenot, un joven trabajador postal, logró capitalizar e identificarse con un amplio sector del movimiento altermundista e ir ocupando ese espacio de la izquierda como lo mostraron los sorprendentes resultados obtenidos en las elecciones presidenciales. Sobre esa base es que Olivier Besancenot llamó a organizar un Nuevo Partido Anticapitalista identificado con esta franja masiva de activistas y militantes surgidos en estos años de lucha altermundista.

En México estamos en el riesgo de que con la debacle del PRD se fortalezca más bien el antipartidismo con la desilusión producida y la festinación que se hace en los medios de comunicación de todo escándalo de corrupción y decadencia de los partidos electorales que apunten a la identificación de política con corrupción y que por tanto aleje a la gente de la participación política que es lo que más le conviene al statu quo. En realidad, en esta circunstancia el PRT va nuevamente de algún modo a contracorriente para convencer que sí es posible y necesario construir partido, pero otro tipo de partido y política diferentes a los que han mostrado su fracaso.  Y es más difícil porque aunque el PRT ha mantenido su continuidad organizativa, tuvo que hacerlo en condiciones defensivas muy diferentes a las de la LCR en Francia. La situación de presencia en los movimientos y sindicatos, pero incluso institucional que alcanzó la LCR en los últimos años, con presencia en ayuntamientos, y hasta eurodiputados, los vivió el PRT antes de la crisis de fines de los 80s en que se produjo el reacomodo de fuerzas que hemos examinado antes. No solamente la presencia y continuidad organizativa es diferente, sino que tampoco contamos con una figura como Olivier Besancenot  que permita a esa franja anticapitalista identificarse y responder masivamente al llamado a formar un nuevo partido.

En otro contexto y momento histórico político la candidatura presidencial de Rosario Ibarra de 1982 sí permitió un salto cualitativo en la presencia y crecimiento del PRT, aunque en los niveles y dimensiones de aquella época. En la actualidad, la única figura política en México que podría convocar a la formación de un nuevo partido, con una respuesta de masas, sería Andrés Manuel López Obrador. Esa fue la apuesta que hicieron muchos de sus partidarios ante el proceso de degeneración del PRD. Pero la similitud con Francia termina ahí, no solamente porque AMLO no ha convocado a la formación de un nuevo partido, sino porque si lo convocara, no sería para formar un Nuevo Partido Anticapitalista. Nuestra tarea en México puede parecer más modesta pero es muy importante en el contexto actual al reagrupar en el PRT a una buena parte de esa franja que, efectivamente como reconoce la IV Internacional se ha desarrollado en varias partes del mundo, que tiende a identificarse con el anticapitalismo. Es un proceso de encuentro con esa franja, sector militante y generación anticapitalista como PRT por las razones dichas en cuanto al papel jugado por el PRT y ante los escasos resultados obtenidos en el pasado con la orientación de reagrupamiento socialista entre varias corrientes organizadas. De hecho, el PRT ya se ha nutrido con parte de esa generación y franja definida por el anticapitalismo y de deslinde con respecto a la izquierda institucionalizada, especialmente después de la huelga universitaria de 1999 y con nuestra participación en “la otra campaña”. A diferencia de otras corrientes de la izquierda socialista que no han logrado conectarse con esa nueva generación activista y militante, el PRT lo ha logrado, asegurándole así además su continuidad organizativa y las condiciones para un relevo generacional. Pero obviamente esa franja anticapitalista es más amplia y hoy podemos aspirar a un nuevo encuentro, junto a la generación política previa que se había formado en la experiencia partidaria hegemonizada por el perredismo, pero que hoy se orienta hacia el anticapitalismo rompiendo con el proceso de institucionalización y sobre todo de control del colaboracionismo en el aparato del PRD.  En este sentido nuestro esfuerzo es coincidente con el enfoque que está elaborando la Internacional en este momento cuando, por ejemplo, dice: “El objetivo común, por diferentes vías, es el de partidos anticapitalistas amplios.
No se trata de retomar las viejas fórmulas del reagrupamiento o de corrientes revolucionarias únicamente. La ambición es la creación de partidos anti-capitalistas amplios.  No se trata de retomar las viejas fórmulas de los reagrupamientos de revolucionarios. El objetivo es atraer fuerzas más allá de las estrictamente revolucionarias. Estas pueden ser un apoyo en el proceso de recomposición siempre y cuando estén claramente a favor de construir partidos anticapitalistas. Aunque no hay un modelo, ya que cada proceso de encuentro toma en cuenta especificidades y relaciones de fuerza nacionales, nuestro objetivo debe ser la construcción de fuerzas políticas anticapitalista amplias, independientes de la social democracia y del centro-izquierda, formaciones que rechazan cualquier política de participación o apoyo a gobiernos de colaboración de clase, en la actualidad gobiernos con la socialdemocracia”  (Rol y tareas de la IV Internacional, proyecto de resolución para el 16 Congreso Mundial). Efectivamente, no hay fórmulas ni se trata de que la Cuarta o la LCR hayan impuesto un “modelo” único y general para todo el mundo que debe ser simplemente copiado. En nuestro país se ha desarrollado también esa franja y conciencia anticapitalista en el movimiento, que en el terreno de la política está rompiendo con el colaboracionismo, pero con una tradición y cultura político partidaria más débil que la francesa, aunque se haya mantenido la continuidad organizativa del PRT como la de la LCR en los años previos, ha ocurrido en condiciones distintas y con otra relación de fuerzas. “No se trata de retomar las viejas fórmulas de reagrupamientos de revolucionarios” defendidas y aprobadas en congresos del PRT, pero cuyos resultados son mínimos, sino proponer al propio PRT como esa referencia política en el marco de esta recomposición y crisis.
En esta lógica nuestra primera tarea a realizarse con el Congreso Extraordinario es asegurar un  proceso de reorganización partidaria efectiva, pues las posibilidades de presencia e influencia del PRT en este contexto serán menores si no logramos articular una fuerza militante y organizada, mayor y con mayor presencia nacional. Una reorganización que tiene que realizarse desde antes del Congreso en un proceso de discusión, clarificación y acuerdos políticos previos al mismo con muchos compañeros y compañeras dispuestos a fortalecer la opción de otra izquierda, que se convencen de que otra izquierda es necesaria y posible y que esa vía pasa por el fortalecimiento y construcción del PRT. Es decir, no esperar simplemente a que en el Congreso se de la reorganización, sino que se apuntale previamente, con el ingreso (o reingreso) de nuevos compañeros y la fundación de organismos de base y de comités estatales o regionales hasta donde se pueda. La reorganización es una tarea central pero no quiere decir que nos volcamos exclusivamente a la vida interna. Incluso en el terreno político, por el proceso de diferenciación política que ocurrirá antes y sobre todo después de las elecciones federales de julio del 2009 debemos mantener nuestro compromiso y participación con el Movimiento por la Defensa del Petróleo, la Economía Popular y la Soberanía Nacional y las estructuras ciudadanas del “Gobierno legítimo” y las Casas del Movimiento pues ahí se darán grandes reacomodos políticos.

Enfrentar la ola de desilusión y desmoralización políticas requerirá regularizar y ampliar nuestra prensa, especialmente Bandera Socialista, y eventualmente reiniciar la publicación de una revista como Convergencia Socialista, así como mantener el apoyo y desarrollo de Cuadernos Feministas. Igualmente actualizar una página web del PRT y en vínculo con las de la Cuarta. La lucha ideológica para insistir en la necesidad y posibilidad de la lucha política y la construcción partidaria desde otra óptica diferente a la de la izquierda institucionalizada requerirá de estos instrumentos, así como mantener y ampliar los alcances de nuestra Escuela Nacional de Cuadros “Sabino Estrada”. El reacomodo de fuerzas políticas, la perspectiva de organización del Movimiento que impulsa AMLO más allá de la participación electoral, quizá permitirá comprender mejor que en el pasado reciente la necesidad y esfuerzo que desarrolla el PRT aun sin contar con reconocimiento legal y electoral.

También es navegar a contracorriente, pero en medio de la crisis y descrédito de los partidos electorales e instituciones como el IFE, se comprenderá mejor por la generación que se formó en el PRD que es falsa la ecuación que identifica la noción de partido político con la figura de un partido legal, exclusivo para las elecciones y con recursos y prerrogativas sin los cuales parece imposible la acción política. El PRT se fundó en 1976, hace casi 33 años y solamente entre 1981 y 1991 contó con registro legal y electoral. La mayor parte de nuestra historia ha sido sin registro legal y así nacimos no para una campaña electoral, sino para un proyecto colectivo militante, voluntario en torno a un programa revolucionario. No renunciamos a que se respeten nuestros derechos democráticos de participación política e incluso electoral, pero no subordinamos a ese reconocimiento nuestro proyecto político militante.

El proceso de reorganización es también un proceso de reivindicación de nuestra concepción partidaria. Un partido con una dirección colectiva. Un partido militante, con miembros adscritos a organismos de base. Un partido militante por su compromiso e involucramiento en las luchas y también militante porque tiene un funcionamiento democrático basado en cuadros formados con formación e información políticas. Un partido con una visión y un compromiso práctico de carácter internacionalista. Un partido con un compromiso y definición feminista que se expresa en el movimiento y en la vida interna. Un partido ecosocialista que rechaza el concepto de progreso propio del capitalismo que subordina y destruye el medio ambiente. Un partido comprometido no solamente contra la explotación de clase sino contra toda forma de opresión y discriminación, sea por raza, sexo o preferencia sexual. Un partido comprometido con los derechos y la autonomía de los pueblos indios. Un partido que no hace eco y rechaza los valores burgueses, degradantes de la persona, que humillan y someten a la gente a prejuicios, tabús, ignorancia y a la supremacía del dinero. Un partido en que sus militantes contribuyen económicamente al sostenimiento y funcionamiento del propio partido. Reivindicamos, para someterlo al Congreso Extraordinario, los conceptos y normas organizativas recogidas en el acuerdo del Comité Político de enero del 2006 titulado “Organización, nuestro talón de Aquiles”.
A nivel de los movimientos sociales y de masas, en medio de la crisis actual, la garantía para recuperar su carácter de órganos de lucha y defensa de los intereses de los trabajadores, como en el caso de los sindicatos, sigue siendo la necesidad de conquistar la independencia sindical, especialmente con respecto al PRI, así como realmente la democracia sindical. Seguramente en el Congreso Extraordinario se confirmará que el proceso de reagrupamiento militante incluirá a muchos sindicalistas, que obligará a contar de inmediato con una nueva Comisión de Trabajo Sindical desde la dirección del partido para procesar, discutir  y organizar rápidamente nuestras tácticas de intervención sindical pues aunque tenemos claro, como señala el proyecto de resolución política nacional, la necesidad de impulsar una orientación de frente único en los movimientos y la lucha de los sindicatos, esta táctica requiere también un aterrizaje particular y muy concreto en cuanto a las fuerzas políticas en presencia en cada sindicato. Como se señala en el proyecto de resolución política nacional del Congreso del PRT, la experiencia que aparece como la más amplia y desarrollada en esta orientación de frente único es la del Movimiento Nacional por la Soberanía Nacional, por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas, más conocido precisamente como “el frentote”, aunque se han desarrollado diversas experiencias frentistas antes y simultáneamente como el Diálogo Nacional.  Hemos apoyado como parte de nuestra orientación unitaria, la conformación del Frente Nacional del Movimiento Urbano Popular  (FNAMUP) y tendremos que discutir las posibilidades similares en el movimiento campesino e indígena, así como la reorganización de nuestro propio trabajo ante la dispersión y desorganización actuales. Una tarea urgente que no puede abandonarse tiene que ver con el apoyo a los procesos de organización de mujeres indígenas que enfrenta hoy grandes retos y dificultades, tanto en los procesos de formación feminista, como de organización social y defensa de la autonomía, tanto indígena como de mujeres.

La construcción de una organización permanente propia de los estudiantes parece actualmente difícil, mas aun por las condición social del estudiantado como sector transitorio, pero al mismo tiempo lo hacen más necesaria por las imposiciones de las condiciones del mercado en el terreno educativo que le arrojan a la competencia, como la que ya existe entre los docentes, y sobre todo a la incertidumbre laboral para los egresados universitarios. Mientras tanto y como expresión también de la recomposición de fuerzas políticas en curso, se entiende el surgimiento de colectivos y agrupaciones estudiantiles identificados políticamente con las corrientes en presencia. Siendo inevitable este proceso en este periodo, seguiremos impulsando, de todos modos, iniciativas de acción y organización unitarias para el reactivamiento de la lucha estudiantil y su politización.

La lucha ideológica igualmente se impone como tarea permanente pues ante la crisis y descrédito de la izquierda institucionalizada se fortalecen en este medio concepciones anarquistas, de la fase actual del zapatismo y “la otra campaña” y sus visiones antipartido, antipolítica y de “no al poder”. La ofensiva de la derecha para criminalizar la protesta social y la solidaridad internacionalista, así como la solidaridad con las luchas sociales, tiene como uno de sus objetivos preferidos a las universidades que tiende a identificar como “semilleros de guerrilleros” y de narco-guerrilleros como se señala especialmente a las FARC, que facilite el señalamiento de cargos y supuestos delitos que no sean evidentemente políticos, pero igualmente considerados “graves” por la ley, como el narcotráfico, para imponer penas ejemplares. Esta ofensiva de la derecha debe ser frenada para impedir que se cierren espacios de libertad de opinión crítica y organización autónomas, característicos de las universidades públicas mexicanas.

Una situación diferente es la deteriorada situación social de la juventud no escolarizada, que como parte del desarrollo de la “economía informal” resultado de la política neoliberal que favorece a una oligarquía, se encuentra sin futuro laboral ni escolar y al mismo tiempo perseguidos y discriminados. Se desarrolla en esas condiciones un movimiento de resistencia y rechazo a la sociedad actual y sus valores, valores que el neoliberalismo pretende uniformar e imponer en toda la sociedad. En la crisis de paradigmas vividos estas dos décadas especialmente y el descrédito y desprestigio de la izquierda institucionalizada, es frecuente el desinterés y rechazo de este sector juvenil a la política y las alternativas políticas, buscándolo más bien en posiciones contestarias, contraculturales o igualmente posiciones como las del anarquismo marcadas por la anti política. Participamos y apoyamos en el reclamo de este sector de la juventud y sus movimientos contestarios contra la discriminación y represión, por el respeto a sus expresiones y formas de contra cultura, al mismo tiempo que proponemos e insistimos en la necesidad de una participación política en una perspectiva revolucionaria, como la mejor forma de oponerse y derrotar el actual modelo de vida que el neoliberalismo quiere imponer y donde está calculado también la existencia de un sector marginal que no le preocupa, mientras no le cuestione en busca de otra alternativa de sociedad igualitaria y libertaria que sustituya al actual poder.

En muchos de los casos descritos, como en otros movimientos, una tarea política central será recuperar la autonomía política con respecto a los gobiernos del PRD, lo que los ha debilitado al tiempo que los ha incorporado a nuevas (¿nuevas?) formas de corporativismo y clientelismo. La lucha por la autonomía también es decisiva en el movimiento feminista y el movimiento amplio de mujeres, como han señalado nuestras compañeras en las discusiones del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. La recuperación del carácter subversivo y radical del feminismo pasa por la defensa y recuperación de la autonomía, pues similar al proceso general de la izquierda se ha vivido aquí un proceso de institucionalización que frena y limita los alcances del feminismo aunque esto haya ocurrido, como para la izquierda político electoral, en el marco de triunfos electorales e instalación de gobiernos “de izquierda” que han retomado parte de este programa en la forma de políticas públicas con perspectiva de género pero integrando a parte del feminismo a la institucionalidad. Un paso muy importante, paralelo al que queremos hacer en la ubicación del PRT y la izquierda socialista como una referencia política nacional, es la identificación de un feminismo con perspectiva de clase, socialista, como fue el pronunciamiento público hecho, también en el marco del Encuentro Latinoamericano, de las feministas socialistas, entre ellas, por supuesto, las feministas militantes del PRT.

En este terreno también es urgente enfrentar la ofensiva ideológica, reaccionaria basada en prejuicios religiosos, de la derecha para oponer a la aprobación que hizo en su momento la ALDF del derecho al aborto para las mujeres, con la aprobación ahora en los congresos locales de los estados del “derecho a la vida desde la concepción”. Nuevamente en este terreno, al mismo tiempo que damos la lucha ideológica decididamente, se requieren impulsar las acciones unitarias y más grandes del movimiento de mujeres amplio y del movimiento feminista para frenar y revertir (las comisiones estatales de derechos humanos deberían interponer recursos de inconstitucionalidad a las reformas aprobadas, como en su momento hizo el reaccionario Soberanes contra la ALDF) estas reformas legales. La debilidad política del gobierno usurpador la ha buscado sustituir con una ofensiva de restricción de derechos, de militarización y fortalecimiento de un Estado policíaco, ya explicadas en el proyecto de resolución política nacional, que nos plantean urgentes tareas en la lucha contra la represión y la defensa de los derechos humanos.

Con la misma concepción unitaria es que impulsamos la reconstitución del FNCR, pero es obvio que la dinámica de represión y apuntalamiento de un Estado policíaco tienen tantas vertientes que igualmente surgen iniciativas de organización y movilización particulares, urgentes  y paralelas que no pueden ser obligadas a transcurrir exclusivamente por el FNCR. En medio de la descomposición social y política existentes, acelerada por la crisis de un gobierno ilegítimo y débil políticamente que no alcanza a consolidarse antes de aparecer como un gobierno fallido, infiltrado por el narcotráfico, que ha perdido el control de zonas del país, que no tiene tampoco el control completo de las prisiones, que encarcela masivamente a cuerpos policíacos, violando incluso derechos de estos, por ser sospechosos de estar ligados y/o controlados por la “delincuencia organizada”, por la militarización del país que eleva exponencialmente las violaciones a los derechos humanos de amplios sectores de la población, incluso de importantes ciudades del país, como Ciudad Juárez, pero no solamente, pero donde además empiezan a borrarse las fronteras entre la “delincuencia organizada” y las fuerzas armadas, que secuestran, desaparecen, asesinan por igual unos y otros a la sociedad civil, especialmente a los más pobres y no en realidad en guerra contra el narcotráfico, sino más bien en disputa con ciertos cárteles del narcotráfico, la urgencia de frenar esta dinámica y revertirla es de vida o muerte. En realidad, la disyuntiva está supeditada a la continuación o salida de este gobierno. De continuar este gobierno el riesgo de profundizar la dinámica de crímenes y violencia contra la población civil para imponer por la vía del terror el control social no solamente se profundizará, sino que además (en última instancia apoyados en la tesis del “Estado fallido”) la subordinación con respecto al imperialismo norteamericano y en concreto a la presencia y acción de las fuerzas armadas yanquis en nuestro territorio que es a donde apuntan el Plan México, el Plan Mérida, el ASPAN, las maniobras militares conjuntas y todas las formas equiparables con el Plan Colombia (incluida la participación de policías colombianos ya en México) es el riesgo mayor. Por eso es de vida o muerte frenar este proceso. Especialmente en lo que podamos hacer en la defensa de los derechos humanos, los derechos civiles no solamente de la oposición política sino en general de la población sometida a esta agresión, así como contra la represión, la libertad de los presos políticos, la presentación de los desaparecidos y la arbitrariedad policiaca y las reformas legales tendientes a legitimar al Estado policíaco.

Finalmente, para la realización de estas tareas será decisivo tanto el proceso de reorganización ya mencionado, su consolidación y fortalecimiento de una organización funcionando eficientemente, que cuente por tanto con la incorporación de nuevos cuadros políticos en este proceso de redefiniciones políticas, pero también el necesario y urgente proceso de renovación de la dirección partidaria. La presión y desgaste a que se ha sometido a la vieja dirección, no solamente desde el XI Congreso de diciembre del 2003, sino incluso en el periodo comprendido en estos 20 años y ahora con la ausencia a de dirigentes centrales de nuestro partido como Nellys Palomo y Arturo Mellado, fallecidos en la víspera de este Congreso, plantean con toda crudeza el problema de la renovación. No una sustitución completa para aprovechar también la experiencia y continuidad existentes como un acumulado, pero donde esto ya no es suficiente por las pérdidas mencionadas y el desgaste natural por otra parte. La renovación de la dirección ha venido ocurriendo en la práctica y parcialmente en los últimos años, pero el Congreso deberá dar pasos decisivos en ese terreno, tanto con cuadros de las nuevas generaciones militantes, como con cuadros políticos producto de este proceso de incorporaciones al PRT sean o no de las nuevas generaciones.

En caso necesario, el proceso de renovación puede darse también en pasos sucesivos por la ventaja de que tenemos previsto realizar el XII Congreso Ordinario del PRT en diciembre de este año. De esta forma el proceso de reorganización tampoco es que termina en julio con el Congreso Extraordinario, podrá continuar, profundizarse o corregirse en la perspectiva del Congreso Ordinario de diciembre. La idea de ese congreso va más allá del terreno organizativo pues pretende, por un lado, discutir y buscar la actualización de los documentos básicos del PRT, es decir Principios, Programa y Estatutos, lo que en la práctica implica una suerte de refundación partidaria al poner al día nuestras definiciones básicas en las nuevas circunstancias de México y el mundo y el nuevo papel que le toca jugar al PRT en este contexto y con la incorporación de una nueva ola militante, en medio de la crisis, si es que tenemos éxito en la perspectiva que estamos votando hoy como parte de “una nueva oportunidad en la construcción de un partido revolucionario”.

Seguramente entonces podremos evaluar y hacer el balance de esta perspectiva. El otro gran tema del Congreso será la discusión de la situación internacional, nuestras tareas y perspectivas en el marco de la preparación del 16 Congreso Mundial de la IV Internacional que tendrá lugar en febrero del 2010. De la misma manera puede definirse como parte del proceso de reorganización del PRT al tomar posición también en el ámbito internacional tanto en lo relativo al análisis como en cuanto a las relaciones internacionales del PRT, en primer lugar con la IV Internacional, lo que incide en un cierto carácter refundacional si logra ocurrir en el marco  de una composición renovada de la militancia partidaria. Por eso, concluido el Congreso Extraordinario del PRT en julio de este año, además de las importantes tareas en el movimiento, iniciaremos el proceso de preparación del XII Congreso Nacional Ordinario del PRT a celebrarse en diciembre del 2009.