Partido Revolucionario de los Trabajadores
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TÚNEZ, EGIPTO: UN PROCESO REVOLUCIONARIO DE ALCANCE MUNDIAL
1. La victoria extraordinaria del pueblo egipcio contra Mubarak intensifica el alcance histórico de la revolución tunecina que acabó con el régimen de Ben Ali. En tan solo unos días, la onda de choque de estas victorias populares se extendió a toda la región árabe y más allá, e influenció la relación de fuerzas mundial entre las clases. Manifestaciones, huelgas, asambleas, comités de autodefensa, movilizaciones de los sindicatos, de los estudiantes de secundaria y de las organizaciones democráticas se enfrentaron con una determinación absoluta contra los aparatos del Estado, principalmente contra la policía. Millones de tunecinos y egipcios se movilizaron hasta derribar a los dictadores, y continúan en marcha para que no se les arrebaten sus revoluciones.
2. Se trata de un proceso de revolución permanente que combina estrechamente las dimensiones sociales, democráticas y de soberanía nacional, y que se propaga a nivel internacional. Los efectos de la crisis económica mundial, conjugados con la opresión feroz y la corrupción descarada de las dictaduras, unieron a las clases populares más desfavorecidas, tanto la clase obrera organizada como las clases medias, tanto los jóvenes como los viejos, tanto las mujeres como los hombres. Las masas tunecinas y egipcias ya no podían aceptar los sistemas económicos que las marginaban. Al igual que en muchos países vecinos, la integración a la globalización capitalista desembocó en un crecimiento económico que no creó empleos, sino más bien una concentración de riqueza sin precedentes, un desarrollo desigual de los países y una degradación general de las condiciones de vida y de trabajo.
Una de las razones principales de estas revoluciones fue la explosión de los precios alimentarios durante los últimos años. El proceso rápido del cambio climático ha llevado a la crisis alimentaria mundial actual, particularmente en los países como Túnez. La liberalización económica impuesta por el FMI, la OMC y la UE ha resultado en una precarización creciente de los trabajadores, en un acaparamiento de las tierras por el capitalismo agrario dirigido a la exportación, en recortes drásticos en los servicios públicos y en un desempleo masivo, en particular de los jóvenes diplomados. Con el cierre, además, de las fronteras de la Unión Europea a las posibilidades de emigración y la contracción del mercado laboral en las monarquías petroleras del Golfo, ha desaparecido toda perspectiva de escapar a la pobreza.
Al mismo tiempo, la sofocación radical de las libertades y de los derechos democráticos se apoyó en los estados policiales, que imponían un control social generalizado. La imposibilidad de contrapoderes —los partidos “de oposición” parlamentarios eran tolerados por los regímenes tunecino y egipcio solamente como fantasmas, las asociaciones eran infiltradas o se obstaculizaba su funcionamiento— hizo que entre las dictaduras y las poblaciones no existiera más que la figura de un líder autocrático y un aparato represivo servil y feroz. Asimismo, el funcionamiento mafioso de los clanes en el poder acabó por deslegitimarlos.
En fin, estos dos regímenes se distinguían por su colaboración con el Estado sionista de Israel, lo cual enfurecía aún más a las poblaciones, que consideraban suyos los sufrimientos del pueblo palestino. De cara a todas estas injusticias, las huelgas y las explosiones sociales se multiplicaron durante estos últimos años, lo que permitió una acumulación de experiencias, pero sin conseguir derrumbar el muro del miedo para la mayoría de las poblaciones. Este muro se desbordó en unas semanas y, a pesar de las muy numerosas víctimas, el pueblo tunecino lideró una lucha ininterrumpida hasta sacar al dictador Ben Ali, cuyo ejemplo luego siguió el pueblo egipcio con la salida de Mubarak.
3. Con estas victorias, los pueblos de la región árabe recobran una dignidad inmensa, la de su irrupción en el escenario político de la democracia y de la lucha de clases, y no ya la de la alternativa (o combinación) mortífera de autocracias/islamismo en la cual estuvieron atrapados durante 30 años. Las clases populares —y, en primer lugar, la clase obrera— de esta región han adquirido los medios para reivindicar todas las libertades democráticas; y las mujeres, para reivindicar sus derechos y la igualdad con los hombres. Los trabajadores han adquirido los medios para contraatacar a un nivel muy superior los programas de sobreexplotación del neoliberalismo y para desestabilizar profundamente los mecanismos del dominio imperialista sobre la región, tanto europeos como estadounidenses, articulados en el Estado de Israel. El Gobierno israelí, todas las corrientes incluidas, no se equivocó cuando exigió el apoyo de Occidente a los dictadores justo hasta el final.
La revolución en la región árabe refleja el potencial para la emancipación social y democrática de toda lucha de masas contra la injusticia. El rol activo de las mujeres en esas movilizaciones es una señal inequívoca. Ese proceso permite combatir las campañas racistas e islamófobas del supuesto “choque de civilizaciones”, que intenta hacernos creer que la movilización de los pueblos árabes-musulmanes le abre el paso al integrismo.
Esta dinámica tendrá efectos en el mundo entero. Ya lo ha tenido de inmediato en Jordania, Yemen, Bahréin, Siria, Libia, Argelia, Marruecos y Mauritania, incluso si no se puede prever a qué ritmo y en qué orden pueden caer los regímenes, debido a las particularidades de cada uno. Particularmente en Libia, donde el régimen ha atacado a la población con aviones y helicópteros militares, y ha matado ya a más de 500 personas, ha habido una escalada rápida de la situación que requiere de toda nuestra solidaridad con las masas en movimiento.
Estas revoluciones crean nuevas condiciones, muy favorables, para la lucha de los palestinos, una lucha que la Cuarta Internacional fomenta y apoya. La revolución egipcia pone de manifiesto ese crimen contra la humanidad que representa el sitio a Gaza. Frente a esto, la respuesta del Estado sionista puede tornarse más severa y violenta. Será necesario redoblar la movilización para impedirla.
La dinámica de estas revoluciones fomenta también las luchas contra las dictaduras en Irán y hasta en China, donde las oposiciones se inspiran en los métodos de coordinación utilizados en Túnez y en Egipto, como lo son las redes sociales. Fomentará inevitablemente las movilizaciones de las comunidades inmigrantes originarias de la región árabe, las cuales son sobreexplotadas y oprimidas en los países capitalistas avanzados. Más que nunca, debemos mantenernos del lado de estas poblaciones.
Pero estos procesos podrían tener consecuencias globales todavía mayores en los países imperialistas donde los trabajadores y los jóvenes se enfrentan cada vez más masivamente a los planes de austeridad sin encontrar el camino de la victoria: ¡demuestran que una revolución desde abajo es posible en el siglo 21, que ésta puede acabar con un régimen político aparentemente inexpugnable y conseguir las conquistas que parecían inaccesibles aun ayer!
4. Las conquistas de estos procesos ciertamente son frágiles tanto en Túnez como en Egipto, pero esenciales para lo que sigue. Apoyadas en las experiencias populares recientes y el antiguo arraigo de la izquierda radical en los sindicatos, la autogestión se desarrolló masivamente cuando era necesario que los manifestantes y los habitantes de los barrios se protegieran de las exacciones policiales y de las milicias del poder: en Túnez, de Sidi Bouzid a los barrios populares de las grandes ciudades y en la Kasbah de la capital; en Egipto, de la Plaza de la Liberación de El Cairo a los barrios de Suez, Mansourah o Alejandría. Escenas inimaginables unos cuantos días antes: los musulmanes y los coptos protegían mutuamente sus momentos de oraciones; los obreros y los internautas jóvenes, las mujeres y los religiosos, los escritores y los taxistas se paraban hombro a hombro en los puntos atacados por los secuaces de Mubarak. El pueblo logró desestabilizar el ejército, mientras intentaba fraternizar sistemáticamente con los soldados. Los dictadores huyeron, el liderato de los partidos en el poder tuvieron que irse bajo la presión de las movilizaciones, y las movilizaciones populares continúan. En Túnez, los dirigentes más corruptos son perseguidos por la justicia, los fondos y los bienes del RCD fueron congelados, y sus locales se han convertido en casas del pueblo. La mayor parte de los prisioneros políticos ha sido liberada. Si es que no han sido desmantelados, los aparatos policiacos de ambos países están desorganizados. Los empleados del ministerio comienzan a ejercer un control sobre sus dirigentes, como aquellos en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Túnez, que consiguieron la renuncia de su ministro, quien había cubierto de elogios a la ministra Alliot-Marie. Muchos gobernadores, alcaldes y funcionarios públicos tunecinos han tenido que renunciar. ¡Las masas tunecinas han llegado incluso a exigir la salida del recién llegado Embajador de Francia, luego de su declaración despectiva! Muchos trabajadores temporeros del servicio público han sido nombrados a puestos permanentes; el capital de los empresarios más corruptos de Túnez ha sido nacionalizado. En Egipto, esos procesos también han comenzado. Los servidores públicos han obtenido aumentos de salario de un 15 por ciento; muchas huelgas obreras se desarrollan a pesar de las amenazas del nuevo poder.
5. Por supuesto, las clases dominantes no se quedaron inertes y serán más y más activas de cara a los procesos revolucionarios. En Túnez, la “neutralidad” del ejército y la partida de Ben Ali se contrabalancearon con la permanencia en el poder de su primer ministro, Ghannouchi, y muchos de los dirigentes del RCD, que sería legitimada por la llegada al gobierno de varios partidos de la oposición y del gran sindicato UGTT. El rechazo a esto y la movilización popular impusieron un segundo gobierno en que solo el Primer Ministro queda entre los ejecutivos del RCD. Pero el nuevo poder es dirigido por los ejecutivos del imperialismo francés, y éste, junto a los capitalistas tunecinos y al ejército, está concentrando todos sus esfuerzos en convencer a los trabajadores de reanudar el trabajo “como antes”. Sería cuestión de cerrar un paréntesis… mientras se conforman con anunciar las elecciones generales en 6 meses.
En Egipto, es el ejército el que está garantizando directamente la “transición”, con el amenazante Ministro del Interior Suleiman, un torturador probado, amigo de Israel y un agente de la CIA de conocimiento público. Allí también se le hace un llamado a la gente para que sea razonable y permita la continuación del turismo y de las inversiones extranjeras, con la promesa de elecciones en unos cuantos meses… y amenazas de una reanudación de la represión.
Los gobiernos de Sarkozy y Berlusconi, que no se lo esperaban y se enredaron en su apoyo a Ben Ali, están al frente de la Unión Europea para exigir ahora la reanudación de los negocios y el regreso a los bloqueos policiales de los emigrantes. La administración Obama del imperialismo estadounidense es mucho más flexible: tras no haber previsto ni controlado el movimiento en Egipto, pretende traslaparlo. Pero sus vínculos estrechos con el mando del ejército pesan como una amenaza permanente sobre el proceso revolucionario egipcio y requerirán que se mantenga cerrada la frontera palestina en Gaza. En fin, las instituciones internacionales exigirán que se respeten los fundamentos del capitalismo moderno: el pago de la deuda pública, aunque sea inicua; el respeto a la apertura total al capital y a los productos extranjeros, continuando las desregulaciones.
6. En este proceso, hay que erradicar todo el sistema para establecer todos los derechos y las libertades democráticas: el derecho a la expresión, el derecho a la huelga, el derecho a manifestarse, el pluralismo de asociaciones, los sindicatos y los partidos, la liquidación de la institución presidencial y la instauración de un gobierno provisional revolucionario. Es necesaria hoy la apertura de un proceso de elecciones libres a favor de una asamblea constituyente. Para que no sea usurpado por un nuevo poder de las oligarquías, este proceso se debe apoyar en la organización de comités, coordinaciones y consejos populares que emergieron en la población. En ese contexto, los anticapitalistas lucharán por las reivindicaciones clave de un programa que rompa con el imperialismo y el sistema capitalista: satisfacción de las necesidades vitales de las clases populares (el pan, el salario, el empleo); reorganización de la economía en función de las necesidades sociales; los servicios públicos gratis y de calidad (la educación, la salud); los derechos de las mujeres; ampliación de las protecciones sociales (el desempleo, la salud, el retiro); una reforma agraria radical; la socialización de los bancos y de los sectores clave de la economía; la anulación de la deuda; la soberanía nacional y popular. Este programa, que estaría al servicio de los trabajadores y de la población, es defendido en Túnez por la Liga de la Izquierda Obrera (Ligue de la Gauche Ouvrière, LGO). Esta es un componente del Frente 14 de Enero, el cual reúne a las izquierdas que rechazan el gobierno de Ghannouchi y lucha por todas las libertades democráticas, por una Constituyente y por la satisfacción de las necesidades fundamentales. Este programa también es defendido en Egipto por un reagrupamiento de revolucionarios que está en curso.
Los pueblos tunecino y egipcio, y el conjunto de los pueblos de la región árabe todavía necesitan nuestra solidaridad en la lucha por las libertades democráticas. Necesitan aun más nuestra movilización para aflojar el tornillo imperialista: no pago de la deuda externa de los antiguos regímenes; restitución de los bienes y los haberes financieros de los dictadores; protección de la soberanía nacional del pueblo ante las presiones del capitalismo internacional; anulación de los acuerdos internacionales firmados por el antiguo régimen en los sectores militares, migratorios y de seguridad. Los revolucionarios del mundo entero también tienen la tarea esencial de establecer todos los vínculos posibles con los sindicatos y las organizaciones sociales y anticapitalistas de sus respectivos países para ayudar con la consolidación de los procesos revolucionarios en curso y para apoyar la autoorganización de los pueblos en cuestión.
¡La revolución en curso en la región árabe es nuestra lucha!
Desde ya y en adelante apoyamos las siguientes iniciativas: - El llamado de la Asamblea de los Movimientos Sociales, reunida en el marco del Foro Social Mundial de Dákar, a una jornada mundial de movilizaciones en solidaridad con las revoluciones en el mundo árabe el 20 de marzo de 2011 (fecha del aniversario de la invasión a Irak en 2003). - La conferencia de las organizaciones revolucionarias de la región árabe, convocada por la LGO, del 25 al 27 de marzo en Túnez. - La Conferencia Anticapitalista Mediterránea, convocada por el Nuevo Partido Anticapitalista, la cual se llevará a cabo en Marsella el 7 y el 8 de mayo próximos.
Ámsterdam 22 de febrero de 2011. El Comité Internacional de la IV Internacional.
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