Partido Revolucionario de los Trabajadores
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PRT: Un futuro a construir
Luis Rangel*
¿Cuál es el valor de que una organización socialista mantenga continuidad después de 40 años? No se trata de sólo contar el tiempo en el calendario, hacer remembranza de lo que fue y pudo (o no) ser; estas cuatro décadas, sin duda, han sido épocas que han puesto a prueba a todas las expresiones de la izquierda y del comunismo (entendido como un movimiento, una potencia en la sociedad). Las apuestas emancipadoras sufrieron el fin de las utopías, la contrarrevolución neoliberal, la revancha de las clases explotadoras ante el intento más noble de la humanidad por alcanzar su emancipación, que en este marco, expresiones políticas con raíces en estas apuestas centenarias (las revoluciones del siglo XX) consigan sobrevivir es en sí un gran valuarte.
Pero la supervivencia no es, en sí misma, un elemento propio de festejo. Las vías por las cuales se afrontó la crisis de la llamada “vuelta de siglo” fueron varias, la mayoritaria, lo sabemos, tendió a una tránsfuga, una huída “hacia delante” en el liberalismo; pero en otros casos, adquirió la forma del atrincheramiento, sea en los movimientos sociales (una nueva guerra popular y prolongada, esperando mejores tiempos), en la academia (y la crítica ascéptica, universitaria) o en el programa (encapsulamientos sectarios que más autocomplacientes que autoproclamatorios). El valor de que una propuesta política como el PRT sobreviva reside, más que en el hecho de persistir a pesar de todo, en el mantener la pulsión de “dar un salto”, de encontrar caminos para recomponer y recuperar lo arrebatado, no para unas siglas, sino para los nadie, los de siempre, las y los olvidados. En este camino, empedrado de malas intenciones, errores y apuestas fallidas, más dudas que certezas, la continuidad adquiere un nuevo matiz, no el de la autocelebración, sino el de la convicción de luchar, organizarse, pensar colectivamente, actuar políticamente. Construir ese otro posible, desde el aquí y el ahora.
Memoria para luchar
Las jornadas por los 40 años de nuestro partido, que no acaban hoy, sino que continúan; nos han permitido abrir un espacio militante para la memoria. No una memoria nostálgica, sino una memoria activa.
El siglo en el que el partido se fundó, el XX, al cual más, allá de los balbuceos del nuevo mundo, pareciera que se le impusieron, al final del día, contrarrevoluciones, las traiciones, el mosaico de barbaridades. En palabras de Bolívar Echeverría “sólo un hecho impide hablar del siglo XX como de una época de barbarie. (…) Se trata de la existencia de la izquierda, una cierta comunidad de individuos, una cierta fraternidad, a veces compacta, a veces difusa, que ha vivido esta historia bárbara como la negación de otra historia deseada y posible a la que se debe tener acceso mediante la revolución”. Es en este marco general que la historia del PRT en sus primeros 20 y tantos años de vida adquiere sentido. Siendo nuestra experiencia un elemento de esta gran comunidad que negaba la barbarie en ciernes, las guerras sucias y las limpias, los fraudes y las represiones, las explotaciones y las opresiones.
La memoria militante es un cepillar la historia a contrapelo, redimiendo a los derrotados para las luchas presentes; en nuestra tradición, la de la IV (y en general del marxismo crítico pasado y presente), es un campo de batalla, una forma de entender los grandes acontecimientos, hacerlos entendibles y legibles a través de la política, del arte del conflicto según Bensaïd. La memoria de nuestros 40 años de lucha debe abrir otra forma de pensar, repensar, entender los dilemas presentes y bosquejar iniciativas urgentes en medio de la crisis y el complejo escenario nacional e internacional.
Interpretar el mundo para cambiarlo
Marx, en su tan citada tesis XI sobre Feuerbach sentenció que no se trataba de interpretar el mundo, sino de transformarlo. Sin embargo, esta transformación no será producto solamente de la voluntad revolucionaria de grupos como el nuestro, será, como también sentenció el fundador de nuestra escuela de pensamiento, producto de la clase trabajadora misma. Esta acción, la lucha final que invocamos en nuestro himno, La Internacional, no saldrá un día como el sol al nacer; solo puede ser la conclusión de un largo camino de luchas, victorias, derrotas y aprendizajes.
Es entonces que, para organizaciones como la nuestra, una tarea que, entre otras, nos hemos echado a cuestas, consiste en tratar de interpretar el pasado, estas victorias y derrotas, y eventualmente formular aprendizajes estratégicos para, en el siguiente asalto, tener mayores posibilidades de triunfo.
Pero no solo eso, las lecciones, apuestas y propuestas que podemos y debemos formular para el aquí y ahora, y aunque parezca obvio nunca sobra hacer énfasis en esto, no pueden ser producto de una sola mente, de un solo dirigente brillante e infalible. Dejemos a la ideología burguesa la labor de hacer apología de héroes que vencen, por mérito propio y, a lo sumo, con “su mujer” detrás, las grande batallas.
La nuestra no es la historia de próceres o santos rojos.
La nuestra, es la historia de todas, de nuevo, de los nadie que emuló Galeano. Nuestra política es la política de todas, para todas. Nuestro pensamiento y nuestras políticas, en consecuencia, tiene que construirse por la suma de las capacidades de todas y todos los que militamos en el PRT. El partido ha de consolidarse como un cuerpo colectivo, un intelectual colectivo que traduzca las luchas y debates presentes en apuestas y políticas para un futuro a construir. Por eso, y no por una fetichización de la democracia por la democracia misma, la absoluta libertad de opinión y contraargumentación, siempre fraterna, sincera y respetuosa, se nos ha impregnado como un signo de identidad.
Heredar el mote de “trotskistas” no tiene que ver con sacralizar barbas puntiagudas, acento ruso, francés o argentino; sino con defender a cualquier precio, la libertad de opinión junto con la unidad de acción. Tenemos que interpretar el mundo para cambiarlo, por supuesto.
En la medida en que seamos más esfuerzos en el PRT, en la medida en que estemos más presentes en los no pocos movimientos sociales y resistencias diversas a lo largo y ancho del país, nuestra interpretación puede ser menos errática y seremos capaces de acercar, en consecuencia, nuestras iniciativas a las necesidades del pueblo trabajador para nuestra situación concreta.
Necesidad histórica de agrupaciones como el PRT
Por lo tanto, camaradas, nuestro cumpleaños 40 no debe de ser, insistimos, un momento de nostalgia. Es un corte de caja, una oportunidad para pensar nuestro camino andado y, en vista de los tiempos de crisis que vivimos, pensar colectivamente por donde debemos seguir (pues es claro que debemos seguir adelante).
Pensemos el presente y el futuro inmediatos de nuestra organización en sintonía con los grandes retos del presente. Preguntémonos todo lo que tenemos que preguntarnos, encontremos en común respuestas para la acción. En un momento en el que las alternativas para el movimiento parecen circunscribirse a una aparente ambivalencia excluyente entre las llamadas “vía institucional” (que en el tiempo presente se traduce inevitablemente en nuestra posición ante MORENA) y “vía no institucional”, (que si bien se disgrega en varias opciones, casi siempre termina reducida en una mera resistencia sin horizonte de victoria, en hacer incluso apología de la incapacidad de los movimientos sociales por disputar el poder, de parapetarse en resistencias circulares).
En este panorama, la existencia, pero también el crecimiento y desarrollo de grupos como el PRT, son una necesidad histórica. Después de 2012 y 2014, parece que vuelve, balbuceante y con poca claridad, la necesidad de la discusión política; de manera (como siempre) desigual y combinada. Pero en cualquier caso, hay un espacio, si decidimos tomar la oportunidad, para empujar y volver a poner en la mesa la necesidad de la política y, por tanto, de (los) partidos.
Nunca sobra hacer énfasis en que, en nuestra concepción, la idea del partido no es estática. Cambia con el tiempo, según el contexto al que nos enfrentemos. Nos manifestamos en franco desacuerdo con quienes concluyen que “las formas partido” se han acabado, pues para nosotros no hay “una forma” de partido. En la propia historia del nuestro, del PRT, la “forma partido” ha ido cambiando en cada momento histórico, según la composición y los retos a los que se enfrentaba. No es lo mismo, en su “forma partido”, una organización conformada mayoritariamente por estudiantes provenientes del mítico 68 que un partido con registro electoral en plena campaña presidencial a contracorriente, o una organización con fuerte influencia e implantación en movimientos campesinos e indígenas. En cada caso, nuestra “forma” se adaptó a los retos del momento.
Nuestro desafío hoy, en consecuencia, es encontrar la mejor “forma posible” para que el partido, a partir de su vigencia programática y política, pueda aprovechar tanto todas las voluntades en su diferencia, que hoy nos alinéamos tras esta bandera para relanzar, para luchar, para ganar.
Un nuevo comienzo
Finalmente, hemos hecho siempre énfasis en que los 40 años del PRT son una oportunidad para su reorganización (que nunca es una tarea concluida). Da la casualidad que coincide con un momento político de definiciones, de necesaria crítica y autocrítica para poder hacer frente al futuro. El PRT vive y lucha, nadie lo puede negar; pero no basta. Tenemos que recuperar lo mejor de nuestra tradición construida en estas cuatro décadas. Recuperar, por ejemplo, la necesidad de que el partido no dependa mas que de sus militantes, del pago sistemático y organizado de cuotas. Recuperar la necesidad de organizarnos en instancias, de dividir eficiente y democráticamente las tareas entre todas y cada uno de los miembros del partido, por solo mencionar algunas cosas.
Pero también, pensando hacia delante, el PRT en este “nuevo comienzo”, es decir, a partir del año 41, debe de poder involucrarse más en la articulación y construcción de una fuerza política independiente, de la clase trabajadora. La memoria militante que hoy tiene el PRT debe ser no sólo un valuarte del cual, por supuesto, nos tenemos que sentir orgulloso, sino un punto de partida hacia los retos inmediatos. Nuestra memoria, en conclusión, no es volvernos en patriotas de siglas, que claro que queremos, sino en hacer del PRT una herramienta de utilidad para obtener victorias futuras.
Decía Walter Benjamin, en sus tesis sobre el concepto de la historia “en realidad, no hay un instante que no traiga consigo su oportunidad revolucionaria –sólo que ésta tiene que ser definida en su singularidad específica, esto es, como la oportunidad de una solución completamente nueva ante una tarea completamente nueva”. Hacia delante, lo tenemos claro, no hay guiones, no hay recetas, no hay certezas. Tenemos apuestas, hipótesis, políticas de acción, pero sobre todo un futuro a construir, un cielo que asaltar, una vida que ganar.
*Texto leído por el autor en la celebración conmemorativa de los 40 años del PRT, el 18 de septiembre de 2016, en la sede del PRT en la CDMX.