Partido Revolucionario de los Trabajadores
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DOLORES RODRÍGUEZ NORIEGA, mejor conocida como Lola, militante revolucionaria e internacionalista. Lola nació en la ciudad de Puebla en el año 1925 en el seno de una familia conservadora de orígenes españoles y tradición católica. Siempre rebelde, se casó en Tijuana, BC, con Jorge Chávez, con quien tuvo dos hijos: Josie y Jorge.
Al quedar viuda, en el año de 1973, decidió darle un giro radical a su vida. Se mudó a la ciudad de La Paz, con Jorge, su hijo, mientras que su hija, la Josie, continuaba sus estudios en la Facultad de Filosofía en la CDMX. Habiendo dejado atrás su vida en familia, Lola empezó un proceso de radicalización y concientización como mujer trabajadora que debería sobrevivir por sus medios. Gracias a su hija Josie que ya era militante trotskista, Lola entró en contacto, desde 1975, con los camaradas del GCI (Grupo Comunista Internacionalista) de La Paz, encabezados por el camarada Tito Piñeda. Después de una breve experiencia frustrante con el PPS en una campaña electoral local, rompió fuertemente con ellos y decidió incorporarse al GCI Al poco tiempo, el GCI producto de sucesivas unificaciones habrá de constituirse como PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). A partir de ese momento, Lola se convierte en comprometida militante del PRT, haciendo gala de una gran energía como activista, volanteando, distribuyendo Bandera socialista, el órgano del PRT, haciendo pintas nocturnas, cuidando el local del partido y exigiendo disciplina y puntualidad al resto de camaradas. También en el contacto y solidaridad con las compañeras trabajadoras de Ardemi o en las campañas electorales cuando el PRT consigue su reconocimiento legal. La primera campaña electoral federal del PRT fue para las elecciones presidenciales de 1982 donde postulamos a Rosario Ibarra como candidata a la Presidencia de la República. Rosario se convirtió así en la primera mujer candidata presidencial en la historia de México. En forma similar, en Baja California Sur, el PRT postuló a Lola como candidata a Senadora (ver la foto).
Durante un tiempo, Lola se fue a vivir a Cuernavaca, Morelos. Militando allá en el PRT con camaradas como el Castor y Julia, Lola entró en contacto con el feminismo y el trabajo entre mujeres, tanto como obreras como trabajadoras domésticas.
En julio de 1979 triunfó la revolución sandinista en Nicaragua, cuando el FSLN tomó Managua. En los años siguientes, a pesar de la gran solidaridad internacionalista y de la lucha revolucionaria en El Salvador, la revolución sandinista enfrentaba grandes problemas, retos y riegos para poder consolidarse, sobre todo por la agresión imperialista que ayudó a armar a la Contra desde Honduras para derrotar a la revolución. En Cuernavaca, Lola ya había participado en las acciones de solidaridad con Nicaragua pues era un centro de gran actividad en ese sentido, incluso de las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base) que junto con más activistas de la solidaridad cada año organizaban brigadas para ir, solidariamente, al corte de café en un momento en que muchos jóvenes estaban en el frente de guerra. En ese contexto, Lola planteó a la dirección del PRT su disposición para irse a militar a Nicaragua en apoyo a la revolución. De nada sirvió la discusión con ella sobre las dificultades para su traslado a Nicaragua. Lola insistía, argumentando que ella no quería morir sin ver una revolución, verla y vivirla. Ustedes van aquí muy lentos y si sigo aquí capaz que no veo la revolución, les respondía a los camaradas de la dirección del PRT.
Finalmente, Lola se trasladó a Nicaragua en 1983. Vivió en Managua y en León. Colaboró en campañas de salud y recibió algún entrenamiento para la defensa de la revolución. En la misma época, el PRT instaló en Managua una oficina de contacto y también de representación junto con camaradas de la IV internacional. Para instalar esta oficina del PRT se trasladó allá, la camarada Lucía Peña,” la Bibis”. De esta manera, Lucía y Lola se acompañaron mutuamente y trabajaron juntas. Lola no pensaba regresar jamás a México. Para poder permanecer allá, sin problemas, en algún momento logró nacionalizarse casándose con un joven nicaragüense que inmediatamente tenía que salir al frente de batalla a la frontera con Honduras. Así pudo recibir capacitación también de defensa, al mismo tiempo que igual distribuía materiales del PRT y de la Internacional, así como ayudando a la integración de camaradas que fueran al corte de café o a otras actividades de solidaridad internacional, como los encuentros de discusión sobre democracia y revolución a donde asistieron camaradas, tanto del PRT como de la Internacional, como la propia Rosario Ibarra, junto con Edgard Sánchez, como Ernest Mandel o Eric Toussaint, entre otros. También camaradas del movimiento urbano popular mexicano que asistieron a algún encuentro allá.
La derrota electoral del FSLN en febrero de 1990, a manos de Violeta Chamorro como nueva presidenta, abrió un nuevo y complicado periodo. La derrota del sandinismo, después de años de una desgastante guerra de la Contra (con altos costos de vidas, especialmente de la nueva generación, pero también económicos y sociales que no permitían reducir las desigualdades sociales) y la evidencia también, que surgiría con la “piñata” sandinista, del proceso de descomposición y corrupción interna en el FSLN, tendrían efectos terribles a nivel histórico, pero por supuesto también para militantes comprometidos con la revolución como Lola, Lucía y otros camaradas. Con el paso de los meses, la situación para los internacionalistas en Nicaragua se hizo insostenible e insoportable por la hostilidad y los efectos de la derrota. Poco a poco tuvieron que ir saliendo, en medio de la derrota, hostilizados y frecuentemente desmoralizados o en situación de depresión. También Lucía y Lola tuvieron que salir en algún momento.
Para Lola, que no pensaba que regresaría a México jamás, el golpe fue especialmente duro. Por temporadas regresó a Baja Sur, tanto a La Paz, como a Cabo San Lucas y en otros periodos también viviendo en la Ciudad de México. Debilitada y enferma, finalmente murió en la Ciudad de México el 30 de octubre de 1997.
Su capacidad de lucha, su entrega militante y revolucionaria, su generosidad y solidaridad son un ejemplo que hay que reconocer y mantener vivo.