43 años del PRT: Edgard Sánchez

43 AÑOS DEL PRT. 
(18 de septiembre de 1976-2019)
Contruyendo futuro.

 Edgard Sánchez (*)

Este 18 de septiembre se cumplen 43 años desde la fundación del PRT, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, la sección mexicana de la Cuarta Internacional.

Como suele decirse, no queremos hacer una referencia nostálgica. Preferimos hacer una reflexión política  sobre la importancia del acontecimiento y especialmente sobre la vigencia del proyecto representado por el PRT desde su nacimiento.

En la escuela de cuadros del PRT de diciembre del 2018, abordamos ya una reflexión similar al conmemorar los 50 años del movimiento del 68 y los 80 años de la fundación de la IV Internacional.

El tema era origen y perspectiva, es decir, la pregunta de dónde venimos y cuál es nuestro propósito y perspectiva.

Más allá de nuestra adscripción histórica a la corriente del marxismo revolucionario,  el origen inmediato del PRT se encuentra, efectivamente, en esas dos referencias: el movimiento estudiantil popular de 1968 y nuestra identificación con la IV Internacional.

El PRT que se funda ya como la sección mexicana de la IV Internacional, nace en el contexto de la nueva situación abierta con el 68, en México y en el mundo. El origen en la experiencia histórica del movimiento estudiantil del 68 marca nuestra definición y orientación políticas.

El movimiento del 68, enarbolando la bandera de las libertades democráticas, confronta un régimen político, el priísmo, estructuralmente antidemocrático y autoritario que es incapaz de hacer la mínima concesión a un movimiento independiente. Pese a la simpatía popular por el movimiento, la masacre del 2 de octubre no conoce, por parte de la clase trabajadora, una respuesta de esa dimensión debido al control corporativo de sindicatos y organizaciones campesinas y populares por parte del PRI.

Para el PRT, entonces, las lecciones del 68 le definen aspectos centrales de su perspectiva. Por un lado,  la necesidad de la independencia política de la clase trabajadora con respecto al PRI y cualquier otro partido burgués. Es la necesidad de un partido de masas propio de la clase trabajadora  pero también de la independencia de las organizaciones sindicales y populares con respecto al corporativismo burocrático.

Simultáneamente, la otra lección que sostiene nuestra visión estratégica es que la lucha por las libertades democráticas, la democracia en todos los niveles, es central en la lucha contra el régimen político en que toma forma el Estado burgués en México. La experiencia del 68 (y lo confirmarán posteriores movimientos) muestra que no es posible alcanzar realmente la democracia sin la transformación revolucionaria que acabe con  las bases del sistema, es decir, no es posible separar la lucha por la democracia de la lucha contra el capitalismo y su sistema de explotación. Nuestra postura es diferente  tanto de la visión reformista como ultraizquierdista.

No subestimamos la lucha por metas inmediatas ni las conquistas parciales. Pero no abandonamos nuestra perspectiva de largo plazo  sembrando ilusiones en conquistas inmediatas que implican concesiones a aspectos centrales del sistema contra el que luchamos.

Por eso discrepamos con la idea hoy en boga de que se puede acabar con el neoliberalismo declarándolo simplemente y al mismo tiempo mantener políticas neoliberales centrales como los megaproyectos ecocidas y contra los pueblos, como el Tren Maya, el Transítsmico, el Plan Morelos (de Huexca) y otros, o manteniendo la misma estrategia de militarización , con la Guardia Nacional, frente a la inseguridad pública. No es simplemente la corrupción la que ha generado la desigualdad social o al neoliberalismo, sino al revés. Por eso no nos definimos simplemente como antineoliberales, sino anticapitalistas.

Cuando en 1982, tuvimos por primera vez reconocimiento legal como partido, un derecho democrático indudable, en la campaña presidencial de ese año la compañera Rosario Ibarra explicó claramente nuestra perspectiva radical al decir: “no hay democracia con desaparecidos”. Celebramos cada que hay una conquista parcial, pero debemos insistir en la perspectiva de largo plazo porque no aceptamos cambiar una conquista parcial al nivel político, por importante que sea, sacrificando la lucha y demandas centrales del pueblo. No olvidamos la transición pactada realizada en países de América del Sur en que se logró la salida de los militares a cambio de impunidad, sacrificando la lucha por los desaparecidos. Por eso repetimos junto al movimiento; ni perdón ni olvido: vivos los llevaron, vivos los queremos. Es decir, abrir los cuarteles militares.No se puede resolver el caso de los desaparecidos sólo con homenajes, sino interviniendo a las fuerzas armadas, la única puerta cerrada que encontraron los grupos de investigación internacional de Ayotzinapa, por ejemplo.

Así es que también celebramos el desfondamiento del PRIAN en México, pero continuamos la lucha contra las políticas neoliberales y por la perspectiva anticapitalista. Porque las 3 anteriores transformaciones históricas en nuestro país han sido, en realidad, revoluciones y no simplemente un cambio electoral, aunque en algún caso el fraude electoral haya provocado la revolución Pero aún en una revolución en que ocurre una real irrupción de las masas, hay fases en la misma, no etapas históricas como diría el stalinismo, pero fases en el nivel de conciencia de las masas y la relación de fuerzas. Esa fase inicial es lo que refleja el Abrazo de Acatempan y el intento de Iturbide de imponer un Imperio en la Independencia o el gobierno de Madero tratando de frenar la Revolución del Sur de Zapata, así como Kerensky en 1917 en Rusia. Pero siempre está abierta la posibilidad de un proceso de revolución permanente que continúe el ascenso revolucionario a una verdadera trasformación sin adaptarse a una fase transitoria buscando frenar el proceso.

Estos 43 años más bien nos han enseñado a asumir la paciencia leninista entendiendo nuestra proyecto como de largo plazo,  de largo alcance. Después del 68 veíamos la posibilidad de la revolución  a corto plazo. No era una ilusión falsa (el Ché, Vietnam, Mao 68, la Primavera de Praga, la revolución sexual, las revoluciones en Centroamérica lo demostraban) . Pero el fin del “pequeño siglo XX” (que va de 1917 a 1989) y las derrotas ocurridas nos reafirman en esta visión de largo plazo.

No en una visión pesimista. Por el contrario. La caída del PRIAN significa también la oportunidad de nuevas y más fuertes luchas, junto a las que previamente permitieron y provocaron el desplome del viejo régimen. Plantean la necesidad de mantener la independencia política, así como la confianza en la propia organización y movilización. No es el momento de frenar las luchas ni de depositar la confianza que no sea en la movilización. Los cambios realmente radicales vienen de abajo, de la movilización y lucha de masas, no como concesión de arriba, del poder. El desfondamiento del PRIAN ha aflojado los viejos controles corporativos e intensificado la lucha de clases; no se trata de crear nuevos controles corporativos, sino de fortalecer la organización y lucha independiente del pueblo y la clase trabajadora.

La diferencia con el 76, al momento de la fundación del PRT, es que entonces con el ascenso abierto con el 68 el paradigma de la revolución socialista es, por lo dicho antes, muy claro para esa generación. El que el  PRT se asumiera como sección de la IV Internacional es parte de esa necesaria definición. Después del fin del "pequeño siglo", la situación es otra en cuanto a la construcción del partido revolucionario. Decimos que la definición como trotskistas ya no es suficiente. Al desfondarse la Unión Soviética, el sistema político en que se basaba la burocracia contrarrevolucionaria, es decir el stalinismo, no obliga ya a una definición como en aquel entonces. No renegamos de la explicación trotskista de la burocracia y de la lucha de la Internacional contra el stalinismo, pero el tema puede seguir siendo parte de un debate histórico. Sin embargo, en las nuevas circunstancias, un reagrupamiento trotskista como en 1976 no es suficiente pues requerimos más bien, un encuentro con otras corrientes que pese al fin de la Unión Soviética y  el avance del neoliberalismo, incluso en el terreno ideológico, siguen defendiendo la perspectiva socialista o una definición clasista, independiente de la burguesía. Esa es la razón de la búsqueda de proyectos como el de la OPT, originada en la lucha de la clase trabajadora contra el neoliberalismo, para construir un partido más amplio pero de la clase obrera. Más amplio pero no el "Arca de Noé" de un partido electoralista, pluriclasista, como Morena.

Para el PRT, desde las lecciones del 68, como ya dijimos antes es una tarea estratégica la independencia política de la clase trabajadora en nuestro país. No es una perspectiva fácil pues apunta contra el corporativismo que ha sido determinante para el mantenimiento del control de la clase trabajadora por parte de la burguesía y la estabilidad del sistema. Es una tarea histórica. La no comprensión de esta necesidad de mantener la independencia política de cualquier fuerza burguesa, incluso de aquellas que se consideran "progresistas", explica el fin y la liquidación de algunas corrientes más antiguas que el PRT y en su momento, incluso, más fuertes que la nuestra. Es por eso que hoy el PRT representa a la corriente de la izquierda socialista más antigua de México, la que ha logrado pese a todos los giros abruptos de la situación política, incluyendo la persecución y represión, mantener esta continuidad organizativa. Incluso frente a la otra referencia histórica de la izquierda socialista en México (y el mundo) que fue considerada la izquierda "oficial" o la del comunismo "realmente existente" que es la de los Partidos Comunistas. En estos días se conmemoran los 100 años de la fundación del PC de México, en ese momento todavía sección mexicana de la IC, antes del giro nacionalista que convirtió al PC, como a los demás, en PC Mexicano. En la bifurcación de nuestras corrientes a partir de la lucha de la Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky contra la degeneración stalinista, en realidad hablamos ya de dos corrientes en paralelo. Pero ciertamente, la disolución de la corriente del PC, así como otras provenientes del maoísmo, no fue resultado del triunfo de un ascenso revolucionario sino consecuencia del desarrollo de aquella visión propia del "frente popular" de los años 30 que buscó siempre a la burguesía "nacionalista, antiimperialista" o "progresista", como se dice ahora, ante la cual subordinarse para abandonar el programa de la revolución socialista y limitarse al de la "revolución democrática". Por eso el que el PRT sea ahora la corriente de la izquierda socialista más antigua de México no representa una tarea fácil ni un triunfo en sí del socialismo revolucionario por su identificación con el pensamiento de las masas populares, sino un reto enorme en la situación actual. Por ello la necesidad de avanzar hacia la construcción ahora de un partido proletario, socialista, anticapitalista más amplio.

Pero somos optimistas de las posibilidades de lucha y crecimiento de la izquierda socialista por otros cambios también en la conciencia de los movimientos en lucha hoy. Como hemos dicho, la caída del PRIAN debilita los controles corporativos burgueses del movimiento. Aunque se quieran renovar esos controles y frenar el ascenso de las luchas, también hay más confianza en las masas en su fuerza y posibilidad de imponer sus demandas por medio de la lucha y movilización. Eso explica incluso explosiones como la del movimiento feminista harto de que se mantenga la impunidad ante la permanente violencia contra las mujeres, incluso del feminicidio. Por eso nos diferenciamos del feminismo institucional preocupado por las "formas legítimas" de protesta y nos proponemos como feministas socialistas el encuentro con una nueva generación de jóvenes feministas radicales a las que acompañamos en la recuperación de formas de lucha proletarias como la huelga internacional de mujeres y la alianza con las mujeres indígenas y otras sujetas a diversas formas de opresión en la construcción de un movimiento amplio y autónomo de mujeres.

A pesar de lo que digan los que quieren restablecer una nueva estabilidad y "gobernabilidad", la paciencia para las masas va acabándose y cada vez será más difícil que pospongan sus reclamos o que se sujeten al síndrome del chofer del autobús y su letrero que dice "no distraiga al conductor". Esto no es una combie donde hay que dejar al "conductor" que lleve sólo  a los "pasajeros" a su destino. Tampoco es el momento, pues, de esperar a que los cambios vengan de arriba, poco a poco. La lucha es urgente como lo muestra el movimiento juvenil contra el cambio climático y el colapso ecológico. De nuevo, no para fomentar el remordimiento individual, sino para la acción colectiva, organizada contra el capitalismo, verdadero responsable de esta crisis ecológica y civilizatoria. No queremos el cambio climático, sino el cambio del sistema. Por eso somos ecosocialistas.

Y somos optimistas de esta perspectiva anticapitalista porque así lo muestra también la nueva generación feminista que hace parte del ascenso actual de la lucha de las mujeres en México y el mundo , contra la violencia a las mujeres y el extremo del feminicidio que hartas de la impunidad y falta de una vida libre de violencia, asumen decididamente y a nivel masivo una clara conciencia antipatriarcal y anticapitalista.

Todo ello nos permite conmemorar los 43 años del PRT con la convicción de que ha valido la pena el esfuerzo realizado por mantener la continuidad organizada de nuestro programa para encontrar nuevos bríos en las nuevas luchas de mujeres y jóvenes en una perspectiva anticapitalista y radical del verdadero cambio revolucionario.

(*) Este texto fue leído en una versión reducida, por razones de tiempo, en el video presentado en facebook el 18 de septiembre, aniversario del PRT. Ésta es la versión completa del texto