Las marchas de la polarización y la alternativa invisibilizada
Editorial de Bandera Socialista 6 (marzo 2023).
La movilización convocada por la derecha el pasado 26 de febrero y la contundente respuesta del gobierno encabezado por AMLO el 18 de marzo, son una escalada de la polarización política con fines electorales que eleva la apuesta de las ocurridas en noviembre del año pasado. En la editorial y el artículo de BS de aquel mes sobre "la polarización ya en las calles" enmarcadas en "noviembre y sus marchas, oídas y desoídas", señalamos los principales rasgos de lo que está ocurriendo y que en febrero-marzo se confirman y que ahora resumimos a continuación.
El debate sobre la reforma electoral, especialmente el "plan B" es el pretexto de la confrontación. En realidad estas movilizaciones a favor y en contra del gobierno y su partido son pruebas de fuerzas, especie de referéndums, en torno al gobierno de AMLO y su continuidad hacia el 2024.
La reforma electoral ya reducida al "plan B", ante la falta de mayoría calificada en el Congreso, es secundaria. Reducir los salarios de los altos funcionarios, mediáticamente centrados en Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, y acotaciones menores y presupuestales al INE no constituyen una reforma electoral de fondo. Derecha y gobierno han convertido el tema en bandera para cada quien, sin que en el fondo de su resultado vaya a haber un cambio significativo. La oposición al "plan B" identificada demagógicamente como "defensa del INE" o "defensa del voto" por la derecha para supuestamente aparecer como defensores de la democracia, por un lado y por el otro, los apoyadores del gobierno que con el "plan B" apelan al rencor de clase con respecto a los escandalosos salarios y prestaciones de los funcionarios del INE no son alternativas de fondo. Es probable que así como el Tribunal restituyó a Edmundo Jacobo en la Secretaría Ejecutiva del INE, también rechace la constitucionalidad del "plan B". O sea que el proceso electoral del 2024 se realice sin cambio o reforma legal. De todos modos el Presidente del INE, Lorenzo Córdova, así como Ciro Murayama y otros consejeros deberán salir del INE por concluir su periodo. En la Cámara de Diputados se ha iniciado ya el proceso establecido por la ley vigente para designar a los nuevos consejeros. Morena y los partidarios del gobierno ya están promoviendo a posibles consejeros afines en el mismo esquema que se ha cuestionado de cuotas para los diversos partidos o bloques representados en el Congreso para designar a los supuestos ciudadanos sin partido.
Por eso entendemos que las movilizaciones en "defensa del INE" o del "plan B" son más bien pruebas de fuerzas en la perspectiva de las elecciones presidenciales del 2024.
La movilización del 26 de febrero, respaldada por el PRI, PAN y PRD que significativamente tuvo como oradores al ex ministro José Ramón Cossío (que señaló la línea de defensa de la Corte y reclamo para que rechace la reforma del gobierno) y a la priísta Beatriz Pagés y como maestro de ceremonias a Fernando Belauzarán del PRD, calificada como la marcha blanca y rosa pero identificada como la marcha de la derecha promovida y respaldada no solo por el bloque de los 3 partidos sino por otras personalidades de la derecha y grupos "ciudadanos", más bien empresariales, representó un crecimiento con respecto a la marcha de noviembre del año pasado. La marcha de la derecha ciertamente creció no sólo en la Ciudad de México, sino por el hecho de que se replicó a decenas de ciudades de todo el país. Es probable que sectores de la "clase media", incluso votantes por AMLO en 2018, se han desilusionado con respecto al gobierno y están expresando así un descontento (que no necesariamente implica un acuerdo de voto por un candidato representativo de la derecha en 2024).
Históricamente ha ocurrido que ese tipo de sectores desilusionados de gobiernos progresistas o antes de socialdemócratas, giren hacia la derecha. Pero el actual desfondamiento de la derecha y sus partidos es también histórico. La reciente ofensiva del gobierno a propósito del juicio a García Luna en EU, ha deslegitimado aún más al PAN, por ejemplo. La división del PRI y su derrota en alguno de sus últimos bastiones, sea en Coahuila o en el Estado de México, lo confirmará aún más. O sea este avance relativo no quiere decir que la amenaza de un triunfo de los partidos de la derecha en 2024 sea inminente y justifique aceptar el chantaje del progresismo y la visión binaria de AMLO. Es probable que, como en las intermedias del 2021, Morena y sus aliados pierdan votos (especialmente que no recuperen jamás los 30 millones del 2018) pero sin que signifique que la derecha dividida o unida en 3 partidos puedan ganar las presidenciales del 2024.
Es cierto que hay un activismo muchísimo mayor de la ultraderecha, envalentonada por el crecimiento de la misma en EU y otros países del mundo (que incluso vienen a promover reuniones en México, como lo ha hecho Vox) y que se refleja también en arengas golpistas y en procesos de "lawfare" como los realizados en otros países de América Latina. El combate a la ultraderecha, precisamente por sus características, no depende de acuerdos en el terreno electoral con el progresismo sino del fortalecimiento e impulso del movimiento de masas, en el terreno social, en las luchas contra el neoliberalismo (que continúa aplicándose desde el gobierno de AMLO), en el fortalecimiento de las organizaciones colectivas y de masas (que en la lógica neoliberal del gobierno y sus políticas asistencialistas son acusadas de "corruptas" favoreciendo políticas individualistas) y reclamando respuesta satisfactoria a las demandas sociales y de justicia por parte de la autoridad.
La polarización en torno al INE es secundaria, centrada en el tema de los salarios de funcionarios o de un INE indefendible, pero que sobre todo ha derivado en un sistema político electoral que excluye opciones partidarias representativas de las clases trabajadoras y por tanto de la izquierda anticapitalista y que condena a las y los trabajadores a expresarse en forma individual como ciudadanos y no como clase votando por partidos que no los representan. Escoger entre partidos que no representan a las clases trabajadoras implica quedar presos de un sistema político electoral en función de individualidades, caudillos cuando mucho y pugnas entre partidos que finalmente no cuestionan la continuidad del sistema capitalista, neoliberal o no, y en ese sentido pugnas interburguesas.
La respuesta del gobierno a la movilización de la derecha del 26 de febrero con la gran concentración conmemorativa del 18 de marzo, con todo el peso de un acto oficial, llevó a AMLO a expresar, en un discurso de definición y perspectiva histórica, su seguridad de que cualquiera de los actuales precandidatos del prácticamente partido de Estado (donde se pretende reunir todas las contradicciones sociales y de clase), asegurarán la continuidad de su proyecto, publicitariamente llamada Cuarta Transformación. La seguridad y si se quiere triunfalismo de AMLO hacia el 2024 se apoya en la debilidad estructural de la derecha, pese a su ruidoso golpismo, mediáticamente hablando. La referencia a la sucesión de 1940, al finalizar el gobierno del General Cárdenas, ampliamente reivindicado en la conmemoración de este 18 de marzo, muestra que en la lógica del sistema siempre es posible otra salida a una crisis de sucesión, pero siempre en el marco del sistema, de un posible partido de Estado.
Alguna manta colocada en el zócalo de la CDMX evocaba al viejo nacionalismo revolucionario del PRI equiparando la expropiación petrolera decretada por el General Cárdenas en 1938, la nacionalización de la industria eléctrica de López Mateos (el mismo que reprimió la histórica huelga ferrocarrilera de 1959 y que se negó a romper relaciones con Cuba después del triunfo de la revolución también en 1959) y finalmente la nacionalización del litio por AMLO. En su discurso, López Obrador por primera vez criticó la persecución que hizo de Zapata su adalid el Presidente Madero, al compararlo con el compromiso popular del General Cárdenas. Al reivindicarlo en su firme decisión de expropiación petrolera pero también de reforma agraria, López Obrador recurría a su ejemplo para reafirmar su rechazo al intervencionismo yanqui y arengar que no somos protectorado de EU. Reivindicó también, no solo en cuanto a la expropiación petrolera, el manejo de decisiones políticas y momentos concretos del General Cárdenas (con la histórica referencia a la anécdota del cálculo hecho por Cárdenas y el General Múgica en la víspera del 18) al señalar que la decisión de Cárdenas tenía un momento favorable por la proximidad de la Segunda Guerra Mundial y la presidencia de Franklin D. Roosevelt en EU.
Con estos antecedentes, AMLO recordó la decisión del propio Cárdenas en la sucesión presidencial de 1940. Afirmó que ante la política de Cárdenas agraria, laboral y educativa, la derecha se reagrupó. Criticando la expropiación petrolera, en 1939 se funda el Partido Acción Nacional. Habría que agregar, que opuesto también a la expropiación, el General Cedillo se levanta en armas en 1939. Y aunque el PAN no presentó candidato a la elección de 1940, "toda esa reacción se manifestó con fuerza en la elección presidencial" dijo López Obrador, lo que "seguramente" llevó al General Cárdenas a apoyar a un candidato "moderado" dentro del propio partido en vez de la candidatura del General Múgica. Y aunque AMLO concluyó que no es momento de andar zigzagueando, nos recordó que la habilidad bonapartista del caudillismo puede encontrar, si es necesario, respuesta que neutralice a la derecha dentro del propio partido.
Lo anterior confirma que en la pugna electoral actual no hay partido que represente a las clases trabajadoras ni opción política que apunte a la salida anticapitalista, ecosocialista y feminista antipatriarcal que se requiere. Seguramente por eso,a propósito de 1938, Trotsky señalaba que el apoyo decidido a la expropiación petrolera frente a las amenazas imperialistas no implicaban subordinación al gobierno. "El proletariado internacional no necesita identificar su programa con el del gobierno mexicano" dice en junio de 1938 en su artículo "México y el imperialismo britanico", insistiendo, por tanto, en la necesidad de la independencia política con respecto al gobierno, pese a medidas progresistas o antiimperialistas.
Es cierto que hubo crecimiento en las movilizaciones de la derecha el pasado 26 de febrero. También es cierto que hay un crecimiento de la beligerancia de grupos de ultraderecha con discursos de odio, racismo, sexismo y llamados golpistas. Pero hay también un crecimiento de las luchas de los movimientos sociales y protestas antisistema aunque éstas no reciban la cobertura mediática que tienen las de la pugna electoral de los partidos de la derecha y del gobierno. El ejemplo más importante y significativo es la movilización del 8 de marzo. La de este año es comparable solamente (si no es que es superior) a la histórica movilización del 8M del 2020. De nuevo, no solamente en la CDMX sino al mismo tiempo, el mismo día, en infinidad de ciudades de todo el país. Muestra de la continuidad del ascenso del movimiento feminista y de mujeres, que pese a sus debates internos, diferenciaciones e incluso diferencias, en su conjunto se expresa como un movimiento independiente del poder y sus partidos. Es expresión de un movimiento antisistema, no cooptado por el gobierno o los partidos del sistema. La fuerza antipatriarcal del movimiento logra que se exprese en cierta políticas públicas o cambios institucionales o logros como la despenalización del aborto por la SCJN, pero que no son suficientes como para satisfacer o neutralizar al movimiento. Menos aún cuando la violencia contra las mujeres no cesa, incluso el feminicidio, sumando a la crisis de derechos humanos que prevalece en el país y convirtiendo en un problema estructural, una nueva "industria" del capital, a la desaparición forzada de personas y la impunidad y empoderamiento de las fuerzas armadas que prevalece en el sistema. Algunas demagógicas e hipócritas tomas de posición de partidos de derecha en relación a demandas feministas ocurridas en años pasados tampoco desvían el carácter autónomo y radical del feminismo.
Pero el ejemplo no se reduce a las movilizaciones del feminismo y contra la violacón a derechos humanos (véase el dramático balance que hace el movimiento de los 43 de Ayotzinapa sobre el papel del gobierno). Estas expresiones de luchas por varios lados y muchas independientes del gobierno se ven también en las movilizaciones de los trabajadores de la educación en los últimos tiempos y no solo de la CNTE. Esta situación se refleja contradictoriamente en la polarización llevada a las calles por la derecha y el gobierno. En la movilización de la derecha se suman algunos con críticas justas al gobierno (aunque equivocada en la opción política), incluso según dicen hasta de algunos grupos antiguos de izquierda. Mientras tanto y en paralelo, en las movilizaciones del gobierno (como la del pasado 18) algunos movimientos aprovechan para hacer presentes sus reclamos y demandas al gobierno, como los electricistas, maestros o hasta el reclamo de suspensión del pago de la deuda pública.
En esta complicada situación, es importante escapar de la dinámica binaria en que tanto la derecha como el gobierno quieren encerrarnos. Independientemente de cómo vote cada persona, lo importante es que como movimientos antisistémicos (feministas, de la clase trabajadora y los sindicatos, así como de los pueblos y comunidades indígenas en lucha contra el neoliberalismo y sus megaproyectos así como contra las violaciones de derechos humanos y crímenes de la militarización y la violencia imperante) escapar de la trampa de quedar sujetos a la dinámica de los partidos institucionales y sus coaliciones en medio de la pugna interburguesa y la elección del 2024. Para ello, es posible todavía y en la práctica, constituir un amplio bloque social y político alternativo con todos los movimientos antisistémicos. Un bloque social y político alternativo tanto a la derecha como al progresismo sujeto al neoliberalismo, aunque este bloque no tenga hoy expresión político electoral, pero que pueda estar agrupado en torno a un programa de lucha. Un bloque que unifique y potencie las luchas contra el sistema y su decadencia y que nos prepare mejores condiciones de lucha incluso en el terreno político electoral en el futuro, después del 2024.
CDMX, 19 de marzo de 2023.